jueves, 8 de febrero de 2007

Tetas por Navidad


En este ir y venir para encontrar nuestro sitio, para saber adónde vamos o quién somos -hobbie habitual de los existencialistas de pacotilla- una debe agradecer la inestimable ayuda de ciertos amigos determinados a mantenerte unida la realidad. Al verdadero ser de un mundo del que varios días de estrujamiento intelectual te pueden terminar desgajando. El último episodio tuvo lugar ayer por la mañana mientras, colacao de medio litro en mano, intentaba salir de las nebulosas de la astenia estacional.«La último es regalar tetas por Navidad». Plaf, Pum, Bang... Coz en la cara y patada al Pharmaton. «¿De qué me hablas?». «De cirugía. Los padres ahora la regalan por Reyes». Sueltas una carcajada nerviosa y pides el bis. Tiene que haber un cabo suelto. «¿En Cádiz? ¿Qué niñas? ¿Con qué edad? ¿Vas en serio? Estás de coña». Tu amiga, entonces, se calza la mirada compasiva -la de darte las malas noticias y hablarte de hombres- para elaborar una de sus frases lapidarias: «De verdad que no sé dónde vives».Termino el colacao a sabiendas de que no haré la toma del mediodía. La rabia, a veces, actúa como complejo vitamínico. Durante todo el día me asaltan visiones espasmódicas: tetas, bicicletas, videoconsolas, algún perfume, peluches, más tetas... Hoy, mientras alguna chica rubrica en su carta su predilección por las prótesis de soja, en una mesa se discutirá sobre desigualdad de género en el urbanismo. Qué útil. Definitivamente, no sé dónde vivo ni adónde voy. Ante tanto despropósito, en mi carta pediré a los Reyes que, al menos, aún no me olvide de quién soy.

Publicado en La Voz de Cádiz el 19 de diciembre de 2006

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