martes, 20 de febrero de 2007

A lo tonto



Confieso que el domingo no voté. Y no lo digo con orgullo, ni siquiera con petulanciadebilmental. Lo digo con cierto pudor y hasta me he pensado lo de protagonizar este escarnio público que a algunos les resultará absurdo y a mí me hace aflorar calor. Confieso porque, de repente, he pasado a ser muestra objetiva -como esos 500 de las encuestas a los que nadie conoce- de lo que se cuece en estos temas de la política, el referundismo y la vida real.

Hace una semana, si cualquiera me hubiera preguntado si iba a votar el domingo, hubiera dicho que sí, que por supuesto. Luego, in situ, llegó la resaca del sábado, una gastroenteritis latente, cierto dolor de espalda y la preocupación por buscar un bar donde llenar la panza y salir a currar. Razones, todas ellas, muy humanas, pero claramente tontas, absurdas, indignas de protagonizar el leiv motiv del absentismo, esa herramienta que algunos utilizan como grito de guerra aunque nadie les haga caso.

Soy de las que cree que las urnas son un derecho y una obligación por eso redigo que no tengo de qué presumir. Por primera vez en mucho tiempo pudo la desidia, el «esto no tiene nada que ver conmigo», el «qué más da». El domingo me convertí en muestra objetiva, en otro representante más de eso que pasa después de tanto adocenamiento, después de tanta información vacía y tanto fasto propagandístico. Ahora la darán con las cifras, las que amenazan con no legitimarles. Se hablará del tema y se reunirán mesas-debate, inocuos efectos colaterales de un objetivo, que en el fondo, los más listos saben que sigue viento en popa. La desactivación ciudadana es un éxito y yo, a lo tonto, me subí el domingo al carro.

Publicado en La Voz de Cádiz el 20 de febrero de 2007

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