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jueves, 16 de octubre de 2014

La sobremesa de la apátrida

-Espero que no te ofendas con lo que te digo, pero creo que esa pertenencia se educa. La prueba es que yo no la siento.
-¿No sientes que tengas una nación?
-No, no exactamente.
-Pero tu nación es el sitio de dónde eres, es tu tierra, tu casa, tu familia…

Su rictus se ha vuelto triste y ha agitado su melena rubia. Antes de salir a apurar con un café la hora escasa de la comida, se ha girado para mirarme primero con cierto desconcierto y finalmente con lástima. Yo me he quedado sola en la oficina, y me he mirado en el espejo de esa pena sabiendo su bonhomia. La he sabido sincera, bienintencionada. Tu nación es tu tierra, es como tu familia, tu casa. Y todos nacemos con una, ¿no? Te imaginas que se afirma mientras pulsa el ascensor. Yo me he quedado, apátrida y sola, en la oficina y he pensado en mi casa. La casa de Cádiz, las casas de Sevilla, las de Madrid, la de Barcelona. La casa oscura de mi abuela en la calle Nicaragua. He pensado en la tierra húmeda de la casa de mis tíos en Lavadores. En todas las casas que una vez quise que fueran mías. En la casa calentita de mi amiga Mariaeugenia. Puedo recordar cómo olían, cada una de ellas. Me he quedado sola en la oficina y he pensado en mi casa. La de aquí y la que está a mil kilómetros y me he preguntado si se ha de elegir para encontrar el origen, el inicio último.

He revisado a fondo a modo de inventario, he hecho cuentas y determinado que es posible que naciera con algún tipo de una tara. Me sale una casa mestiza, compleja, que no tiene nombre, ni forma casi. Me sale que soy de cientos de lugares y que transito miles de caras. Soy de los brazos fuertes que me hacen de almohada, de la letra espigada de las dedicatorias, de las fotos viejas y de las fotos que nunca borro del móvil. De cuando se pone el sol y empieza a hacer frío en la arena húmeda de la Victoria. De las esquinas secretas de Santa Catalina. Santa Catalina la de aquí, aunque la de allí también. Mi casa está en las cartas de los amigos que aún me escriben cartas, en los pasodobles de Miguelange oídos por youtube, en un buen puñado de poemas -muchos escritos antes de que yo naciera-, En la pequeña y vieja Leica siempre de mudanza. Mi casa está en cualquier puchero que sepa como sabía el puchero de mi abuela, o que me lo recuerde o que se le parezca; en el gallo empanado de los miércoles, en aprender a pronunciar la ele doble y distinguir cómo hay que hacer el corte para frotar el pa amb tomaquet. Mi casa está en cualquier mesa que rinda culto a la sobremesa. ¿Puede considerarse tierra la arena de la playa?

Debe ser cosa de la familia corta, rota y pegada que yo sienta este vacío de sobremesa de no tener patria, o de tener demasiadas y, por tanto, añorarlas. A muchos le doy pena. Desde que estoy aquí les veo mirarme como a bicho raro con esa mezcla de cariño con un posito de lástima. Debe tener algo de repliegue, de autodefensa en mitad de este paisaje de banderas varias, una especie de orgullo del apátrida, pero, inexplicablemente, me siento afortunada.

viernes, 31 de agosto de 2012

Melodía de la semana

Te sientas a su lado y le acaricias el pelo.
El escalón está frío y piensas que te ensuciarás los pantalones. Son las cosas que piensan los adultos porque los niños nunca caen en este tipo de historias. Te sientas a su lado en silencio y no la abrazas, si lo haces, sabes que romperá a llorar, que sentirá más pena de sí misma. Su madre se lo decía:  nunca llores delante del espejo, entonces no podrás parar. Si abrazas a alguien que se rompe, lo romperás del todo. Y no siempre hay que romperse del todo. A veces no es tiempo de romperse del todo. Ahora no es tiempo de romperse del todo.

Permaneces a su lado en silencio y compruebas como se calma. Estoy aquí, le dices sin saber demasiado bien si te está escuchando. He crecido, tengo el mismo pelo quebradizo, los mismos ojos excavados de colmenas. Tengo el mismo lunar de chocolate y el mismo ombligo enterrado en la carne. Me han salido marcas alrededor de los labios y caminos que me surcan la frente pero estoy aquí. Soy la misma. Seguí el rastro de golosinas y me quedé atrapada en casa de la bruja, escapé de la boca del lobo y he dormido muchas noches en la misma cama que los monstruos. Perdí la mano de mi madre y me tragó la multitud. Me desperté sola un día. Hice todas esas cosas, pero soy la misma. 

He venido a decírtelo porque sé que tienes miedo. Quizás quieras saber que aún espero cuentos en los que equivocarme. Más aún, quizás quieras saber que me quedan pesadillas de las que escapar. Que a veces tengo mucho miedo y sé que eres tú, que me pides atención, que me necesitas. 

Lo siento, a veces me confundo, me rindo, no encuentro el camino para venir a buscarte y decirte que todo está bien.



Cuando, ahora sí, la abrazo, puedo identificar el olor del champú de manzanilla en su pelo. Cómo se destensa su cuerpo enclenque con mi contacto y suspira aliviada. Regreso en calma. En el ascensor rebusco en mi pantalón. Dos Sugus de naranja y uno de piña. Sonrío. Nadie como ella sabe llenarme el corazón y los bolsillos de caramelos.




Supersubmarina, 2012

jueves, 14 de junio de 2012

Más o menos algo así...


-Siento mucho mi manía persecutoria y lo de las patadas por el tic nocturno. Sé que te agobio un poco y que no te dejo dormir.
-Tranquila, no pasa nada. Yo también sé que no es agradable lo de mi fobia social. Y entiendo que no debió ser fácil cuando descubriste los pelos verdes que tengo en la espalda…
-Pues no… Bueno, intentaré seguirte menos.
-Y yo ser menos fóbico. ¿Sabes? A veces me gustan tus patadas.
-Y a mí tus pelos.


lunes, 30 de mayo de 2011

Melodía de la semana

Podría ser sólo una cuestión de tacto, pero es química pura. Olor, sabor, combinaciones de fórmulas con resultados más o menos predecibles. O no. Química como las hormonas, las drogas, el glutamato monosódico, la Coca Cola. Como esa sustancia del cerebro que falta o que sobra. Hoy no me hagas mucho caso, hoy estoy un poco depre. Pues come un poco de chocolate. Pues toma azúcar. O lame sal. O déjate de rollos e invítame a una cerveza. Es química que tiene piel y que también es física. Calor que se traspasa de un cuerpo a otro. Energía que no se crea ni se destruye. Que nos transforma. Química que se siente en la materia, tangible y no, a veces grande y a veces pequeña, tan pequeña como esos electrones casi imaginados de los que habla la cuántica. Real e invisible, como las ganas de seguir comiendo esas patatas de paquete que estimulan las papilas. Patatas impregnadas de Avecrem, él también, pura química. Si me como una no puedo parar. Si me acerco, tampoco. Si me tocas, si te toco. Si no me tocas, si no te toco.

No se puede recordar el dolor. Es el cerebro, que se protege. Intenta revivir una jaqueca, no puedes. No puedes recordar el dolor pero sí como huele, como hueles. Cerca ocurren cosas que la razón no entiende. Lejos falta la física, el calor, el tacto, quedan las fórmulas químicas alojadas en la memoria, los elementos combinados perfecta o imperfectamente. La química instalada en mitad de la masa gris, latiendo al compás de conexiones eléctricas, conectada invisiblemente con en ese espacio a escasos centrímetros de las costillas. Ese espacio que vibra, justo ahí en tu centro, para que te des cuenta. Sólo si las cosas pasan, puedes agarrarte a ellas. Sólo si son intensas, puedes quedarte con ellas. Sólo si has sentido su olor, su calor, su química puedes jugar a plegar la distancia y el tiempo. Entonces compruebas la energía de la frecuencia. 

Sabes, aunque nunca a ciencia cierta, si sigues o no sintiéndote cerca. 


Cada minuto que no estás
Que tú te vas
Hay algo que va mal
Escucho voces sin parar
Diciendo que
Empiezas a olvidar

Te hago daño cuando estoy cerca, tan cerca
Y aunque no quiero no lo puedo controlar
Y si lo intento no consigo despegarme
Y además,
Me haces daño cuando tú te alejas, tú te alejas
Y aunque me digo que no volverá a pasar
Sin duda creo de momento que esto no va a terminar
Si crees que pensaba que yo me planteaba que ocurriera de esta manera
Me desesperas
Es extraño cuando estoy contigo tan cerca
Tan alerta

Quien sabe por donde andarás
Con quien estas
Y quien te abrazara
Quién sabe si te acostarás en tu colchón o en cualquier otro más

Te hago daño cuando estoy cerca, tan cerca
Y aunque no quiero no lo puedo controlar



Y si lo intento no consigo despegarme
Y además,
Me haces daño cuando tú te alejas, tú te alejas
Y aunque me digo que no volverá a pasar
Sin duda creo de momento que esto no va a terminar
Si crees que pensaba que yo me planteaba que ocurriera de esta manera
Me desesperas
Es extraño cuando estoy contigo tan cerca
Tan alerta

He intentado no pensar en lo demás
Aunque crees que pensaba que yo me planteaba que ocurriera de esta manera
Me desesperas
Es extraño cuando estoy contigo tan cerca
Tan alerta

jueves, 11 de marzo de 2010

Meteorología



-Yo me siento perdida.
-Y yo.
-Yo me siento desubicada.
-Y yo.
-Yo me siento como si viviera la vida de otra persona.
-Como si lo mirara todo desde fuera.
-Como una espectadora, ¿verdad?
-Mi psicólogo me dice que todo esto me pasa porque tengo que madurar.
-Pues tú tienes treinta, yo tengo los mismos síntomas y tengo cuarenta. ¿Tú sabes cómo se madura???
-¿Cómo?
-Tomando el sol.
-¿Ves? Si al final toda la culpa la tiene el tiempo...
-Sí, en toda la extensión de la palabra.




Dos neuróticas en Cádiz, después de varios meses de lluvias.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Revelaciones

Ahora lo entiendo todo...

Respuesta de MC: "Y después estarás muerta, deprimida, hastiada, nerviosa... qué coño haces a las 2.19 mirando esas cosas???"

¿Yo vivo en el mismo mundo?

Me encanta este tipo pero, después de ver el vídeo, no me quedan claras dos cosas:

1) La experiencia vital del Punset le ha llevado a relacionar las madres trabajadoras con la actual crisis económica (es decir, dónde quedan las varias generaciones de niños criados en guarderías)???

2) ¿Creo entender que propone que para mantener el equilibrio emocional de la humanidad y, con ello, conseguir que se perpetúe será preciso aumentar las bajas de maternidad a cinco años?

La segunda pregunta no sé si me genera bienestar o conflicto.
Glups.

martes, 10 de marzo de 2009

Minucias evolutivas

Uy... de estos conozco yo unos cuantos... ¿Vendrán también un grupo de suecos a estudiarlos? ¿Lo publicarán en Current Biology? ¿Quedarán por el Nahu después de todo el día de estudios de campo?

En serio, entre el nombre tan taaaan Corleone y el retorcimiento premeditado, ¿no me diréis que no se escurren por los vericuetos de la ciencia las teóricas maldades femeninas? Ay... atávicos san benitos de género, quedáis k.o. ante los ataques de inseguridad de cualquier macho dominante...

miércoles, 22 de octubre de 2008

Me suena...

Hace más de diez años, once exactamente, un sociólogo francés llamado Duclos Denis señalaba, entre las razones del colapso, crisis y destrucción del Imperio Romano, tres similitudes especialmente notables con Occidente:

1- La agravación extrema de la opresión-explotación de las clases inferiores del sistema.

2- El distanciamiento físico de las clases altas respecto del resto.

3- La irrupción aplastante del parasitismo de una "nueva burguesía mezquina (...) que utilizaba diversos subterfugios para eludir las obligaciones del Estado y que fundaba su prosperidad en la explotación y la especulación" (Rostovtzeff).

Ejem...

(garraspeo intencional)

miércoles, 28 de mayo de 2008

El azar...

... hace que la lista de espera del SAS sacuda tu vida un viernes por la mañana.
El azar hace que en lugar de escocerte en la Feria de Sanlúcar, te arruines aprovisionándote en Mercadona y vayas a Puerto Churri a ser víctima de un Fist Fuking.
El azar hace que el tipo que se choca con tu coche no lleve seguro, ni casco reglamentario, pero que tu chico no se enfade porque el azar había hecho que el BMW no fuera suyo y estuviera asegurado.
El azar hace que decidas partir la pana y, ante la perspectiva de la próxima semana, termines con una costilla contusionada, una resaca de órdago y el honor de haber probado el Sweet Africa (gentileza del coctelero -¿más dicharachero?- de La Laguna).
El azar hace que tu amiga termine comiéndose a un calvo con una extraña teoría sobre las partes en las que está definida la cabeza (mamífera, genética y anfibia).
El azar hace que decidas que Me enamoras es un greatest hits la mar de digno y lo canturrees todo el domingo por la mañana mientras paras a vomitar rosa cada vez que el coche pega una acelerada.
El azar hace que te equivoques de hora, pero llegues al cine, te tragues al Indiana y dejes las palomitas manidas que, seguro habían frito por la mañana.
El azar hace que los caracoles del Nebraska tengan tierra últimamente, que te mosquees, no te acuerdes de los nervios, y te acuestes extenuada.
El azar hace que una vez chutada de lexatín el cirujano te llame adentro y te diga que la máquina vital para tu segunda mutilación voluntaria está estropeada.
El azar hace que vuelvas a casa con la costilla hecha mierda, que tu chico deba volverse a casa, que te incorpores a tu curro y que toda la semana tengas la extraña sensación de que te tocaba estar sedada. "¿Para qué me lo cuentas? Evítamelo, yo tendría ahora que estar en otro mundo. ¿Como decirte? Más indolente...".
El azar hace que, una vez todo se ha dado la vuelta, regrese la incertidumbre quirúrgica, y, lo que verdaderamente es la caña, la perspectiva de celebrar onomásticas y los planes de fin de semana.

viernes, 23 de mayo de 2008

jueves, 22 de mayo de 2008

La democracia oculta


En la vida una puede ir por el mundo obviando realidades que millones de seres comparten. Pensando que la configuración planetaria se divide, como su cerebro, en esa serie de cuestiones que a una le preocupan: las relaciones personales, la gran pregunta "¿realmente este este es el camino correcto?" , el futuro de la cultura, la inexplicable suerte del mediocre, el absurdo del mundo, la soledad, la injusticia y mi contradictoria preocupación porque nadie se enfade.
Como el desconcierto que una tiene cuando descubre que aquel chaval tan monísimo vota a la derecha, tomar conciencia de que existen realidades que muchos comparten sin que tú sepas ni media, puede convertirse algo verdaderamente turbante.
Ultimamente, quizás por eso de empezar a tener tiempo libre, me he dado cuenta de que estoy rodeada de diamantes. Yo que miraba el cajoncito de anillos dorados de mi madre con la veneración de quien observa algo importante, acabo de descubrir el papel de paria -morralla en el lenguaje de los joyeros- de la herencia propia en comparación con la acumulación de piedras preciosas que, al parecer, siempre ha existido a mi alrededor.
Y es que con una incidencia mucho mayor de lo que yo nunca imaginé, muchos de los pendientes, anillos y colgantes que me rodean, no son humildes circonitas -la única piedra transparente y engarzada cuya existencia física yo tenía probada- sino atesorados pedruscos que la gente adquiere como patrimonio a lo largo de su vida.
Y yo flipo. Flipo como quien oye un recital cuando alguien me relata el blablabla de los brillantes heredados de su abuela, me enseña los pendientes de su boda o el anillo de pedida.
-Me he quedado muerta, ¿sabes que es un diamante lo que aquella lleva en el dedo?
-Mujer, no es tan raro... Mi madre tiene varias cosas con brillantes.
-Coño, ¿la tuya también?
Exclamo con los ojos muy abiertos al comprobar que gente humilde comparte destinos con Mrs Gates, Isabel II y Paris Hilton en la posesión de estos tesoros. Como está claro que lo importante no es serlo, sino parecerlo, yo reina de las circonitas, el ámbar y el plástico, he aprendido a no minusvalorar el patrimonio del que no tiene no dinero para tomarse una cervecita pero si para ahorrar para una sortija.
Ahora sé que las tardes de cine, los muchos libros y las noches de gambas a la plancha, gallo empanado y patas rusas conforman en alguna realidad paralela ese diamante de ocio afectivo que no puedo engarzarme en ningún dedo. He crecido junto a una cariñosísima epicúrea gemológicamente independiente. Está claro.
En estos días compruebo esta sorprendente democratización oculta y, bueno, disfruto aprendiendo de una realidad que no concebía la margen de la peli de Audrey Hepburn. El descubrimiento coincide con una insólita fascinación por estas piedras y las historias asociadas a ellas, con una sensación de latido que se acelera.
¿Será manipulación mediática?
¿O es que me estoy haciendo pureta?