viernes, 31 de agosto de 2012

Melodía de la semana

Te sientas a su lado y le acaricias el pelo.
El escalón está frío y piensas que te ensuciarás los pantalones. Son las cosas que piensan los adultos porque los niños nunca caen en este tipo de historias. Te sientas a su lado en silencio y no la abrazas, si lo haces, sabes que romperá a llorar, que sentirá más pena de sí misma. Su madre se lo decía:  nunca llores delante del espejo, entonces no podrás parar. Si abrazas a alguien que se rompe, lo romperás del todo. Y no siempre hay que romperse del todo. A veces no es tiempo de romperse del todo. Ahora no es tiempo de romperse del todo.

Permaneces a su lado en silencio y compruebas como se calma. Estoy aquí, le dices sin saber demasiado bien si te está escuchando. He crecido, tengo el mismo pelo quebradizo, los mismos ojos excavados de colmenas. Tengo el mismo lunar de chocolate y el mismo ombligo enterrado en la carne. Me han salido marcas alrededor de los labios y caminos que me surcan la frente pero estoy aquí. Soy la misma. Seguí el rastro de golosinas y me quedé atrapada en casa de la bruja, escapé de la boca del lobo y he dormido muchas noches en la misma cama que los monstruos. Perdí la mano de mi madre y me tragó la multitud. Me desperté sola un día. Hice todas esas cosas, pero soy la misma. 

He venido a decírtelo porque sé que tienes miedo. Quizás quieras saber que aún espero cuentos en los que equivocarme. Más aún, quizás quieras saber que me quedan pesadillas de las que escapar. Que a veces tengo mucho miedo y sé que eres tú, que me pides atención, que me necesitas. 

Lo siento, a veces me confundo, me rindo, no encuentro el camino para venir a buscarte y decirte que todo está bien.



Cuando, ahora sí, la abrazo, puedo identificar el olor del champú de manzanilla en su pelo. Cómo se destensa su cuerpo enclenque con mi contacto y suspira aliviada. Regreso en calma. En el ascensor rebusco en mi pantalón. Dos Sugus de naranja y uno de piña. Sonrío. Nadie como ella sabe llenarme el corazón y los bolsillos de caramelos.




Supersubmarina, 2012

Querer creer

-Nena, ¿tú crees que la gente cambia?
-Sí, claro. Los hay que para peor y los hay que para mejor.
-Pero la naturaleza de cada cual...
-Bueno, expresémonos mejor, la gente no cambia, la gente es materia, así que ni se crea ni se destruye, se transforma.