sábado, 14 de diciembre de 2013

viernes, 6 de diciembre de 2013

martes, 26 de noviembre de 2013

Melodía de la semana

Al final, siempre hay una mañana de noviembre en la que me digo que es injusto y paro de lloriquear. Está a punto de llegar diciembre, hace mucho frío y me levanto con los ojos con medio centímetro de más. Heredé eso -los ojos inútiles para el disimulo- la forma de almendra y las pestañas. También las ganas de seguir. De tomarme una copa de vino cuando las venas se vuelven pequeñas y el tener una casa llena donde los rincones cuentan historias. Heredé el vicio por las caricias. El decir te quiero a tiempo y a destiempo. El reírme con risa tonta. El querer sobrevivir. 


Vivir. Sentir. Al final, el mes de noviembre siempre acaba con una mañana en la que me sorbo los mocos y me digo que soy injusta. Que tengo todo por lo que luchó ella. Una vida grande que sólo tiene los límites que yo le pongo. Una vida con algún golpe para que lo esquive, para que no me duerma.
Una vida a veces cálida y otras más fría. Mi vida. La vida que tengo y que es sólo mía.




Como decía alguien hace mucho, qué gran poeta Manzanita... 

viernes, 18 de octubre de 2013

"El artista ya no es el ser incomunicado de antes"

Horas de carretera y mapas. Horas de escenarios, pruebas de sonido, backstages. Ciudades encantadas y endemoniadas. Cientos de caras. Sudor, guitarras, rostros que se cruzan. Ojos cómplices que hoy lo son todo y mañana, nada. Cientos de caras. Dieciséis años de directo curten la voz y la espalda, arañan las fundas de las guitarras y también endurecen irremediablemente la mirada. Una mirada más aguda, más libre, con más rabia y menos ganas de conformarse. El grupo se ha hecho mayor. Ha ganado experiencia y perdido candidez, ha ganado horas de furgoneta y escenarios, ha ganado fans, arrancados uno a uno a golpe de directo. Su nuevo trabajo, “Montaña rusa”, habla de una vida de vértigo, de verdades y mentiras descubiertas al filo de los treinta y tantos. Habla del vacío, del sinsentido, de las trampas. Sean Frutos, voz tras los reveladores temas del grupo, nos da algunas claves del presente de una banda que intenta encajar su dulce momento profesional con su propia maduración interna. Todo en mitad de un entorno que se escribe con una palabra: desconcierto. Sigue leyendo en MondoSonoro

jueves, 17 de octubre de 2013

Los amantes y la alquimia

Los amantes no existían. Eran sangre, agua, piel, huesos. Grupos de células unidos por la misma electricidad que mueve los elementos. Eran además muchas cosas buenas, un ensamblaje de historias, viajes y encuentros, callejuelas de ciudad al sol y caricias de madre buena. Eran alumno, hermano, amigo, hombre que templa e ilumina, hombre que danza con la belleza.

Los amantes aún no existían. Los habitaban entonces seres brillantes, despiertos y completos. Seres que sorteaban ciudades y personas, caminando sin saber que todo puede cambiar con el azar de un encuentro. Desconocían que hay mañanas de olor a lavanda y destinos que nos esperan al lado del mar. Qué hay mañanas como puntos y aparte. Como mapas nuevos. Hojas en blanco para escribir palabras recién nacidas, palabras que nadie ha dicho nunca. Son mañanas que amanecen anónimas y y se tiñen con el color de un nombre, que detienen el tiempo y acortan el espacio. Mañanas que rompen la reglas de siempre y las transforman en otras distintas, fáciles a veces, otras veces, complejas.

Los amantes supieron entonces que acababan de empezar a ser. Que habían sido muchas cosas pero que estaban ante algo muy distinto. Vieron que les había faltado la mitad cómplice, la fuerza, la verdad y la caricia. La pieza única. El ingrediente y el calor que consiguen la emulsión perfecta. Sangre, agua, piel y huesos transformados, a golpe del alquimia, en una materia diferente, perfecta e imperfecta. Pasión, piel, latido, sueño. Alquimia que es capaz de teñir de magia, de magia de olor a lavanda, cada propósito doméstico, cada segundo de convivencia.

Los amantes son ya mezcla compleja, son mano sobre mano. Son ritmo de latidos y corazón abierto. Una mañana que quiere ser eterna. 

Dos cómplices valientes en un mundo imperfecto.

Los amantes son ya suma de historias, de raíces que entroncan con la tierra, con el pasado de unos y otros, con la memoria y los cajones llenos de fotos viejas. Son, además, savia nueva. Hojas que miran al sol, nacimientos, creaciones, mañanas arrancadas al tedio, confianza, fuerza.

Los amantes ya se besan los labios y las cicatrices. Ya mezclan dolor y delicia, perdón, pasión, entrega. Las claves complejas de ser dos y ser uno, de formar una pareja. 

Los amantes ya suman sueños e inventan palabras nuevas. Una a una van escribiendo su historia, que es la suya y, también, es la nuestra.

Leído en Cádiz en 11 de octubre de 2013 en una boda de alguien muy importante en mi vida, de una pareja muy especial. A esta servidora nunca le habían temblado tanto las manos. Ni las piernas...

lunes, 30 de septiembre de 2013

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Teoría Sentimental del Champú de Oferta

¿Honestamente? Me hubiera gustado que fuera mía. Lo reconozco. Hay teorías de finura tal que lamento mucho no haberlas pergreñado yo en esta cabecita entre penca y retorcida que me dio dios. Se llama La Teoría Sentimental del Champú de Oferta y pertenece a mi amiga Pilar que últimamente, aunque algo rota, está más mona, más sesi y más lúcida que nunca. A pesar de lo que su nombre pudiera indicar, la Teoría Sentimental del Champú de Oferta no está relacionada con lavarse el pelo con marca Vidal en casa de un extraño tras una noche confusa. Tampoco con enamorarse del primero que nos mira porque la mancha de una mora con otra verde se quita. Qué va… 

La Teoría Sentimental del Champú de Oferta tiene que ver con esos plastiquitos que un día te encuentras adosados a tu marca de champú favorita en el supermercado. Esos transparentes que colocan fuertemente adheridos a otra botellita de igual o menor tamaño de Body Milk, acondicionador o líquido crecepelo que tú, naturalmente, no necesitas. Seleccionado entre los stocks a punto de caducar de la multinacional Mycare&Mycare, el contenido indeseado -y a veces indeseable- de esas botellitas se convierte, por arte e ingenio del director de marketing de la firma, en tu "regalo" o "promoción" con esa compra. Un extra que a ti, fiel consumidora de tu champú para el pelo favorito, no te interesa en absoluto. ¿Problema? Que el plástico en cuestión está demasiado pegado, demasiado adherido a ambas botellitas como para separarlas limpiamente sin que alguien te vea. Cubierta diseñada para romperse con saña o con tijeras, el resultado es que no puedes salir del supermercado con tu champú del pelo favorito y haber dejado allí la promoción no electa.

¿Y toda esta parrafada sobre el packaging?¿Reoriento el blog para convertirlo en otra bitácora de prescriptores de marketing? Nada más lejos. Toda esta parrafada es para ilustrar la teoría sentimental de mi buena amiga según la cual, en toda relación, llega el momento de enfrentarse a la promo non petita, a la botella de oferta. Es decir, a ese día en el que ese ser del que te has enamorado aparece en tu vida adherido a un plástico pegado a una, dos, tres botellitas de contenido diverso que tú, ni por asomo, te hubieras comprado en la vida: su familia. 

Su familia -a partir de ahora "el regalo"- como los stocks de Mycare&Mycare, puede ser fantástica, el equivalente humano a un nuevo y revolucionario lanzamiento cosmético que tu economía doméstica nunca pensó permitirse. Un chollo, un encanto, una suegra adicta a cocinar tupers y comprarse ropa súper mona que luego heredas tú. O a comprártelas a ti directamente (por teorizar…). Más frecuentemente, "el regalo" puede ser un estándar increíblemente ajeno a tu manera de ver de vida. Un crepelo muy práctico si eres calvo pero que tú no sabes dónde narices meterte. Una suegra, por ejemplo, adicta a las manualidades, enganchada a regalarte cosas del Venca u obsesionada con los gatos y tú con alergia. Finalmente, y por dejar de ser políticamente correcta, "el regalo" también puede ser, y a veces, es, mucho peor. Una crema pringosa con olor a aceite de linaza, un after sun que te da alergia. Una suegra sobreprotectora que compite por tu sitio, una adicta a la alimentación macrobiótica, o al fitnes, o la cirugía estética. Alguien con quien te descubres un día en la cocina intentando hablar en un idioma que para ti es absolutamente ininteligible. 

El gran cabo suelto de la Teoría Sentimental del Champú de Oferta es que las botellitas anexas un día salen de tu casa y de tu vida "como obsequio" en el bolso de tu amiga rapiña "Uy, pues si no lo usas yo me lo llevo". O de tu cuñada o hasta de tu suegra. Pero encontrar una solución similar con la familia política pues está, la verdad, muy feo. Es en esos casos en los que una se aguanta con el obsequio y sólo espera que alguien del clan encuentre en el supermercado otra botella anexa que se le parezca. Una perfecta cuñada, o por opuestos, una cuñada imperfecta. Alguien que, al menos, haga grupo, o lo deshaga, y cubra el hueco físico o psicológico que tu dejas. Pinche en las comidas del domingo, chascarrillo en las charlas de la cocina, animadora en el grupo de guasap. 

"Hay que ver lo rarita que es tu mujer… No se integra" oyes de pasada mientras tu champú del pelo favorito asiente y te disculpa "Sí, mamá, sí se integra… Es que es tímida y le cuesta abrirse. Pero os tiene mucho aprecio".

jueves, 5 de septiembre de 2013

Bochorno urbano I

Piiiiiiiii!!!!!
-Vaya, la máquina dice que mi T-10 está agotada. Pero sí lo último es un seis. Está borrada, ¿verdad??
-Pues sí que está borrado sí.
-¿Usted acepta billetes de 50??
-No.
-Pero en este barrio no hay donde comprar el bono.
-Pues no.
-Ergo, ¿tengo que bajarme del bus??
-Sí.


Algo muy parecido me pasó una vez en Cádiz y no fue para nada así :(

martes, 3 de septiembre de 2013

Frases célebres

Pilar: "Los hombres son como el Windows Vista. Dios la cagó con ellos y, como no quiso reconocerlo, nos puso a nosotras para parchearlo".

lunes, 2 de septiembre de 2013

Melodía de la semana

Septiembre siempre me ha olido a bizcocho en tarde de lluvia, rozaduras en los zapatos y películas de sobremesa. Una mezclilla de placer y tristeza que los portugueses llaman saudade y que es muy gallega. Será por eso que la siento tan mía. Mi primer septiembre en Barcelona se adelantó un poco con la gota fría y me gustó el olor de la calle mojada. Olor a casa, aunque esté a mil kilómetros. Leica y yo resguardadas frente a lo que será la Biblioteca Joan Maragall de la que pensamos, bueno, pienso, sacar mogollón de libros. Cada septiembre me planteo que mantendré el bronceado, haré dieta y estudiaré el siguiente nivel de inglés. Todo me suena a conocido, me huele a conocido. Será que, en el fondo, no lo siento tan lejos...

lunes, 29 de julio de 2013

Nos falta pista de baile...

En la vida de todo hijo de vecino siempre hay un bobo con ínfulas que, inmerecidamente, consigue agitar tu universo. Y uno se siente como un personaje de Ionesco, cantando y sin pelo. En mitad de la pista, con leggins y una felpa en la cabeza. Absorto, medio tonto, con más cara de lerdo que el lerdo en cuestión. Pensando que la vida es trágicamente absurda y que, para lo que se ve por ahí y gracias a dios, la tuya todavía roza lo tragicómico. Un género agridulce, bufón, en el que al menos - par de cañas por delante- y aún amargamente, llegará un día en el que te troncharás de risa porque siempre tuviste debilidad por los ridículos.


Porque por muchas ínfulas, por muchas tragedias absurdas, por muy pocas ínsulas de gente cabal que queden, sabes que nadie te podrá quitar la satisfacción elegante de reírte un poco de ello, de ellos. De levantar la cabeza con los ojos llenos de lágrimas y, en medio de la carcajada espasmódica,  ponerte la felpa, unirte al absurdo y salir a bailar. No me digas que no…

Lori Meyers

domingo, 26 de mayo de 2013

Melodía de la semana y reivindicación de la era

Hasta en las debilidades más endebles, ésas que hacen que te flaqueen las piernas, metas los pies en charcos y digas tonterías, llega un momento en el que una tiene que decir "basta". O "hasta aquí no". O "no cuela". O, simplemente, "no". Es una de esas cosas que, para no convertirte en una chupacharcos sin conciencia, viene bien aprender en la pubertad, en el cole o en el instituto, cuando después de hacer mucho el ridículo detrás del rubiales de turno decides que dejarás de escribirle tus semi-anónimas cartas de san valentín, de dejarle los apuntes o, ya más entrada en años, dejar de enrollarte con él y perdonarle las mentiras -todo depende de la edad que una tiene, de la calidad humana del rubiales o de la naturaleza del abuso-. 

Hasta las gominolas que más nos gustan pueden darnos diarrea así que ojito con lo que tragamos. En todos los sentidos. No hay peor diarrea que la mental ni caramelo más peligroso que el envenenado. Y toda esta chapa para decir que: 1) me puse muy contenta cuando vi que mis veneradísimos Love of Lesbian protagonizaban en el spot de Estrella Damm. 2) Me gusta mucho la canción, la idea, la Estrella y la paella y 3) ESTOY HASTA EL ALMA del micromachismo publicitario* de presentar a diosas semidesnudas rodeadas de tipos corrientes. Lo siento Santi, canciones, poesía y neurosis aparte, físicamente entras en este apartado. 

Dicho todo esto, y sabiendo que se me tendrá que pasar porque lejos de la Cruzcampo, la Estrella es la mejor cerveza que tengo a mano, creo que no me apetece terminar de reunir las etiquetas para el Sónar. No me apetece tragarme esta paella -este mensaje, esta visión del mundo, esta escena tan soleada y estupenda-, y mira que, por separado, todo me gusta. Como que me voy a pasar unos días dándole a la Moritz…



* Con toda la retranca, digo micromachismo por lo de la escena progre de hispters cocinando. Nuevas generaciones -nuevos referentes culturales- a las que se le presupone conciencia de género. Si fuera mainstream, sería machismo a secas. 

martes, 21 de mayo de 2013

La codicia y la belleza

Pilar: "Decirte que me ha encantado sonaría retórico, así que te diré que me despertó la chispa de la codicia, que he querido poseerlo, robártelo para mi Cándida como final y solución de su pérdida de corazón. De  creador a creador, lo mejor que puedo decirte es que te robaría la autoría si pudiese".

viernes, 26 de abril de 2013

Gutiérrez Solis: “Siempre he buscado desacralizar la figura del escritor”

Salvador Gutiérrez Solís
Mentir justo cuando se está en casa. Mentir también frente al espejo. Mentir a los otros y a uno mismo. Y querer escapar, a veces sin destino, antes de detenerse en seco ante el umbral caliente y cálido de lo conocido. A medio camino entre la novela tradicional y el experimento 2.0, Salvador Gutíerrez Solís(Córdoba, 1968) ha retratado en su última novela, El escalador congelado (Destino), a una generación de hombres y mujeres frente al espejo del tiempo, frente al amor que acaba, la insatisfacción doméstica o las expectativas frustradas. Premio Andalucía de la Crítica 2013, esta novela generacional sobre “los treinta y largos y los cuarenta y poco” se alimenta de un bloguna lista de Spotify y un canal de Youtube en los que se pueden encontrar las referencias culturales de unos personajes fragmentarios, a veces sutilmente rotos, como la realidad en la que les ha tocado vivir. Sigue leyendo en Revista de Letras

Frases célebres

Aitana: "No, no la conoces. No es de ninguna de las pandillas. Es amiga unicelular".

miércoles, 27 de marzo de 2013

Melodía de la semana

Amar, desear, crear. Tener la suerte. O la oportunidad. Tener los ojos abiertos. Que no pase, que no se escape. Ser un monstruo a veces, ser un ángel. Odiar y venerar a quien duerme a nuestro lado. Ser dentro y fuera, ser uno, ser dos y la suma de dos. Ser algo en lo que los demás no caben. Pesadilla, grifo abierto. Ser el frágil hilo. Ser y que no se escape. Ser dos en un camino confuso. Y terrible. Amar. Crear. Matar. Amar. No dejar que entre el miedo. Cazar a la paloma. Amar.
Tener la suerte,
o la oportunidad.



Impromptu No. 3 in G-flat D899, Schubert.

lunes, 25 de marzo de 2013

Sentarse junto al piano

Cuando era pequeña tenía prohibidas las películas de niñas prodigio y tonadilleras. Por prescripción materna, ninguna cinta sospechosa de basarse en la explotación infantil y/o sexista o de contribuir a estereotipar el papel de la mujer españolacuandobesa podía visionarse en nuestra destartalada tele que nunca fue HD. El castigo era una buena bronca seguida de un tiempo de distanciamiento comunicativo, castigobichomortal cuando una es una niña llorona y sentida cuya imaginación catastrófica va muy rápido. 


Que tuviera vetada la época dorada de nuestro cine patrio no significó sin embargo que lo desconociera. Mi abuela, azote de las contraórdenes maternas, aprovechaba cualquier cuadro de anginas, cualquier festividad sin colegio, para bajar al videoclub a hurtadillas y, con alevosía y ensañamiento, a alquilar una catastrófica película de Marisol, la Dúrcal o Chispitas que yo canturrearía durante meses en recreos, autobuses escolares y sobremesas familiares. Antes de que Cine de Barrio nos abriera el mundo multicolor de la España enamorada de sí misma, yo pude disfrutar de los títulos más importantes de la cinematografía de Concha Velasco y Carmen Sevilla con el gustirrinín de quien siente que está haciendo algo prohibido. "Esto que quede entre tú y yo Currita", me decía giñándome un ojo.



De aquellas experiencias prohibidas me quedaron las letras pegajosas del fenómeno niño prodigio, mi absoluta fascinación por Madrid Capital del Reino y, sobre todo, ciertas escenas que me gustaba imitar delante del espejo y que, años después, aún me acompañan, o me persiguen, según se mire. Soy yo la que se imagina vestidita de enfermera antes al poner una tirita de vida o muerte para salvar a un ladrón bueno o la que inventa letras imaginarias para decir moñadas con canciones estandocontigocontigocontigo. Todavía, más de veinte años después, soy yo la que tiene que recuperar la voz tras haberme salvado del Titanic. Y es aquí de lo que va mi reflexión.



Escribir, como cantar, es como un músculo. Si lo abandonas, lo fuerzas o  lo encapsulas en una fédula se vicia, pierde volumen, se quiebra y puede quedarse tocado para siempre. O para después de un largo reposo. Le pasaba a La Violetera -Cañí Lesson n7 de mi bronquitis de los seis- después de sobrevivir al hundimiento del Titanic (sí, con narices el guión de Arozamena) en mitad del momento más brillante de su carrera. Magullada por la vida y el agua fría, el personaje interpretado por Sarita decidía dejar los escenarios, se perdía entre la muchedumbre gris y un día, por arte de birlibirloque, la redescubrían. La ponían de nuevo junto a un piano y la hacían cantar. Primero afónica, luego -por supuesto- perfecta. Con los dedos algo ateridos después de meses de inactividad y el rostro de Sarita en la cabeza, empiezo a parir letras que primero salen afónicas y luego no salen estupendas porque ni yo soy la Montiel, ni esto es tecnicolor. Hay veces en la vida de una en las que es mejor no escribir, como es mejor no hablar o no pensar. Hay veces en las que vas en el Titanic y sólo puedes sentarte a esperar que se hunda, pillar una balsa y empezar una nueva vida. 



La clave es que, quizás de no pensar, de no hablar y no escribir, el músculo de la creación -como la voz- se queda seco, y una siente como miedo. Piensa pensamientos ñoños de menudatontería... Piensa, por ejemplo, ¿A quién le interesará que piense esto? Piensa con pudor púbere y con la cobardía de a quien de tanto pensar le sobran neuronas fritas y le falta entrenamiento. Y piensas y te paras, y lo vas dejando y dejando hasta que un día ya no piensas. O al menos no piensas de esa tristísima manera. Un día alguien que recién conoces te dice que se ha visto en los reflejos de un iceberg o que conoce a una mujer hiedra. Entonces, contaminada por las triquiñuelas de tu abuela, te acuerdas del hilillo de voz de Sarita Montiel, y decides volver a entreabrir los ojos y sentarte junto al piano. 



Vas viendo entonces que las frases célebres siguen ahí, también los hombres proyecto, las mujeres bala, el balido falso de la oveja negra... Los personajes de la Estrella que me encuentro en cualquier vagón: El hombre palanca, la chica que muda, la madre, el niño, la vieja... Todos me siguen tirando del pelo sólo que hago que no me doy cuenta. 



Hoy en Barcelona un sol tímido se asoma por la ventana sin cortinas del salón. Leica lo mira repanchingada -como perra panza arriba- y siento, y quizás tampoco dure, que, como cupletista rescatada del Titanic, necesito dejar escapar un gallito o dos hasta encontrar el tono. Siento que vuelvo a querer que me hagan cosquillas las letras.