domingo, 29 de abril de 2007

Escena de oficina


El mundo se debate entre azotes de sequía, inundaciones y miserias. En un periódico de cualquier sitio de España, dos redactoras jóvenes -alma de viejas, nómina de teenagers-, esperan el aluvión de páginas en honor a la borbona.... (Me encanta. Este apelativo tiene tantas las rimas posibles... )
Horas de espera blogeando, curioseando, mareando la perdiz...
El descubrimiento de un test olvidado en el escritorio.
-Nena, ¿que te ha salido a ti?
-Entre 41 y 50.
-Igual que a mí.
-¿Tú crees que encajamos?
-Claro tía... ¡Yo me veo súper reflejada!

Entre 41 y 50
La gente considera que Ud. es una persona vigorosa, animada, encantadora, divertida, práctica y siempre interesante; alguien que constantemente es el centro de atención, pero lo suficientemente bien equilibrado como para no pasar por encima de los demás. También lo consideran buena gente, considerado y comprensivo; alguien que siempre los anima y los ayuda
.

Las dos:
-Jajajaja... no te jode...
A falta de sedición, a alegrarse el día.

Frases célebres

Juana: "Tía Ana tú me has dicho que eres mi amiga y que para lo yo pida. Ahora estoy en crisis... No te vayas aún a casa".

sábado, 28 de abril de 2007

Melodía de la semana

Hay un montón de canciones que hablan de una chica... Las hay más o menos cursis, más o menos románticas. Hay clásicos y melosas canciones pop, y del rock. Las cosas del destino han hecho que fuera ésta la que sonara en mi ipod. Acaba de salir a la palestra musical, es ligera y divertida, mimosa y bailable como la chica a la que desde el día que hoy va dirigida.
Por que lo digo yo, que lo he sentido, como a menudo cada uno de nosotros asociamos momentos, caras, caricias, a una melodía destinada a erizarnos la piel para siempre. Esta canción me recuerda que hay una chica -divertida, diferente, alocada, sencillamente buena- que forma parte de mi vida, como una hermana adoptada a destiempo. Ella es extraña y encantadora, contradictoria y cabal, inteligente y payasa...
Contradiciendo al compositor -por cierto, un español, Jero Romero- no quiero olvidar que no hay nadie como ella.

Volviendo a parafrasearla: Te quiero mucho mi amor, ponte buena...


She

She can promise
She can swear that she won’t smile
and she smiles since
she wakes up

She can lend you
Even more of what she’s got
And just needs a
sweet kiss back

She’s so strange so very strange
All the things she’d like to say
Have been said while she was crying

She believes in...
She believes in what she sees
And she’s blind when
She can’t see me.

She wants people
And people want her to forget
They don’t have no
One like her

The Sunday Drivers


(creo que para escucharla, tendréis que picar el link de abajo. Estoy pegada en nuevas tecnologías...)

http://www.goear.com/listen.php?v=e2dcd38

miércoles, 25 de abril de 2007

El móvil y el apego


Las nuevas tecnologías son un filón inconmensurable para la regeneración emocional. De la mano de la renovación de soportes, del fashionvictimismo en las TICs, los aparatos que a diario nos acompañan en nuestros ires y venires sentimentales, laborales y gastrocibernéticos se renuevan sin dejarnos espacio para el apego. Hace muchos años un raterillo de Sevilla me ahorró muchas horas de terapia robándome el terminal donde guardaba los sms de la persona a la que más he querido en mi vida. En aquel momento el hurto me resultó doloroso, imperdonable. Hoy lo recuerdo desde lejos con el alivio de saber que aquel quinqui anónimo me libró de la espiral compulsiva de acudir a un bicho de plástico para encontrar respuestas.
La semana pasada cambié de móvil. Sin mucha preocupación, con ligereza. Canjeé mis puntos y salí de la tienda mirando al chisme como el chimpancé de Kubrick al monolito. Por el camino, la saudade me sacudió frente al McDonalds.
«Disculpe señorita... acabo de estar aquí. Me he dado cuenta de que no se me han copiado las fotos y quisiera recuperarlas...».
«Uy... como no compres el cable...».
Tentada durante unos segundos, recuerdas aquella foto-testimonio -a veces es una imagen, otras una carta, incluso hasta un billete de avión -que te recuerda que aquello -para qué más detalles, puede ser cualquier cosa- no fue un espejismo. «Vale 40 euros, pero si tienes mucho interés...».
La voz de la dependienta te sacude las bobadas. Sabes que en esta vida, salvo un saldo de Hoss, unas buenas entradas, una ración de maquis o una tarde de compras locas entre JM y Manuel de Falla, hay pocas cosas que requieran sacrificar cuarenta pavos.
«No... en realidad no hace falta».
Sales de la tienda y te sientes extrañamente libre. La nueva cámara tiene 2 megapíxeles. Y el mundo está tan lleno de momentos exquisitos por fotografiar...

Publicado en La Voz de Cádiz el 24 de marzo de 2007

lunes, 23 de abril de 2007

Complejo de Jo


Dice el Eclesiastés -por lo demás, uno de mis libros favoritos– que cada cosa tiene su tiempo. Hay uno "para nacer y otro para morir". "Tiempo para llorar y tiempo de reír", "tiempo de lamentarse y tiempo de bailar", "tiempo de amar, y tiempo de aborrecer"... En la vida, como en el juego, todos tenemos un camino, un espacio sentimental por el que pasar, unas sensaciones que descifrar justo en el momento en el que contamos con las herramientas, con el código preciso. Si te adelantas pero los lazos del destino son suficientemente benévolos, puede que jamás te des cuenta del traspiés. Es lo que suele ocurrirle a la gente sencilla, cruelmente conocida como simple, a la que yo admiro con especial entrega desde que descubrí que era demasiado tarde. Para esquematizar, se entiende.
Determinadas historias, determinados personajes, resultan complejos, tediosos o incomprensibles en ciertos momentos de la vida. Yo, que aborrecí El Principito para después amarlo irremediablemente, que le cogí manía a las barriguitas que ahora adoro o que siempre me solidaricé con las malas de las películas (eso aún no ha cambiado), entiendo ahora el papel, que siempre de irritó sobremanera, de Josefine March.
Para criaturas no suficientemente familiarizadas con el universo Louisa May Alcott, recuerdo que Josefine, conocida en la novela como Jo, es la incorregible hermana que le da calabazas al ricachón simple de turno. El personaje que vive la primera crisis de la emancipación femenina con final feliz dentro la Literatura (el resto de pioneras terminan irremediablemente azotadas por bacilos indeseables y dramáticas muertes por tos)...
Ocupando un lugar fundamental en la trama literaria, El Complejo de Josefine March -éste sí es cosecha mía– puede entenderse como una reticencia femenina a que las cosas cambien. A que la gente se haga mayor, responsable, aburrida... A que se deje de jugar y de cantar villancicos alrededor del árbol de Navidad (versión clásica norteamericana de lo que hoy podrían ser los cantes en la Plaza Mina cuando ha cerrado ya el último pub del centro).
Como el Síndrome de Peter Pan pero en versión femenina -Esto es, con final responsable, encauzado, idílico– la dolencia asociada a la hermanísima se identifica con un pavor a las relaciones que cambian el establishment -sean laborales, amorosas y hasta políticas-, así como por una tendencia a la traca final literariamente ilustrada por un viaje pobre a la ciudad, una incipiente carrera literaria y un romance con un atractivo profesor de literatura paupérrimo y alemán.
Tiene Jo la desventaja de la complejidad, del querer "un algo más" que no se encuentra en el vecino Laurie, tan monísimo y tan a mano -destinado, por otro lado, a apañarse un arreglo con la hermana chica, también la mar de mona–, y la desventaja de la inmadurez de a quien le da miedo perder su mundo y adentrarse en lo desconocido. Donde no hay juegos en el jardín, mañanas de domingo ni conversaciones femeninas hasta la madrugada... mmmm
Dice el Eclesiastés, en resumidas cuentas, que todo tiene su momento. Yo, algo a destiempo, he terminado por comprender los sinsabores de esta mujercita cargante cuyos instantes álgidos pasaba con el FF del vídeo en las mañanas de anginas... Ahora, me solidarizo un poco con ella y con su miedo a que el mundo se transforme bajo tus pies. En el fondo, la literatura siempre tiene las respuestas y, como bien decía mi progenitora frente a mis ataques de ira ante el clásico cinematográfico:"¿No ves que tiene que encontrar su camino?".
En esa estamos.

jueves, 19 de abril de 2007

Melodía de la semana

¿Es verdad que todas las chicas soñamos con que nos rescaten?
Sálvame, que yo te pagaré...

martes, 17 de abril de 2007

Campaña nada menuda...

A veces, no todo está hecho ya. Lo demuestra la campaña que José Masa (IU) ha hecho para Rivas Vaciamadrid. Un candidato que en pantalla nada tiene de heroico, unos protagonistas lejanos al glamour... La risa como terapia y un ramillete de personalidades del mundo del arte y la cultura riéndose de ellos mismos...
Dicen que el MK político bebe irremediablemente de EEUU, éste tipo de ejemplos demuestran que hay formas más inteligentes de hacer propaganda.
Personalmente me quedo con el momento dentista de Pedro Guerra y esa Almudena Grandes cagándose en la ley D´Hondt...


(es un poquito largo... podía haber puesto los vídeos cortos pero no sabía cuál de todos elegir)

Titulitis


Titulitis no es el nombre de una madrastra con verrugas, es la enfermedad que sacude España a golpes de sueños de humo y azotes salariales. En este país hipócrita donde poco importa lo que sepas y mucho lo que aparentas, si no tienes título, no eres nadie. Nadie te avisa, no obstante, que si lo tienes, lo eres aún menos, aunque ésta es harina de otro costal. Tienen los títulos un halo de estatus en el mundo. Frente a la masa anónima que no sale en la orla y sigue algo azorada ante los que nunca reconocerán en público el montante pírrico de su nómina. Una se cansa de repetir que lo del diploma es aire si careces de talento, si la literatura te da prurito o la economía te la sopla, una se agota pero el título está cada vez más in.
Lo último es sacárselo en sexo. Es a lo que aspiran los alumnos de la Universidad Sexual de Madrid, una institución dispuesta a que términos como bondage o streaptease se conviertan en materia académica. Con un equipo rectoral a la altura de las circunstancias, la iniciativa ofrece formación integral aunque advierte que las dinámicas de penetración no forman parte del programa. Esto es, que nada de fornicar en clase.
Para muchos graciosa, para otros absurda, la noticia ha disparado mi imaginación: «Hola guapa, tengo un Máster de la Carlos Azotes de Madrid, ¿pasamos por mi casa y te enseño mi proyecto de tesis?». Por ejemplo. Entre asustada y absorta, imagino el saturday night plagadito de notas con carpeta. «Traigo la fotocopia de mi diploma en Formación Oral... Soy cum laude». Buagh. Dicen los promotores que a muchos no les basta con la formación autodidacta de toda la vida. Quizás tengan razón aunque, a las pruebas me remito, para mí que en esto, como en la vida, la empresa o la escritura hay desastres y talentos que no entienden de certificados.

Publicado en La Voz de Cádiz el 17 de abril de 2007.

sábado, 14 de abril de 2007

Porque no sólo es una fecha

Si jo l'estiro fort per aquí
i tu l'estires fort per allà,
segur que tomba, tomba, tomba,
i ens podrem alliberar

L. L.

viernes, 13 de abril de 2007

Palabras mágicas


Dice mi estimadísima compañera María Almagro que, después de exhaustivos estudios de campo y muchas investigaciones, encuestas y grupos de discusión, ha llegado a la conclusión de que existen dos vocablos capaces de despertar, casi de manera automática, el beneplácito del personal. Lexatín y Thermomix son las palabras mágicas que unen irremediablemente al auditorio apenas segundos después de ser pronunciadas.
Como los frikis que comparten héroes de papel, los grupies músicas raras o las almas descarnadas historias de desamor, la población civil tiene en ambos productos una especie de asidero sociopsicológico con el que entenderlo todo.
Cada cual -diga lo que diga- tiene su propia movida en torno a ambos productos, cada uno tiene algo que decir dentro de la variadísima escala de intensidades con las que podemos unirnos a sus destinos. Cada uno tiene su historia, en definitiva.
Con el robot perfecto tengo una relación básicamente indirecta, de leyendas que una oye y fantasías que se inventa. Una vez, cuando era aún más pardilla que ahora, oí decir a mi histórico que el trabajo que estrenábamos serviría para que él se comprara una tabla de surf y yo la Thermomix. Sé que no calibró los efectos de aquella sentencia, pero pronunció aquella frase y, entonces, cambió todo. La imagen de mí misma haciendo cremas mientras él se peleaba con las olas me resultó tan insorportable que eliminó al electrodoméstico de mi lista de deseos. Para siempre.
La relación con los ansiolíticos es más delicada. Hablar de ella, sobre todo si es en primera persona -a veces el recurso de "Tengo una amiga que", "Una vez oí que"... no cuela- supone reconocer ciertas debilidades que, sobretodo en los albores de los treinta, no están bien vistas. Después, con los años y los divorcios y las decepciones y la insoportable levedad del ser, todo cambia... Con los años, eres un bicho raro si no consumes. Si frente al Lexatín, el rey de la casa, no tienes tu propio relato.
Mi historia con la pastillita atlética tiene que ver con algo que mi jefa llama esatranquilidadquedasaberquellevasunaenelbolso... Durante un tiempo, en mitad de una historia que casi acaba en una arritmia cardíaca, recurrí a la táctica de La Pildora Presente para tranquilizar los latidos de mi alma arrebolada. Un día, la historia pasó y la pildorilla quedó ahí, como el jersey hortera y los proyectos de fin de semana, como alguna maquinita para niños que mis amigos continúan reclamando para sí.
A veces, cuando recurro al pastillero y la veo ahí, tan pequeña y bicolor, rodeada de enormes ibuprofenos y soluciones para la alergia. Nos miramos con cierto aprecio. Llevamos algún tiempo juntas y, como los amigos descastados, jugamos a saber que estamos ahí.

Melodía de la semana

No sé por qué, pero me encanta...

Belle de Jour

La luz del sol la pago yo
tú el alquiler de las ventanas
lo de las vistas nos da igual
después de vivir cerca del mar


tú y mi obsesión por recordar
el no saber qué va a pasar
tu no imaginas nunca igual
la misma calle
el mismo bar

y puestos tú y yo
de sol hasta la nuca
por la ventana
un tendedero de tu vida a la mía
esa corriente humana
que me aspira
y me deja sentado en sevilla
o Gran Vía

me vuelve loco Belle de Jour
y tu la alquilas en Madrid
Boca de Rosa al despertar
y cuando fuma es Norma Jean

nos vuelve extraños la ciudad
nos llega
un beso y al final no queda otra que inventarse
una manera de escaparse


y puestos tú y yo
de sol hasta la nuca
por la ventana
un tendedero de tu vida a la mía
esa corriente humana
que me aspira
y me deja sentado en Sevilla
o Gran Vía

y puestos tu y yo
de sol hasta la nuca
por la ventana
un tendedero de tu vida a la mía
esa corriente humana
que me aspira
y me deja sentado en Sevilla
o Gran Vía

Paco Cifuentes

martes, 10 de abril de 2007

Lo bello


Quién dice que es bello lo bello? ¿Existe una esencia de las cosas bonitas? La idea de belleza ha sido, a lo largo de los años, uno de los caballos de batalla de las cabezas pensantes. Para Pitágoras tenía algo que ver con la armonía y la proporción, para Platón era una idea suprasensible que muchos jamás llegarían a alcanzar… En sus mil y una cesiones a la cultura de masas, el concepto de belleza ha sido elevado y vapuleado, cambiado y mudado, de acuerdo con peregrinas aproximaciones que tenían que ver –lástima para las víctimas de sus azotes– mucho más con estructuras socioeconómicas que con valores objetivos. Si es que existen…
Mientras Disney proclama que está en interior, un cantautor de Manila habla del compromiso político de los que nos fallaron. Mientras los suplementos hablan de Salud&Belleza y miles de mujeres mueren al año intentando ser mejores, pienso en los verdaderos vectores que marcan nuestros gustos. Que nos hacen estar ahí, en ese concierto, en aquella exposición, leyendo a tal autor o emocionándonos con cuál imagen… La belleza es un concepto complejo, colectivo y personal en proporciones cambiantes, extrañas. Habitualmente hiperexpuesta a estímulos sensoriales, identifico la belleza con ese raro arrebato del corazón que, a veces, si es muy intenso, puede hacer que se me escape alguna lágrima. Así, de regreso del centro, mientras suena en mi ipod Lascia ch'io pianga y el viento frío me da en la cara…
El pasado mes de enero uno de los mejores violinistas del mundo, Joshua Bell, se camufló de músico callejero para tocar en el metro de Washington con un Stradivarius. Habituado a llenar teatros internacionales a 100 dólares la bucata, sólo recaudó 35 y apenas un transeúnte se paró a escucharle. Sonaba Partita número 2 en Re menor de Bach. Dijo que aquello «fuera lo que fuera, le hacía sentir paz».

Publicado en La Voz de Cádiz el 10 de abril de 2007

lunes, 9 de abril de 2007

Los labios rojos


Él: No sabía si sería capaz de reconocerte. Hacía tanto tiempo… Sólo sabía que llevarías los labios muy rojos.
Ella sonrió y batió las pestañas. Respiró despacio y echó la cabeza a un lado.
Él: No me equivocaba.
Nunca más volvió a perderla. A partir de entonces, la encontró entre los colores del Pantone, en las latas de cola, las flores del balcón, los bordes de la agenda telefónica, las fresas, las rosas de plástico y las auténticas, los esmaltes de uñas, los rotuladores de la oficina, los autobuses de línea, las sillas del restaurante y los sillones del teatro. La vio en las cerezas y en ciertos zapatos de tacón, en las cajas de cereales y en las portadas de los discos, en las señales de tráfico, en las bufandas, en ciertos atardeceres y en las manzanas. En la sangre. En la furia y en el pudor. Acodada, sin querer, tras los arrugados pétalos de las amapolas, en ciertas proclamas revolucionarias, en la ropa de los cardenales y en los sex shops. En algunos labios, pero no en todos.


Feliz cumpleaños...

viernes, 6 de abril de 2007

Frases célebres

Pablo: "La intimidad para quien se la trabaja, como la tierra"

Le petit mec


¿Cuán importante puede ser alguien a quien no conoces? ¿Cuánta atención puede llevarse un fantasma que no tiene nombre, ni apellidos, ni sabe cuál es tu comida favorita o que detestas las películas de Jim Carrey? En las antípodas de las relaciones tradicionales, los nuevos tiempos imponen renovados códigos entre los seres humanos. De repente, en mitad de la noche, y ante el estupor de quién se pregunta cómo alguien es capaz de entregarse a quien acaba de conocer, una pareja intercambia fluidos sin que el momento –arrebatado, sensual, casi cinematográfico- tenga porqué trascender…
A veces la instantaneidad de la escena impide el intercambio de identidades, de datos que en otros casos, en otros momentos, son fundamentales. Una escena aparece en mi cabeza. Chica conoce a chico. Chica y chico se gustan. Chica y chico quedan. Chica y chico vuelven a quedar para salir. Chica habla con sus amigas del tema:
-Esta noche he vuelto a quedar con el buen chico… es súper tierno…
-¿Cómo se llama?
Entonces escuchas la risotada general….
-No lo sabemos… -suelta la tercera en discordia.
-¿Cómo? ¿Qué? No jodas… pero si te gusta…
-Ya, ya…-la protagonista coge fuerzas- pero el primer día no me quedé con el nombre, estaba nerviosa, habíamos bebido, había ruido… y ahora me da apuro preguntárselo…
“No me lo puedo creer”, te repites antes de soltar una carcajada nerviosa y empezar a cavilar una estrategia de recuperación nominal que no hiera los sentimientos del tipo ni deje mal a tu colega…
-¿Y como le tienes en el móvil?- escupes reaccionando de repente.
-“Le petit mec”…
-Ok… de puta madre…- vuelves a descojonarte porque, hay que reconocer, tu amiga es un crack.
Vuelves a casa pensado que qué suerte tienes de acordarte y, para qué mentir, hasta algo resabiada con el tema, te dices: “Claro si es que la gente no se centra”. Unos días más tarde, en un bar, un chico encantador se te acerca para saludarte.
Bla, bla, bla… Bla, bla, bla…
-Bueno, pues ya nos vemos… - te despides, al rato, con cara de haba.
-Tía –irrumpe tu amiga- ¿Por qué no lo has presentado? Si es monísimo…
-Sí, ya lo sé, no me lo digas… le conozco de desde hace millones de años pero es que no me acuerdo de su nombre.
Entonces te llega la ducha de humildad y reconoces lo absurdo de todo esto. En la vida de una siempre hay un petit mec a quien no quieres herir los sentimientos… Alguien que tiene un pequeño papel sin nombre en tu vida. Es un nuevo fenómeno social de la vida moderna y, además, ¿quién está libre de convertirse en la petite?

jueves, 5 de abril de 2007

miércoles, 4 de abril de 2007

El diente de leche


A una le encantaría que todas las ideas geniales que maneja le pertenecieran... Como afortunadamente no es así -no habría quién nos aguantara- se consuela con la cita de autoridades bibliográficas para este extraño ir y venir de conclusiones raras que son las relaciones sociales. Me recuerda una de las arpías la nunca convenientemente valorada teoría de El diente de leche. Una producción B. C. para todos los públicos ideal para analizar las relaciones allá donde quieras escudriñarlas.
El diente de leche es esa pequeña pieza dental que un día se cae activando el protocolo de intervención del Ratón Pérez. Es un apéndice de calcio que acompaña a uno durante años, experimentando nuevos sabores, salvando la accidentada amenaza de mil golpes y caídas para, al final, elegantemente, caer un día y dejar paso al diente auténtico que, siento joderles la parte mítica, a veces no lo es del todo y termina siendo sustituido por una pieza made in taiwan, permanente o versión puente, según los presupuestos.
El diente de leche, como todo lo que nos acompaña durante años, desarrolla en nosotros una cierta dependencia emocional. El día en el que el tiempo -¡Oh! cruel tic-tac- decide que ya pasó su momento, la pequeña pieza empieza a balancearse a pesar de nuestros afectos. Hay veces en la que el desgarro se hace tanto esperar que asistimos con miedo a cada bocado o terminamos con agujetas en la lengua de tanto hurgar y comprobar cuánto le queda...
"Uno sabe que al final va a caerse, pero continúa dale que te dale", resume la aprendiz de arpía.
Frente al diente en movimiento, uno sabe que lo mejor es que el trago pase lo más pronto posible. Un pequeño tirón y ya. Algo de sangre, y la carne luce preparada para recibir nuevos depósitos de calcio... Cualquiera sabes estas cosas aunque hay en la vida gente muy conservadora y, porqué no decirlo, también un poco cobarde. Estos parecen no tener prisa... Son los que esperan a que el diente se caiga por sí solo, a pesar de haga mucho tiempo que no lo sienten suyo... Los hay que adoran la calma chicha de una pieza que se apoltrona para siempre, que termina compartiendo el espacio con otros elementos dentales de nueva creación.
(Todos hemos conocido alguna boca de estas características).
Alguno habrá que aún no se haya dado cuenta de que no es precisamente de dientes de lo que estamos hablando... El diente de leche tiene, en la vida de cada cual, un nombre y un rostro reconocible... Cada biografía, cada experiencia, repite ante los piños su propio esquema prefijado. Están los que lo arrancan rápido, con o sin dolor; los que tontean durante semanas, meses, torturando al diente hasta que termina cediendo ante tanta agresión; los hay que tienen suerte y lo ven caer de un día para otro; los hay que conviven durante años con varias piezas; los hay que lo conservan para siempre; también los que años más tarde, obligados por las circunstancias, van a que se los arranque un dentista, o un experto en psicoanálisis.
La teoría de los dientes de leche es aplicable, como ven, a multitud de circunstancias... Inmersos en nuestras particulares batallas sentimentales, a veces, creemos que nuestros dientes, nuestras historias, son únicas e intransferibles. En realidad, suelen estar bastante vistas y responder a esquemas previsibles. Una pena...
Todo el mundo sabe qué son las piezas dentales resistentes, el miedo a la sangre y la tensa espera. Como ayuda previa, vaya por delante la advertencia de que, hagan lo que hagan, si deciden quedárselo, no les vendrá el Ratón Pérez.

martes, 3 de abril de 2007

Desmemoria


«No sé qué tiene esta niña en la cabeza».La mujer termina de servir la mesa mientras repasa el anecdotario de su partenaire de fatigas, de su compañera de trabajo, veinticinco años más joven que ella.
«Mira que yo tengo poca memoria... pero es que esto...», se lamenta después del amanecer con los nietos, del mediodía con los abuelos, de la empresa, de la casa, de los vecinos y de esa gran fila de cuestiones que dependen de ella. «Si yo me olvido de mis medicinas...», suspira sin saber que su desmemoria, selectiva, siempre la atañe a ella.
Desde el otro lado de la cocina, arrebujada en su toquilla, la abuela se atreve con una explicación. «Es que no está en el trabajo». Tú, sentada a un lado de la mesa, disfrutas ese potaje que desde hace años es impensable en tu cocina y asistes a la escena con una cierta culpa. La de saber que también eres de la generación de la desmemoria, del despiste y el braintrainer.
Escuchas el debate tú que andas perdida sin la agenda del móvil, que funcionas con alarmas y ensaladas que, una vez cada dos meses, asistes a la retahíla: nosécómotienesperroconestavidaquellevas. Por un instante, sientes la tentación de explicarles que tal vez era algo que llevaban los yogures, una sobredosis de bollicao o un compuesto químico que en los 80 contaminó el ambiente... No sabes cómo decirles que nuestro ADN ya no elabora planes de comida, ni cuida a miles de personas, ni tan siquiera a nosotros mismos.
A estas alturas de la película no vas a enredarte en valoraciones morales, en qué es mejor o qué hemos conseguido. Hay mujeres, la mayoría más de veinte años mayores, a las que admiro desde mi pequeña esquina del mundo. Sonríes con cara de pava y metes otra cucharada en el plato de humeante. Esa, y ahí sí lo tienes claro, es una conquista que tu generación ha perdido.

Publicado en La Voz de Cádiz el 3 de abril de 2007