jueves, 24 de septiembre de 2009

Lejano y solo

Supongo que hay realidades de las que debe escribir otra antes de que ciertas implicaciones emocionales frente a las que todos somos vulnerables la atraquen a mano armada. Antes de caer yo misma en las garras de una historia similar -relatos siempre preparados para embaucar a buenos muchachos y muchachas enamorados del amor y desengañados de la vida moderna- creo que ha llegado el momento de estudiar, o al menos comentar a fondo, el fenómeno LYS o Lejano y Solo. Un prodigio del deleite cibernético, la soledad abisal del siglo XXI y el amor platónico cuya incidencia y amenaza vírica no me deja de asombrar.

Lejano y Solo, en su abreviatura y condición masculina, LYS [ya saben mi fascinación por escudriñar pseudocientíficamente los pormenores de la nueva condición del género XY] es ese tipo que aparece en tu vida en forma de nebulosa figura perfecta e impalpable. Reducto de una fugaz relación laboral (véase Relaciones Esporádicas Relacionadas con Auditorías, Congresos y Otros Ágapes Allende tu Provincia), amistosa (véase Amigo Lejano Invitado a una Boda, Primo Segundo Reaparecido y/o Vecino Temporal de Domicilio) o sentimental (Véase Fin de Semana de Flirteo con Inimaginables Consecuencias), LYS aparece en tu vida enmascarado en la suavidad de una relación no vinculante.

Ese chico mono al otro lado de aquel correo que, sorprendentemente, te dignaste a contestar, ese encantador individuo de mediana edad que te pregunta si sabes algo de aquella simpática pandilla en la que, aquella vez allá por el año dos, coincidistéis. Es el siempre dispuesto al otro lado del chat, que entiende cada una de tus neuróticas manías.

LYS entra por esa temible e inconmensurable puerta de la compasión, ajena y propia, se cuela entre las rendijas de aquello que viven, sienten y padecen los demás y por lo que vive, siente y padece una tras largos años de tragar bazofia sentimental a través, predominantemente, de largas sesiones de comedia romántica. LYS vive al otro lado del hilo telefónico, responde instantáneamente, como el cacao en polvo despojado de harina, a tus mensajes de chat, y siempre tiene una palabra amable cuando -cansada de diez horas de curro, varios meses de relación a la deriva y a merced física y mental de los poemas de Pedro Salinas- regresas a casa con ganas de que alguna revelación mística de sentido a las últimas decisiones que, ajenas y propias, gobiernan tu vida.
A LYS no le gustan los chuchos como el que aguantas desde que hace años sellaste con un catering y un anillo tu unión para toda la vida. O al contrario, adora a tu mascota -despeluchada y canija- en contra de la opinión de tu pareja de que es un bicho maleducado y baboso al que tu malcrías. Por unas extrañas conexiones entre telepáticas y místicas que expertos de la NASA se empeñan ahora en descifrar, LYS sabe exactamente qué es lo que necesitas. A LYS le apetece muchísimo la estampa familiar de la vida en familia, o dejarlo todo y montar un chiringuito en la playa para nunca quitarse las zapatillas. A LYS no le controlan sus amistades, ni su trabajo, ni su familia. Es un ser de otro mundo, emancipado y acostumbrado a dejar hecha la cama por las mañanas, recoger el baño y conocer las últimas técnicas de sexo tántrico gracias a su enorme interés, laboral y psicológico, por la formación continua.

LYS te entiende. LYS te apoya. LYS, simplemente, está demasiado lejos, y está demasiado solo. Suficiente distancia física y mental para encajar, como la cabeza al sombrero, con ese modelo inalcanzable que a Candy Candy se le murió en la primera temporada por subirse imprudentemente a un caballo.

LYS tiene, habitualmente, una historia incomprendida e incomprensible que despierta, irremediablemente, tu ternura, tu afán de madre, de gallina clueca con carrera universitaria, proyección profesional y varios idiomas pero, al fin y al cabo, gallina clueca. Es un hombre taaaaan solo, es un ser taaaaan incomprendido. Con tanto amor que dar, con tanto amor que recibir. Mientras tú vas acicalando tu proyecto de arte efímero, tu performance humana sobre el hombre perfecto, LYS tiene una vida que, misteriosamente, le aleja de ti un día. Le borra de tu bandeja de entrada como spam imperfecto. El número al que llama tiene en este momento sus llamadas restringidas. LYS se ha esfumado y, con él, el torbellino de imágenes ideales que, como mariposas, coronaban el espejismo de un reencuentro en la estación o frente a la puerta de salida de la T-4. No, en la estación. Es mucho más cinematográfica.

LYS un día desaparece y te deja despeinada, sola, confundida y como si hubieras preparado con esmero una fiesta a la que no asiste nadie. Te quedan los ganchitos blandos de la humedad, el jamón reseco y el queso semicurado que, ligeramente sudado, se ha doblado hacia arriba como tus nervios destemplados y desollados, una vez más, resentidos por haberte construído una vida idílica a base de ingredientes anorgánicos y anorgásmicos -recuerden que LYS nunca llega a tomar cuerpo presente-.

La única ventaja para LYS -además de la proyección indirecta en SU vida verdaderamente real (véase Hombres que Nunca te han Dicho que Están Casados, Hombres que Nunca te han Dicho que Están Pirados)- es que se trasmuta en una especie de recuerdo informe -¿esto fue real?- que termina acodándose, como el difunto Patrick Swayze, en ese lado del cerebro dónde habitan los guionistas de series y películas psicológicamente tremendas. El paso del tiempo ha conseguido mutar al LYS en muy variadas variantes variadamente amenazantes para la individua aún no resignada a que el principal valor de una relación afectiva reside en la utilidad y no en la posibilidad posible de que posiblemente cambies suficientemente como para que lo nuestro deje de ser imposible.

Bueno, me queda algun trabajo de campo para llegar a algo parecido a una conclusión. Así que mientras tanto, tengan cuidado, échense factor 15 incluido en la crema hidratante, procuren no abusar de las bebidas con gas, duerman a partir de siete horas y recuerden que, como dice el sabio refranero español, más vale solo que mal acompañado. Además ¿es que a más de 3 metros de distancia se puede decir que alguien te acompaña?

Frases célebres

Anabel: "Yo sospechaba que un cuerpo tan perfecto no podía ir acompañado de una mente brillante".

Frases célebres

El sms de Lolo: "Ni rastro de Fátima. Fui, la busqué, no la vi, la llamé, no me contestó. Y me he ido a desayunar solito. Es mi vida".

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Sueños, buceos e interpretaciones místicas

Número desconocido, 11:16 a.m.

-Vilamor...
-Mmmm... Oh... ¡Eres tú!
-Te llamo porque hoy he soñado contigo y me he dicho, voy a ver cómo está...
-¿Bueno o malo?
-Raro... Nadábamos por el fondo del mar. Íbamos enfundados en neoprenos y tú nadabas delante pero yo iba empujándote por los pies, te ayudaba a bucear.
-????
-Después subíamos a la superficie y llegábamos a un puerto y alguien te reclamaba y tenías que irte, aunque yo no quería, me quedaba un poco enfadado.
-¿Y entonces?
-Entonces ha llorado el niño y me he tenido que levantar.
-Ah... Bueno, pues yo creo que a lo mejor quería decir que podía nadar sola. ¿Tú qué crees?
-Mmmmm... que sí.

Cuando los cuentos dejan de ser dibujitos...

...y los príncipes son los chicos malos del barrio, que no son malos, que son buenos y encantadores, y bailan bien y dicen cosas como "Nadie arricona a Baby" y crean inalcanzables modelos imposibles que te dejan tarada para siempre...

Frases célebres

Javi: "Fatimita, te voy a dar un consejo: los hombres mienten"

lunes, 14 de septiembre de 2009

Frases célebres

Jaume: "En su caso, más que un complejo de Peter Pan, hablaríamos de un complejo de Nenuco"

Libros de verano y heroínas a medida

No sé si alguien dijo alguna vez que los héroes se construyen a la medida de nuestras debilidades. Una frase de tintes redondos que, de no existir, creo firmemente que alguien debería enunciar lo más pronto posible. Sólo para que el resto la reproduzcamos en nuestras entradillas periodísticas, sólo para poder repetirla cuando analizamos los mitos con los que sobrevivimos a, ante, bajo, con, contra nuestro tiempo. Los héroes -sobre todo los inventados aunque, analizándolo bien, todos los héroes tienen algo de inventados- son como las retribuciones pías, una especie de entelequia necesaria para creer que todo tiene un orden, un sentido. Si eres bueno, te pasarán cosas buenas; la maldad siempre tiene su castigo; el tiempo pone a todo el mundo en su sitio...

Necesitamos a los héroes como necesitamos repetir el cuatro esquinitas, echar cada jueves la primitiva o meter un sobrecillo de azúcar en la cartera. Necesitamos a los héroes para perpetuar esa estúpida fábula humana en torno a la idea de justicia. Varias mujeres que conozco, después de años de vagabundear alrededor de difusos discursos sobre lo femenino, acaban de encontrar el suyo.

Proviene de los libros -lo que es más que curioso en los tiempos que corren-, es una hacker esmirriada que no teme al dolor físico y gasta un cerebro prodigioso capaz de descifrar enigmas matemáticos. Todo ello estratégicamente mezclado con una independencia que roza lo antisocial, una sexualidad misteriosamente indefinida y una deliciosa moralina del ojo por ojo a la que nadie puede permanecer indemne. La heroína creada por Stieg Larsson para su trilogía Millenium terminó devorando al avezado periodista asalta camas del primer volumen para protagonizar el fenómeno literario más importante de los últimos años. Un conjunto de tres libros preñados de tensión, misterio, acción y venganza justiciera de corte femenino pero, para descanso de muchas, despojadas de género. O al menos, de esa pátina de cursilería, sentimentalismo y complejos con las que machacan a mi género.

Que las novelas no vayan a pasar al canon, que sus argumentos sean sospechamente cinematográficos y su prosa facilona y nulamente poética no le quita mérito a estos colosales libros/thriller que han reconciliado a más de uno con la lectura. Ha llegado ya el verano y muchos ya incluyen el pesado volumen con la crema de la playa, la toalla y el bocadillo. Literatura fast food para consumo masivo. Muchas son mujeres que se sonríen íntimamente cuando el varón indeseable que no ama las mujeres se lleva su merecido. En el fondo, el difunto autor no ha inventado nada aunque lo haya renovado todo. No es más que el modelo de héroe justiciero, el modelo que habla de dejar de ser víctimas para pasar a partir dientes. Alguien debería decir que no es más que una heroína a la medida de las vergüenzas de nuestro tiempo.


Publicado en el Boletín Rivadavia nº 41
(Fundación Provincial de Cultura)


.... y no fui la única

viernes, 4 de septiembre de 2009

Cosas de niños

Paula tiene cinco años, Mari, sesenta y cinco. Paula está cepillándose los dientes.

-Tía Mari, ¿Tú no tienes marido?
-No.
-¿Y nunca has tenido marido?
-No.
-¿Y porqué no has tenido marido?
-Pues porque estoy muy bien sola, vivo muy tranquila.

Paula hace una pausa para enjuagar el cepillo.

-En realidad tienes razón. Los maridos roncan mucho.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Reset

Mi habitual falta de paciencia me empuja, inexorablemente, al ritual del reinicio -que no iniciático, ay...- innumerables veces. Con los dedos dislocados de apretar botones, la cabeza confusa y expresión de noséquénaricespasa, todo aparato electrónico -el último, el teléfono, aunque también he tenido sesiones con el microondas- cercano a mi morada se ha expuesto a la impiedad de mi tirón de enchufe. Hoy, animada por una extraña poética del cable y el nervio, del virus y la pesadilla, del portátil y los sentimientos, pienso que una puede intentar mil formas de solucionar ciertos entuertos pero que, en la vida, como en la electrónica, un buen punto y aparte suele dejarte nueva.

Por eso hoy abro los ojos al parpadeo de mi propia pantalla -ésa que no es plana sino llena de contornos, ésa que no tiene alta resolución, sino un millón de dudas- que, lentamente, ha recolocado cada pieza, recomenzado cada proceso, con la lentitud de toda máquina que, electrónica o humana, sabe que pierde agilidad en cada intento.

Una, como el viejo pc del cuarto de dentro, pierde frescura y pierde inocencia, a una se le escapa la cometa blanca y la velocidad de procesamiento, pero gana cierto peso y ese autoafecto inevitable que tenemos a los trastos viejos. Ésos que continúan funcionando, sin fallarnos, reseteo tras reseteo.

En el camino, me ha salido una mancha en la frente -"Bienvenida a los treinta", me diría A.M-, he conocido el reino de las sirenas, el beneficio farmacológico y la fuerza centrífuga de un buen puñado de cómplices. He perdido peso -como cuatro kilos de carne y varias toneladas de lastre- y he comprobado, estupefacta, que nunca somos quién decimos, que siempre podemos descubrirnos, asustarnos, que nunca estamos completamente hechos, ni somos completamente sinceros.

Contemplo la máquina, me palpo el cuerpo, me interrogo sobre quién fui y porqué, sobre quién seré, sobre esos sentimientos que fueron y que hoy tienen perfiles de mal sueño, sobre los amaneceres de sudor y pesadillas, sobre los amaneceres dulces del verano, sobre un amanecer borroso que me enfrentó con el espejo. Contemplo mi cuerpo y me pregunto dónde empiezo. Y pestañeo.

Refulgen luces en la pantalla, dejo que surjan poco a poco las caricias, las palabras, las personas. Renacen al contacto con la corriente eléctrica, son los guardianes de secretos, quedan cuando la avería ha desaparecido como los personajes del mal sueño, son lo no prescindible, son lo no transitorio. Estoy habituada a verles aunque no siempre los encuentre, son los que me construyen y construyo, iconos de mi escritorio.