lunes, 18 de octubre de 2010

De plásticos, bosques y patos

Ya me advirtió mi amiga Ana que lo de hacer obras en casa era un riesgo que se contaba entre las tres principales causas de depresión -en las otras dos, para qué pararse-. No obstante, y a pesar de la advertencia, desde que hace unos meses me lancé al imperio del Mujeryaquetemeteslohacesdeuntirón, mil y dos veces -mil y tres, si me apuras- me he acordado de su advertencia. "Así que ya sabes, si te pones triste, relativiza...".

Con la mitad de la casa respirando cierta ordenación humana y la otra mitad sumida en el desastre, una empieza a comprobar cómo tanto polvo, tantos euros gastados unos tras otros, tantas noches durmiendo en un ladito de la cama, tienen cierto efecto narcótico o depresor. Cierto efecto telaraña que, como las ramas, te impiden -tarjeta de felicitación dixit-, "ver el bosque en todo su esplendor". Un bosque que, ahora lo sé, es, en esta metáfora doméstica, fresco, verde y bonito aunque a veces una lo imagine lóbrego y oscuro cuando se propone - en mitad del caos- hacer un ejercicio de relajación. "Hija mía, ¿No puedes imaginarte una playita llena de cocoteros?".

Mi bosque, detrás del laberinto de cajas y plásticos blancos de Todo a un euro, se deja ver entre entre las visiones espectrales de lo que fueron mis muebles, mis trastos, mi vida -tan pesada ahora que lo pienso- metida en cajas de las que traían Iván y María como una colecta diaria después de la jornada de playa. Entre las ramas del bosque -de las pastillas de cetiricina, de los relajantes musculares- sobresalen las dos Anitas agrupando bultos y haciendo albaranes para el Punto Limpio: el de los Trastos Inservibles, en el de los Absurdos, el de los Potencialmente Dañinos para la Neurosis... "Mira, mira, aún guarda esto. Lo de ésta es grave. Mira, mira".

Sobresale Alberto, el pintor y perlitero que se llevó bien merecido el corazón de Leica -"Ella y yo somos amigos, compartimos el bocadillo, ¿verdad chica?", me anunció un día, uno de los pocos en los que coincidimos: "Trabajas demasiado, ¿así como te vas a poner buena?". Sobresale Jaume, tan entregado en su faceta de chapuzas, que fue capaz de romper y hasta superar muros. Javi moviendo muebles: "Loca, que sepas que esto lo hago por lo pides con arte". Y, finalmente, Juanma y Darío, colaboradores milagrosos y especialistas en la ingeniería mobiliaria de IKEA. Este fin de semana salí de Mostar para volver a una casa. Y hoy, a pesar del volumen de la ropa pendiente de plancha, a pesar de cajas por abrir, del cemento por rascar, me siento en el sofá que queda, desde donde se puede ver el bosque, y doy las gracias.

Trabajo en equipo, que se llama. Generoso, desinteresado. Trabajo de pizza a domicilio, trabajo de comida china, de olla que llega de Sevilla para ser calentada. "Ya sabemos que en tu casa hay poco plan de almuerzo". Todo para enseñarme que no todo es dolor de cuello, dolor de hígado o de espalda, que hay alivios humanos, ramas verdes, fuertes como brazos, en un bosque que tiene que ver conmigo, con los afectos voluntarios, que una se gana a pesar de ser tan petarda.

Antonio dice que hay una teoría sobre el trabajo colectivo que se basa en las pautas de conducta del pato mandarín. Uno dirige, los otros le animan. Luego se cambian, uno es líder, luego descansa. Desgraciadamente, no he podido encontrar ninguna referencia a la teoría aunque, referenciada o no, la cito porque me encanta eso de imaginarnos a todos como una bandada. Al fin y al cabo si es de patos lo de colaborar en el proyecto, muchos patos llenan mi vida, mi bosque doméstico, estas semanas.

Es una suerte que hoy me siente delante del ordenador y sea capaz de verlo. Al fin y al cabo, obras de por medio o no, podría relamerme las heridas, entregarme a las grietas de los zócalos y seguir mirándolo todo a través de otros bosques que no son míos. Perderme, al fin y la cabo, el espectáculo de afectos que sucede cuando observo a través de los plásticos.

Lo dicho, muchas gracias.

sábado, 16 de octubre de 2010

Junto a los poetas de EC3

La Estrella Invitada más invitada que nunca en la galaxia Creativa de EC3. Charla entre gente de muy lejos, de muy cerca, en En-Palabras, con los poetas Farouk Ait Nasser, Juan Emilio Ríos Vera, Javier Cádiz, Nuria Ruiz, Antonio Lucena, Leonor Villaseñor, Gaspar Lloret, Julia Jiménez, Alfredo Trujillo y Asunción Sotomayor.

Lo mejor, un momento mágico, ritual, de voces acompasadas e idiomas diversos. Todo para recordar que la poesía, más allá de prejuicios, tiene algo que ver con la oración.

¿O era la oración la que tiene algo de poesía?

miércoles, 13 de octubre de 2010

Soluciones

Anabel: "¿Sabes que mi amiga Marta va a clases de crecimiento personal? Ni psicólogo ni nada, está encantada con sus conversaciones con el Universo........."

[las cursivas prolongadas son de ella]

Ideologías posmodernas

Al final, miles de voces unidas, son capaces de cambiar las cosas...

Mmmmm.... Flipo con las grandes gestas colectivas de mi tiempo... Y, lo reconozco, tienen razón. Mucho mejor como estaba ;)

sábado, 9 de octubre de 2010

Y no seas...

Q dice a veces que piensa en eso tener una niña. "Lo pienso y no lo pienso. En en el fondo, estoy bien como estoy. Uno, y es un chico". Me dice un día. "Creo que para haber tenido un sólo hijo, es una suerte que haya sido un varón". Levanto los ojos como platos. Estamos en la cafetería del Corte Inglés -hemos llegado a punto de que la hora del menú se acabe pero el camarero es amable, consulta si puede servirlo, "aún estáis a tiempo"-. Casi ha empezado el verano y le meto un sorbo a mi bitter kas. Es lo que pido cuando no sé qué tomar. "¿Has visto? Han cambiado el diseño de la botella".

"¿Pero qué estás diciendo?". Reacciono y me dejo caer en el sillón acolchado esperando rebatir ese argumento incoherente que me suena al control de natalidad chino. Detrás de Q se ve, desierto, un trozo inmóvil de Cortilandia. En mi ciudad, una especie de equipamiento estable e inerte, un parque de atracciones fantasma que nunca tuvo demasiado uso, que no sé si alguna vez tuvo uso.

Q es una mujer independiente, de comentarios brillantes y una mirada de mieles iridiscentes. Estoy apoyada en el sillón acolchado, absorta, esperando su respuesta. "El mundo es más fácil para un varón. Estoy cansada de verlo: en trabajo, en la vida, en el colegio del niño, en la familia. Los hombres cooperan, se ayudan y, sobre todo, tienen una capacidad especial para evadirse de ciertas cosas y que no les dañen". Q agita la cabeza para retirarse el flequillo, su expresión es serena, es algo sobre lo que ha meditado mucho. "Nosotras, por defecto, nos pasamos el día analizando, esperando, sufriendo por lo propio y por lo ajeno. Vivimos en un mundo de hombres, intentando alcanzar algo que a ellos les viene dado, intentando ser mejores para merecérnoslo. Y en ese camino, nos llueven los golpes: de ellos, de la sociedad, entre nosotras mismas. Sé que parece el tópico de siempre, pero es lo que es".

El camarero ha traído los menús y seguimos dándole vueltas. "Tu comentario es más que políticamente incorrecto. Ten cuidado dónde lo haces...", le contesto. Q deja caer los ojos como suele hacerlo siempre que va a dar una opinión, analítica y certera, sobre cualquier cosa. "Sí, es cierto, suena horrible. Ojalá pudiera decirte otra cosa, pero es como lo siento. Sólo tengo un hijo y creo que es una suerte para él ser un chico. Nadie quiere ver sufrir a lo que más quiere y las chicas... las chicas sufrimos constantemente".

Me paso el verano dándole vueltas al tema. Me viene a la mente a menudo la imagen de Q, elegante con su vestido estampado, superpuesta sobre la cigüeña lejana de Cortilandia. Relaciono los conceptos, doy la vuelta a los grandes mensajes de nuestras madres, a las grandes exigencias de nuestro tiempo. Miro a mi alrededor las historias de mujeres más o menos amadas, más o menos detestadas, raramente ignoradas. Porque las mujeres, para nuestra desgracia, raramente pasamos por alto algo, alguien. Estudio sus pasiones y sus intrigas, su capacidad de afrontamiento. Miro las listas del paro, leo libros, diarios y suplementos. Escucho sobre la silla de madera del bar del barrio la historia de otra amiga, me escucho contar la mía por teléfono.

"Pienso mucho en aquello que me dijiste?". "¿Síiii?". Q se ríe con cierta timidez. Es otoño, tomamos una cerveza. El tema se abre a los selectos asistentes en una terraza del centro. Cuatro mujeres y un hombre. "¿Pero qué estás diciendo? -interrumpe él- No creo que sea tan grave como lo planteas... Las tías siempre estáis con lo mismo". Yo le miro a los ojos y él abre mucho los suyos, muy azules y absortos. Es un hombre especial, con una capacidad única para ver y sentir cosas que a menudo nadie se plantea. Finalmente, después de dimes y diretes, de lugares comunes en torno al victimismo femenino, ciertos argumentos hacen caer las barreras. "Bueno, sí... Es cierto, en eso las mujeres sois la leche".

Ese día no duermo en casa, charlo con un amigo hasta muy tarde y sigo pensando en esa idea. En tener la capacidad o no de pasar por encima de las cosas, en la condena genética de la empatía, en la condena social del perfeccionismo... En la exigencia de ser mejores, más bellas y más buenas, más platónicas para, entonces, que alguien pueda aplastarte en Operación Preventiva porque se te presupone una arpía. Y no parezcas débil, y no llames la atención, y no digas lo que piensas, y no le des tanta importancia, y no te importe lo que piensen, y no seas dependiente, y no te fíes de nadie, y no te preocupes por nadie...

Y no seas mujer, al fin al y cabo. O, al menos, no lo seas como te enseñaron.




La foto: Gata Flora, de Catalina Bartolome.

jueves, 7 de octubre de 2010

Maneras de salvarse

El otro día, la respuesta estaba refugiada en el taller. Hoy, todo se entiende en casa de Asun y Marcelo...



"El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquél que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio".



ITALO CALVINO (1923 - 1985)
Las ciudades invisibles


* El dibujo es de Jordi Labanda, que Anabelita amenaza por denunciarme por no respetar los derechos de autor...