suelo es completamente plano. Sin aceras, sin cambios de rasante. No hay
esquinas ni nombres en las calles. Corres sin saber cómo te funcionan las
piernas. Has oído a Oriol hasta hace poco. "Corred, coño, corred. Joder, por
ahí no, a la derecha". Joder, joder, joder. A tu madre no le gusta que digas
tacos. Piensas en eso y en la última bronca porque pegaste a tu hermana.
Paras. Una víscera podría salirte ahora por la boca. El corazón te explota. Que
les siguieras que iba a flipar con ellos, que a mí me abriría la puerta. Lo que ha
explotado es ese puto cajero. ¿Qué coño ha pasado? Sabes que tienes corazó
n porque tienes miedo. Los oídos, la cara, podrían no ser tuyos. No sientes
nada más. Sólo miedo. Un miedo de verdad, joder, miedo que no habías
conocido nunca.
Estás escondido en un portal que no reconoces. No sabes en qué momento te
has quedado solo. Crees que Ricard se ha caído. No puedes comprobarlo
porque si vuelves, te encontrarás con toda mierda que has creado tú solito.
Bueno, solo no. Tú sólo has abierto la puerta. Te han venido a llamar porque
sabían que no les dirías que no. Porque es un puto honor que te pidan algo,
coño, sentarte con ellos en la mesa del bar cuando acaben las clases, dejar de
ser un pringado con granos y compartir con ellos el canuto de final de clases.
Por eso han venido a buscarte, porque sabían que ibas a decir que sí. Sí a
cualquier cosa que te pidieran. Incluido engañar a la vieja pestosa esa. Joder,
se suponía que lo tenían controlado hijos de puta. Se suponía que la harían
salir corriendo, que la verían pegar saltos con el culo abrasado. Decían que ya
lo habían hecho una vez con el tipo del BBVA de Mandri. Iba de echar unas
risas, coño. ¿Quién ha tenido tiempo de reírse? Solo correr. El bidón de
disolvente ha sido. Coño, coño, la vieja, el cajero, todo a la puta mierda.
Seguro que está muerta. Joder, joder, joder. A tu madre no le gusta que digas
tacos.
Empiezas a reconocer las esquinas de las calles, te orientas como puedes
porque en esta mierda de barrio todas parecen iguales. Tú casa está muy lejos
pero está muy cerca. Tu casa aún no ha explotado. Sólo importa que no digas
tacos y aguantar a la idiota de tu hermana.
Intentas que nadie escuche cómo te late el corazón, no despertar a nadie. En
la cama aún te tiemblan las manos. Crees que no volverás a dormir pero un
rato después caes rendido. Sueñas con el porro de después de clase. Con
Marta que te ha guiñado y te ha dicho "¿les conoces? ¿Son tus amigos?".
Contigo saliendo con ellos del bar compartiendo una cerveza. Con los ojos de
la vieja que se ha desperezado para abrirte la puerta del cajero. Con el hedor a
cuerpo sucio y a sueño. Con las patadas. Con el bidón. Sueñas que te
despiertas y no hay por qué tener miedo.
Cuando suena el despertador tus sabanas huelen a limpio y Paulina,
almidonada, se asoma a despertarte. "Tiene el desayuno puesto, su madre le
está esperando un poquitito enfadada. Se ha enterado de lo de ayer. Llamaron
del colegio que no había ido usted por la tarde… Yo de usted, me iría buscando una buena explicación que darle".
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