jueves, 8 de febrero de 2007

Para el domingo


El erizo es un ser divino, de formas imposibles y raras maneras de defenderse. De deslizarse suavemente mientras mueve con tiento sus cientos de púas, camino de no sé sabe qué sitio, pero bien lejos del cuchillo. Del que ostenta el individuo de manos cortadas al que le chorrea jugo del mar por las manos y la frente. Ése que te dice, «Shishi, llévate un par de plato, que luego tiene que hacé otra vé la cola».Se contonea el erizo con dificultad, por eso no resulta traumático herirlo de muerte. Una nunca termina de saber que son las entrañas de algo vivo por donde pasea la lengua. Músculo preparado para las dificultades, para adaptar contornos al compás de una mixtura que es en sí misma la esencia del caos. Criatura afín a la cerveza fría y las gafas oscuras, al día que empieza a las tres de las tarde para terminar de madrugada, el erizo sabe a vida y a Manzanilla, a buena charla y beso nuevo.Tiene el erizo una capacidad innata para el buen rollo, el olvido selectivo y la risa floja. Algunos le otorgan cualidades afrodisíacas. «No hay más que verlo», aseguran. Otros, simplemente, le agradecen que sea capaz, por unas horas, de borrar del mapa las agencias de refinanciación de créditos, los contratos por obras, los sueldos pírricos... la amenazante masa de gente sin vergüenza (que no sinvergüenza, no haya equívoco) que campa sin cuita por nuestra vida. Hay quien no se atreve con su sabor obsceno y su color amenazante. En todo siempre ha habido cobardes. Por eso el domingo unos disfrutarán más que otros de la entrega. Si aún no saben de qué les hablo, prueben. En esto, como en todo, nunca es demasiado tarde.
Publicado en La Voz de Cádiz el 16 de enero de 2007

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