jueves, 8 de febrero de 2007

Pandemia


A los que tenemos el sueño ligero, las buenas noticias, aunque lo sean, pierden fuelle si profanan el sacro momento del sofá. La de ayer tarde, no obstante, lo valía. Más que por buena, por chistosa -aún no me atrevo con el taco que, ustedes comprobarán, se merecía-. La pieza se ganó primero la tenúe respuesta ocular, del rabillo medio abierto frente al rayo catódico y, más tarde, el enderezamiento corporal completo para gozar, chocolate extrafino en mano, del delirante mundo que alguien nos vino a dejar.«El mundo está al borde de una pandemia de obesidad, según los expertos». Y chimpún, ya está, todos tan contentos, ¿Vivan los expertos! -qué vivan- y a preocuparse con otra cosa. ¿Qué será, será? Dicen que el número de obesos ha duplicado al de desnutridos y dicen, y esto si que es fuerte, que la obesidad comienza a «azotar» de manera alarmante al tercer mundo, que ha dejado la legumbre sin glamour en pos de una occidentalizada sopa de sobre.A mí, que tengo el sueño ligero, la trepidante noticia me dejó KO Borradas para siempre mis esperanzas de que los huesos bajo el escote dejaran de ser chic. Si estar gordo es ahora cosa de pobres, todavía más difícil se pone el universo objetivo de los fashion victims. Una pena, tenía ganas de ver cómo lucían rellenas algunas caras del star-system...Animada por el descanso, mi cabeza empezo a girar sobre las nuevas posibilidades: en poco presenciaremos las primeras huelgas de sobrealimentación. «La diputada progresista del CCC tuvo que ser hospitalizada con fuertes picos de hipertensión tras cuatro meses de protesta por la caza furtiva del cangrejo moro». Y a seguir. Lo que nadie se pregunta es por qué, aunque gordos, los obesos continúan viviendo más que los hambrientos.

Publicado en La Voz de Cádiz el 5 de septiembre de 2006

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