jueves, 1 de marzo de 2007

La mujer perfecta


El: No me gusta que seas tan compleja. Siempre comiéndote el coco, siempre pensándolo todo. ¿Porqué no dejas de psicoanalizar cada paso que damos?
Ella: (respirando hondo y poniendo un mohín) Vale.
Al día siguiente volvieron a quedar, a la salida del trabajo en la misma cafetería. Habían dormido juntos pero él se había ido temprano. Su ex mujer le esperaba para acompañar al niño al médico. Al entrar en el bar, algo confundido por el olor dulzón entre a grasa, café y tabaco, no pudo identificarla entre las mesas repletas de funcionarios y estudiantes con carpetas.
Media hora después, acodado en la pegajosa barra que nunca estaba del todo seca, se dio cuenta de que ella le había hecho caso. De que, una vez más, se lo había tomado demasiado en serio. Y que se había perdido, difuminada entre el bosque de féminas no complejas, fácilmente comprensibles y cómodamente neutras. No podría reconocerla ese día, ni ningún otro. Entendió, entonces, que se había convertido en otra mujer perfecta.

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