miércoles, 14 de abril de 2010

Divinitas, divinitatis... Va a ser que no

Después de 17 años Fátima vuelve a la consulta de su ortodoncista y es recibida por la higienista dental.

-Caray, seguís todos... Nada, es que me ha saltado la retención inferior y, claro, me está molestando...
-A ver, abre la boca.
-Ahhh...
-Caramba. Tienes TODOS los dientes de abajo torcidos.
-¿Torcidos? Si yo me los veo bien...
-¿Cómo puedes vértelos bien? si no hay ni uno derecho... Mírate.
-Hombre con este espejo de gran aumento, sí que se ve algo...
-Vamos, como para negarlo, claramente TORCIDOS.
-Ya...
Fátima se va haciendo pequeña sobre el sillón retráctil del dentista...
-¿Y qué hago?
-Hombre, deberías ponerte de nuevo los braques. Serían como tres meses...
-Vaya, era algo que no me había planteado. ¿Tan mal están? Pero, yo pensaba que abajo estaban mejor...
-Hombre, es que no había mirado arriba. Se te han desalineado un MILÍMETRO las paletas. Lo mismo, en tres meses te quedaría perfecto...
-En tres meses perfecto...
-Hombre, es que ahora mismo... No están RECTOS.
-No están rectos... Ya, bueno, me lo tengo que pensar...
Mientras me mareo en imágenes de mi misma en el Palmar, en la Jaima, en el Paseo, en las fotos de NY con mis dientes disfrazados, el ortodoncista jefe hace acto de presencia. Decide que pasarán un presupuesto pero que puede asegurar que después de una década, un lustro y dos años, es poco probable que mis dientes se muevan más.
-Puede que la cosa no vaya a PEOR- añade la higienista.
-De todas formas llévate el presupuesto y decides...
-Sí, ya, bueno, es que ahora, no podría permitírmelo.. Tengo que pensarlo.
Salgo de la clínica confusa, con la boca sabiéndome a bicarbonato, un presupuesto de 800 euros (parto de la base de que una mujer de 30 años que estime su vida social no puede permitirse unos braques metálicos y eso sube el presupuesto) y la desagradable sensación de que la amable señorita me ha comparado con una piraña.
Afortunadamente, todos los ascensores que tomo tienen espejo, el coche de Lolo tiene espejo, el gimnasio tiene espejo, mi casa tiene espejos... y ninguno es de aumento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Una anécdota excelente de la obsesión por la perfecci... mejor dicho, por la cartera, que tiene todo ortodentista que se precie