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-¿Te has fijado alguna vez en el verbo? -le insiste- Querer. Implica tomar, desear, un posicionamiento activo. No es algo sentido, es algo vivido, lo quiero, lo tomo, lo agarro, lo hago mío. No tengo dudas, y si las tengo, lo quiero por encima de esas dudas.
-Ya.
-A veces pienso mucho en estas cosas cosas, hablamos de querer y no medimos la fuerza de ese verbo, no calibramos el concepto y, claro, nos equivocamos. Puedes tener afecto a alguien, puedes amar a alguien, desearle, incluso, pero quererlo... Querer implica acción, voluntad, apropiarse de algo. "Lo quiero". "Te quiero". Por favor, deja de mirarme con esa cara...
-¿Qué cara?
-Esa cara, me miras como si pensaras que soy un flipado.
-Qué va... Supongo que me estás mostrando algo en lo que nunca había pensado...
-Bueno, no sé... Es cuestión de coherencia... "El me quiere". Nadie quiere algo por lo que no lucha... De todas formas, no hay que ponerse triste cielo, querer no es siempre un verbo positivo. A mí no es que me guste demasiado.
-¿Por qué?
-Porque implica posesión, egoísmo...
-Ya...
Acaban de entregar la carta de postres y la pareja debate si compartir dos platos o pedir uno para cada uno.
-¿Te importa si te hago una pregunta?
-No, dime.
-Tú... ¿Quieres?
Él permanece unos segundos en silencio. Ella se arrepiente de ponerle contra las cuerdas. Después del almuerzo confuso, de su paciencia, de la suya, de saberle confuso, preocupado, lleno de dudas.
-Sí.
-¿Cómo lo sabes?
-Supongo que es el verbo que lo explica todo y que hace que no me rinda.
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