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"Hay muchas cosas que no puedo decir a nadie, casi todas se refieren a las matemáticas". Carlos Edmundo de Ory

Gracias al genio e ingenio de un maestro, últimamente sería más mediático comparar ciertas tribulaciones con el cuento de Alicia, al fin al cabo, y aunque esta tarde ya algunos conozcan el grito de guerra de la Bonham Carter como la Reina de Corazones, a nadie se nos olvida aquella obesa con cara de malas pulgas y acentillo mejicano “Que le corten la cabessa” en la versión universal del texto hecha clásico de la mano también de Disney en 1951. Y sí, podría también buscarle las cosquillas a ese puntito –puntazo, naranjazo- del Carroll con el rollito infantil y la criminalización del crecimiento y el consiguiente rechazo a la madurez. ¿O es que siguió adorando a Alicia cuando a esta le creció el cerebro, se hizo mujer y siguió su vida? Qui le sais… Todos, alguna vez, recibimos una reprimenda de nuestros mayores, nuestros primeros jefes, nuestros primeros mentores, cuando –sin venir a cuento- nos apartamos de su mano, cuestionamos sus decisiones y –oh, malditos- les llevamos la contraria.
Después de 17 años Fátima vuelve a la consulta de su ortodoncista y es recibida por la higienista dental.
-No, estás confundiéndote. Estás hablando de querer y querer es aquí y ahora- dice él mientras hunde la cuchara en el bizcocho caliente. El camarero, que ya ha escuchado un rato la extraña conversación de la pareja, los mira de reojo. Los ha visto reencontrar la complicidad perdida, compartir confidencias, noticias amargas y dudas. Los ha visto entenderse con el misterioso código de los amigos, poner al día meses de revelaciones en hora y media de comida.
El día en que un amigo me trajo el regalo atrasado de mi cumple. Una británica botella de ginebra con bombín.
Fátima, la que firma, y su amigo el gestor cultural, una tarde-noche cualquiera mientras comparten una Leffe en el bar de la esquina -resucitado desde los tiempos del trópico en antro americano pero siempre fiel a la bachata, el merengue y Andy & Lucas (aunque impagablemente generoso con su barra libre de cacahuetes)-.