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–Tengo miedo.
-Agárrate a mí.
En el último segundo soltó su mano. La sintió liberarse, refrigerada, al contacto del sudor con el aire. De repente, un impulso le empujó a hacerlo a solas, a pertrecharse en ese lugar seguro donde se mueven, solitarios, los que no precisan a nadie. Soltó su mano como quien sentencia que podía vivir sin sus caricias, la zafó como quien se reviste o se fortifica. Había vencido el miedo y alcanzado el margen opuesto. Se sintió más fuerte pero él, que le esperaba para tomarla en un abrazo, no pudo percibir que, aunque rozándola, se había quedado al otro lado.
1 comentario:
¡Son tan reales tus ficciones!
Me encantó.
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