martes, 23 de agosto de 2011

Cosas buenas, bonitas, serenas y en latín

Hoy tenía sobre la mesa una carta de amor. 
Venía en un sobre con membrete –porque las cartas de amor se escriben con lo primero que uno tiene cerca- y no hablaba de promesas apasionadas, de cenas románticas, expectativas a medio plazo, ni planes de futuro. Me recordaba que hay un ISBN que lleva mi nombre y que él -admirador desinteresado de mis letras, observador de mi desdén hacia el esfuerzo y de las cómicas muescas en mi autoestima- espera que no sea el último. "Hay gente que adularía, se prostituiría y mataría por ello", me recuerda desde su cuidada caligrafía.

Hoy, que divago sobre la perversidad de cierto sentimiento, me doy cuenta de que las promesas serenas son las únicas ciertas. 

Mucho más si vienen en latín. 

Amicus in aeternum tibi sum...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amor fraterno.
Joseph Cartaphilus.