viernes, 7 de noviembre de 2008

Nubes en la cabeza


Lo malo de tener la cabeza en las nubes es que un día, aburridas del intercambio desequilibrado, son ellas las que entran en tu mollera. Suele coincidir con los días grises de sueños raros. Una se levanta con la sensación de haber dormido demasiado poco, de despertar, por qué no, en mitad de la pesadilla.
Son días en los que el desayuno sabe raro, el café quema la lengua y la cabeza tintinea abotargada. Llena de vapores. Es cuando las ideas locas, los grandes sueños, las ilusiones tontas y los proyectos se caen al suelo de golpe, pesados al perder el sostén del vapor de agua.
Caen sobre el asfalto frío o recalentado, dependiendo la época del año, y te arrancan del viaje vaporoso dónde bailando con la esperanza se perdía tu cabeza. En el viaje, los proyectos pierden datos, se magullan y resultan mutilados. Alguno no sobrevive la velocidad de caída. Es normal, son demasiados metros.
Hoy la cabeza se me ha llenado de brumas y veo con exquisita claridad el final de los caminos. El oscuro paisaje de lo que los mayores llamamos, qué crueles, "la vida real". Hoy, bebo margaritas y mastico lágrimas de abejas, dicen que es un buen antídoto para abrir a las nubes, en medio de mi masa gris, un camino de regreso a casa.
Cuando puedo, entre la telaraña de desalientos y el tic tac de los relojes, les susurro que se vayan, que ya iré yo a verlas. Arriba hay más espacio y el efecto es contrapuesto. Arriba, mi cabeza vuelve a creer en todo lo posible, soy criatura de sueños y nada me da miedo. Allí no tengo nombre, ni camino, ni plazos, ni tiempos. Allí me olvido de que otros nos cocinan la vida para presentármela ya hecha.

Chris Scarborough

1 comentario:

genialsiempre dijo...

Fátima: Me parece que tus nubes te ofrecen unas brillantes tormentas de ideas para escribir. De ser así, casi te deseo que sigas nublada, ya resplandeces luego cuando sales y compartes tu vida con los demás.

José María