martes, 21 de octubre de 2008

Sujeto Nominal

Descubrir ciertas nóminas ajenas es como ver a tus padres poniendo los regalos la noche de Reyes. Como llegar a razonar que es imposible que un ratón con apellido se cuele para llevarse un diente sin dejarte pelos, parásitos o, en su defecto, la peste. Como descubrir que Romy Schneider no fue feliz. Ocurre un día, después de volver de la máquina del café, mientras los directivos discuten de la Ontología del Garbanzo en su acristalada sala de reuniones y tú esperas que alguien se ponga a trabajar y te encargue la tarea.
Sucede un día cualquiera, a menudo uno en el que no tienes plan con amigotes que justifiquen tu posterior necesidad de ahogar el desconsuelo con grandes dosis de ginebra. Alguien que asumió como natural, lógico e incuestionable que lo suyo es talento y no el producto de nuestro patrio Sistema Nacional para el Mantenimiento de la Incompetencia, sufre un apretón de vientre, recibe una llamada íntima y/o abandona su puesto de trabajo. Maldito momento en el que tú regresas del cafelito rápido para encontrar un misterioso papel semidoblado sobre tu teclado.
Cuando quieres reaccionar ya es demasiado tarde. "Se lo prometo señor juez no tengo costumbre de torturar mi autoestima curioseando los méritos económicos ajenos. Estaba allí y creí que era mío... ¡¡¡¡Quiero que sea mío!!!!". Para entonces ya has visto la cifra como una bofetada en la malísima cara que tenías que haber maquillado -escudo psicológico a prueba de decepciones- esa mañana. ¡Jesús!, ¡Mahoma!, ¡Abraham!, ¡Al Gore!, ¡Carrie Bradshaw! Mentas el catálogo de nuevos y viejos profetas y sientes que un escalofrío, helado de rabia, te recorre la espalda.
Mierda, mierda, mierda... ¿Qué he hecho mal? ¿En qué momento me equivoqué de profesión, de calle, de vida, de gameto?
El sujeto nominal -a partir de ahora serás incapaz de llamarlo de otra manera- vuelve de dóndequiera que ha estado y recupera el documento que tú, como herida de muerte, has dejado caer lánguidamente, entre la decepción generacional, el desconsuelo de género, el despropósito general y el mareo.
Tras la rabia viene la pena. Tus recuerdos de las notas del colegio, los nervios de los exámenes, la publicidad engañosa, tanto logras tanto vales... Creer que algún día... no sé... podrías pagar un coche, un alquiler, un hijo... Te palpas las tetas, inconstante amor de tetas, demasiado pequeñas para disimularlas -¿y si hubieras sido un tío?-, demasiado chicas para utilizarlas -¿y si hubieran sido gordas?- y rebuscas en tu cabeza cosas que mantengan tu equilibrio. "Es rico, pero no le luce. Es rico, pero no hay quien le aguante. Es rico, pero no tiene amigos. Es rico, pero no encontrará otro que lo contrate en ninguna otra parte... " Vas pensando como en una retahíla de frases preparadas para autoengañarte. Sin caer aún en que es falsa esa lógica popular que parte de que que en este mundo tiene que haber equilibrio.
El sujeto nominal hace uno de sus geniales comentarios -Sientes asco, ya no hay piedad- y, de repente, te deja de dar lástima que lo dejara su novia, que su perro esté enfermo, que se operara el pene, que el otro día le robaran la cartera, que sea un sujeto ridículo... En ese mismo instante que no tiene vuelta atrás sabes, como una bofetada, que tú eres la única que da pena. Tú y tus sueños, tú y tu idea de justicia, tú y tus niñerías.
Ese día vuelves a casa y llamas a tu amiga. También ella descubrió la mentira de los Reyes y ratones, de la media naranja, de la emancipación femenina, de la igualdad de género, de la sociedad lumpenburguesa, de la socialdemocracia, de las tarjetas VISA.
La llamas para contarle que, mierda, otra vez más y cómo si aún te quedara mucha, has perdido la inocencia.

3 comentarios:

Pedro Estudillo dijo...

Mujer, no desesperes, ¡siempre te quedará Nueva York!
Además seguro que es feo, porque presupongo, sin miedo a equivocarme, que el sujeto nominal es hombre (¡sólo faltaba lo contrario!).
Un saludo de parte de un miserable mileurista.

Lazarov me marea dijo...

Era el destino, tenías que saberlo, de hecho, creo que el descubrimiento (la descubrición?) llega algo tarde. Pero llega. Cuando menos te lo esperas: ora tu teclado, ora la fotocopiadora de la UCE...

Unknown dijo...

jajajajaja...
la anécdota, debidamente dramatizada, ocurrió hace tiempo... eso no quita que ocurra cada día, a millones de pavas -ilusas pavas-, a lo largo del planeta