jueves, 23 de octubre de 2008

La conmemoración, el marketing y el tubérculo

Es el año internacional de la papa. No del Papa ni el papá. De la papa a secas. Así, bisilábica, humilde, femenina. El alimento más socorrido del mundo celebra su conmemoración mundial y, cómo no, vuelve, como junto al filete, a quedarse oscurecida por el despliegue mediático de celebraciones más finas. Es año de Juegos Olímpicos, es año de Eurocopa y un fornido mallorquín se las pasa acumulando premios allá dónde pone la raqueta. ¿Quién va a acordarse de la papa? Fea, sucia de tierra, elemental, pequeña. La FAO organiza el periodo que debe celebrar las beldades de este alimento y, como todas las cosas feuchas, nadie parece echarle cuenta. Las papas hacen bien.

Es lo que tiene… Tantos años quitándonos el hambre hecha una reina en nuestras cocinas y ni nada de inversión en marketing. Así se queda una… a merced de la imagen pública, de nuevos y sofisticados productos con más glamour, con más presencia, sacrificada al olvido de la sociedad de la opulencia. Otra víctima. Triunfa la sofisticación y el afán minimalista y el pequeño tubérculo de la nueva América se queda a un lado. No hay macroconciertos poperos, no hay merchandising, ni camisetas. Y mientras en el año de su onomástica todos se apuntan a otras fiestas, la papa calla, vestida de domingo y toda tímida. La papa, la joya de los Andes y su periplo por el mundo.

Yo me pregunto si, ante los nuevos especuladores de la comida, no tendrá que venir de vueltas la papa, a quitarnos el hambre, como siempre pasa. La Papa, alimento del futuro, cuenta entre mil epígrafes la web habilitada para la defensa de este alimento feo por fuera y precioso por dentro, como la bestia del cuento. La papa, tesoro enterrado.

Es tiempo de ponerse al día. Si el solanum tuberosum no reinvindica su sitio, tendrá que hacerlo una, defendiendo su importancia ancestral frente a los envites del cursilismo, el high tech y la cocina creativa. En todo el mundo se producen papas.

Algunos todavía se preguntaran qué tendrá que ver la papa con la cultura. Ay… dios, si ella misma es cultura. Cultura del hambre, de las migraciones, cultura transversal metida en las casas de individuos diversos, enfrentados, de confesiones distintas.

Herramienta contra la muerte y la miseria, cultura de la gorda metida bajo un fino pellejo marrón que, ahora que tenemos abonos de artificio, todo el mundo tira. Pioneros ellos, los de Nikon han convocado un concurso fotográfico mundial cuyos horizontes, piénsenlo bien, desbordan los límites de otras temáticas muchísimo más manidas. ¿Podrá la papa poner cara de pena, dar buenas exclusivas que despierten a favor de la caridad y de la crítica? ¿Qué es una papa? Perspectivas.

Antes de que se acabe el año y porque soy adoradora de las causas perdidas, levanto mi voz por si alguien me escucha y se acuerda alguna vez que este fue el año del tubérculo segundón de la comida. De la llave contra el hambre, de la hermana pobre de la historia y la cultura. De la papa, así, escrito como aquí, dónde –momento para reflexiones lingüísticas- se sigue manteniendo el apelativo auténtico, el andino.

La papa que nunca fue objeto de culto, ni musa para la lírica. La papa herencia de los hermanos pobres, la papa peruana, la papa india. La papa que, en año de fútbol y olimpismo, tiene una afónica oficina de conmemoraciones. Y eso, a pesar de vivir en un mundo en manos de un buen puñado de papas fritas.

Publicado en el Boletín Rivadavia nº 39
(Fundación Provincial de Cultura)

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