miércoles, 27 de junio de 2007

El módulo profanado


La alarma ya ha saltado y el rumor echado a correr. Una anda medio en pijama -calcetines con chanclas y pelo anudado en una cola- cuando el reality del momento te pega un cosquis en el cogote. Frente a tu mismísima cara, distorsionada por la mala calidad de la tecnología aún macarrónica, pero suficientemente reconocible como para que te des cuenta, ves la característica ducha pintada de rojo, la silla de plástico en la puerta de la pared a rayas, la maruja al fondo sacudiéndose la arena. «Joder, es mi módulo». Allí en mitad de la televisión nacional, como si alguien te hubiera robado para siempre la intimidad de tu sitio de recreo, te sientes morir ante la pantalla. Una chica en topless se enjuaga en las duchas públicas de tu playa -TU playa- ante el objetivo indiscreto de un móvil o cámara oculto.
«Es el colmo», repites sabiendo que a partir de ahora tus tetas -TUS tetas- pueden ser de dominio público por arte y gracia de la represión y el cutrerio patrios Porque, vamos a ver, en pleno siglo XXI, en un país que se dice desarrollado, ¿todavía hace tanto lo de espiar sin permiso unas mamas que además se muestran en toda su imperfección? ¿O es que resulta que con tanta prótesis de soja y tanta simetría se echa de menos la disimilitud de los pechos de veras?
Mientras tus compañeros rompen a reír ante el panorama, tú lamentas haber nacido en un lugar tan ridículamente sexuado. Resoplas ante la profanación de tu rincón playero y te vas haciendo a la idea de que este año, para broncearte, tendrás que pillar el coche. Una puede soportar el voyerismo en directo pero convertirte en streaper sin encima ver un duro es el colmo.

Publicado en La Voz de Cádiz el martes 27 de junio

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