martes, 28 de abril de 2009

Tener la última palabra

No podemos escapar de ella, no podemos ignorarla porque está ahí, como ese pecadillo de juventud que nos persigue, como el primer amor que se esfuma dejándonos a merced del platonismo, como esas palabras mágicas que no dijimos a tiempo y que nos separaron de alguien para siempre. Ella planea sobre nosotros y juega a esconderse para que la olvidemos. Nos da regalos: instantes de plenitud, aromas de bebés nuevos, orgasmos, caricias. Esperanzas de eternidad que nublan la consciencia y el entendimiento. Tanto, que la mayoría de las veces, cuando reaparece, nos encuentra desnudos, indefensos, muertos de miedo. Esta mañana me ha erizado la piel comprobar cómo la única manera de escapar a su juego es mirarla de frente, hablarle a los ojos, nombrarla y arrebatarle su velo de palabra maldita. Javier Ortiz se fue esta madrugada y ha dejado escrito su obituario, entre tierno y cómico, cualquier cosa menos resignado. Él ha sabido ser el último en tener la palabra, reírse un poco de ella, quitarle el velo y nombrarla. No dejar que otros dijeran lo que podía escribir él mismo. Estás ahí y te espero. La muerte.

No hay comentarios: