martes, 31 de julio de 2007

Prácticas de Riesgo


Como tengo la cuenta granate y las vacaciones secas, este año voluntaria y placenteramente -por nones- me he apuntado a la saludable moda de pasear los atardeceres. Leica y yo, prometedoras representantes del militarismo femenino local, acompañadas de otros amigos, tan dignamente pobres como nosotras, alargamos la salida vespertina para recorrer -de aquí para allá, de allá para aquí- las tres avenidas paseables de la capital. Un deporte fino y moderno donde los haya que este año, en su edición 2007, con la inclemencia de la canícula y el sopor estival, en mitad de un año de amenazante sequía, se enriquece con el regusto aventurero de las prácticas de riesgo.

Y es que lo que mi menesterosa pandilla desconocía es que para recorrer ciertas arterías de la ciudad va haciendo falta una visitilla al Centro de Enfermedades Raras del Ministerio de Sanidad. Ése que coloca las vacunas cuando uno, en su fiebre turística por jugarse la vida, se planta en un país donde las bacterias y los virus llevan corbata y carnet de identidad. Un par de inyecciones y una buena mascarilla están empezando a hacer falta para atajar las caminatas de la Peña Menestora de la Andadora Disciplinar. Sobre todo si tenemos en cuenta que algunos adoquines de ciertas avenidas de nuevo cuño han visto menos el agua que el supuesto búnker de Gibraltar.

Que el despilfarro de H2O no es un defecto municipal está más claro que el Beefeter -es por no repetir-. También que el paisaje de hedores de las calles gaditanas empieza a ser más típico que las ortiguillas.

Humildemente, una se conforma con buscar el riesgo -si la Visa lo permite- en los paquetes de aventura de alguna agencia de viajes local. Para casa le va más lo del paseo tranquilo y el fresquito en la cara. Claro que ésta, si se puede, sin mascarilla.

Publicado en La Voz de Cádiz martes 31 de julio

1 comentario:

Anónimo dijo...

Falta el hombre-proyector del dialogo de abajo