miércoles, 4 de abril de 2007

El diente de leche


A una le encantaría que todas las ideas geniales que maneja le pertenecieran... Como afortunadamente no es así -no habría quién nos aguantara- se consuela con la cita de autoridades bibliográficas para este extraño ir y venir de conclusiones raras que son las relaciones sociales. Me recuerda una de las arpías la nunca convenientemente valorada teoría de El diente de leche. Una producción B. C. para todos los públicos ideal para analizar las relaciones allá donde quieras escudriñarlas.
El diente de leche es esa pequeña pieza dental que un día se cae activando el protocolo de intervención del Ratón Pérez. Es un apéndice de calcio que acompaña a uno durante años, experimentando nuevos sabores, salvando la accidentada amenaza de mil golpes y caídas para, al final, elegantemente, caer un día y dejar paso al diente auténtico que, siento joderles la parte mítica, a veces no lo es del todo y termina siendo sustituido por una pieza made in taiwan, permanente o versión puente, según los presupuestos.
El diente de leche, como todo lo que nos acompaña durante años, desarrolla en nosotros una cierta dependencia emocional. El día en el que el tiempo -¡Oh! cruel tic-tac- decide que ya pasó su momento, la pequeña pieza empieza a balancearse a pesar de nuestros afectos. Hay veces en la que el desgarro se hace tanto esperar que asistimos con miedo a cada bocado o terminamos con agujetas en la lengua de tanto hurgar y comprobar cuánto le queda...
"Uno sabe que al final va a caerse, pero continúa dale que te dale", resume la aprendiz de arpía.
Frente al diente en movimiento, uno sabe que lo mejor es que el trago pase lo más pronto posible. Un pequeño tirón y ya. Algo de sangre, y la carne luce preparada para recibir nuevos depósitos de calcio... Cualquiera sabes estas cosas aunque hay en la vida gente muy conservadora y, porqué no decirlo, también un poco cobarde. Estos parecen no tener prisa... Son los que esperan a que el diente se caiga por sí solo, a pesar de haga mucho tiempo que no lo sienten suyo... Los hay que adoran la calma chicha de una pieza que se apoltrona para siempre, que termina compartiendo el espacio con otros elementos dentales de nueva creación.
(Todos hemos conocido alguna boca de estas características).
Alguno habrá que aún no se haya dado cuenta de que no es precisamente de dientes de lo que estamos hablando... El diente de leche tiene, en la vida de cada cual, un nombre y un rostro reconocible... Cada biografía, cada experiencia, repite ante los piños su propio esquema prefijado. Están los que lo arrancan rápido, con o sin dolor; los que tontean durante semanas, meses, torturando al diente hasta que termina cediendo ante tanta agresión; los hay que tienen suerte y lo ven caer de un día para otro; los hay que conviven durante años con varias piezas; los hay que lo conservan para siempre; también los que años más tarde, obligados por las circunstancias, van a que se los arranque un dentista, o un experto en psicoanálisis.
La teoría de los dientes de leche es aplicable, como ven, a multitud de circunstancias... Inmersos en nuestras particulares batallas sentimentales, a veces, creemos que nuestros dientes, nuestras historias, son únicas e intransferibles. En realidad, suelen estar bastante vistas y responder a esquemas previsibles. Una pena...
Todo el mundo sabe qué son las piezas dentales resistentes, el miedo a la sangre y la tensa espera. Como ayuda previa, vaya por delante la advertencia de que, hagan lo que hagan, si deciden quedárselo, no les vendrá el Ratón Pérez.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

tus sincericidios hacen que te adore más cada día. eres mi granhijadeputa favorita. te quiero, amó.

no lo puedo remediar, siento verdadero fervor por la gente con mala leche!!!

Anónimo dijo...

fantastico nena!!! siempre me sorprendes
como siempre, busco el lado positivo, y parafraseando a mi querido Erik Fromm, para que el nuevo diente perdure, hay que saber cuidarlo, mimarlo, y por que no, disfrutar de su presencia... el diente nuevo que venga, es el que tenemos que apreciar... aunque siempre, con paciencia (o con pasta) podemos sustituirlo por uno mejor. Aprendamos a querer a nuestros dientes, cepillarlos, usar hilo dental, e ir al dentista a que lo revisen de vez en cuando, para que no salga la terrible caries.
y sobre todo... hay muchos dientes (mas que botellines)
te kiero mucho guapa

Luis dijo...

Pues esto es Cadi shosho no Graná. Que poco atractivo tiene la mala leche.

Pero como no entre acá pa esto. Agradecido por haber conocido a Kevin Johnson vine a presentaros, en el caso de que no lo conozcaís a Nito Mestre. Su voz rechina al principio, pero sus letras dan para mucho.
http://www.youtube.com/watch?v=R8usdaRZHVc&mode=related&search=

Anónimo dijo...

vamos a ver luis, a tí qué te pasa??

Sonicya dijo...

Muy bueno,pero...de donde sale? me has dejado intrigada.
Besos.
PD: Creo que ayer estuvistes por el bar de la mamma (jajja, que arte)

Luis dijo...

Uf shosho, sí yo te contara, me pasa de to. Ayer probablemente influyeron, la resaca, la falta de sueño y la tristeza.

BUDOKAN dijo...

Muy divertido e ingenioso el posteo. Recuerdo algunos de los dientes de leche que cayeron de mis encías pero no el primero ni el último. Saludos

El amigo de las tormentas dijo...

Me encantó la entrada, te lo juro :)