lunes, 23 de abril de 2007

Complejo de Jo


Dice el Eclesiastés -por lo demás, uno de mis libros favoritos– que cada cosa tiene su tiempo. Hay uno "para nacer y otro para morir". "Tiempo para llorar y tiempo de reír", "tiempo de lamentarse y tiempo de bailar", "tiempo de amar, y tiempo de aborrecer"... En la vida, como en el juego, todos tenemos un camino, un espacio sentimental por el que pasar, unas sensaciones que descifrar justo en el momento en el que contamos con las herramientas, con el código preciso. Si te adelantas pero los lazos del destino son suficientemente benévolos, puede que jamás te des cuenta del traspiés. Es lo que suele ocurrirle a la gente sencilla, cruelmente conocida como simple, a la que yo admiro con especial entrega desde que descubrí que era demasiado tarde. Para esquematizar, se entiende.
Determinadas historias, determinados personajes, resultan complejos, tediosos o incomprensibles en ciertos momentos de la vida. Yo, que aborrecí El Principito para después amarlo irremediablemente, que le cogí manía a las barriguitas que ahora adoro o que siempre me solidaricé con las malas de las películas (eso aún no ha cambiado), entiendo ahora el papel, que siempre de irritó sobremanera, de Josefine March.
Para criaturas no suficientemente familiarizadas con el universo Louisa May Alcott, recuerdo que Josefine, conocida en la novela como Jo, es la incorregible hermana que le da calabazas al ricachón simple de turno. El personaje que vive la primera crisis de la emancipación femenina con final feliz dentro la Literatura (el resto de pioneras terminan irremediablemente azotadas por bacilos indeseables y dramáticas muertes por tos)...
Ocupando un lugar fundamental en la trama literaria, El Complejo de Josefine March -éste sí es cosecha mía– puede entenderse como una reticencia femenina a que las cosas cambien. A que la gente se haga mayor, responsable, aburrida... A que se deje de jugar y de cantar villancicos alrededor del árbol de Navidad (versión clásica norteamericana de lo que hoy podrían ser los cantes en la Plaza Mina cuando ha cerrado ya el último pub del centro).
Como el Síndrome de Peter Pan pero en versión femenina -Esto es, con final responsable, encauzado, idílico– la dolencia asociada a la hermanísima se identifica con un pavor a las relaciones que cambian el establishment -sean laborales, amorosas y hasta políticas-, así como por una tendencia a la traca final literariamente ilustrada por un viaje pobre a la ciudad, una incipiente carrera literaria y un romance con un atractivo profesor de literatura paupérrimo y alemán.
Tiene Jo la desventaja de la complejidad, del querer "un algo más" que no se encuentra en el vecino Laurie, tan monísimo y tan a mano -destinado, por otro lado, a apañarse un arreglo con la hermana chica, también la mar de mona–, y la desventaja de la inmadurez de a quien le da miedo perder su mundo y adentrarse en lo desconocido. Donde no hay juegos en el jardín, mañanas de domingo ni conversaciones femeninas hasta la madrugada... mmmm
Dice el Eclesiastés, en resumidas cuentas, que todo tiene su momento. Yo, algo a destiempo, he terminado por comprender los sinsabores de esta mujercita cargante cuyos instantes álgidos pasaba con el FF del vídeo en las mañanas de anginas... Ahora, me solidarizo un poco con ella y con su miedo a que el mundo se transforme bajo tus pies. En el fondo, la literatura siempre tiene las respuestas y, como bien decía mi progenitora frente a mis ataques de ira ante el clásico cinematográfico:"¿No ves que tiene que encontrar su camino?".
En esa estamos.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Bajo nuestros pies, el mundo se transforma constantemente. Nunca hay un día igual, desde luego, pero va más allá. Porque el mundo es aquellos que lo habitan. Y cuando uno sufre cambios al mismo ritmo que los bípedos de su alrededor, estos se hacen imperceptibles.

Como estarse quieto encima una cinta de esas del aeropuerto: Los vecinos no se mueven! Sólo las tiendas pasan frente a nuestros ojos.

Pero claro, y si de repente decidimos observar el mundo desde fuera de la cinta transportadora? es entonces cuando todo parece cambiar, cuando nuestros sentidos nos dicen que todo cambia, cuando puede llegar el vértigo...

Las sensaciones cambian de repente. Y como ejemplo, intentando mantener la conciencia de Peter o Jo, el drama de bajarse de la cama elástica de niños. El mundo de repente deja de ser blandito, y junto con nuestros congéneres vuelvemos a tomar contacto con la ley de la gravedad.

Aunque en realidad, el mundo, y todos los que lo poblamos seguimos cambiando. Simplemente hemos cambiado de marcha, dirección o sentido. Porqué vamos a tener miedo?

Anónimo dijo...

yo de hecho, sumida en un mar de cambios, cada vez soy más valiente...

Anónimo dijo...

Pues yo siempre quise ser Jo -qué sinsentido con sentido más suculento tiene dicho en voz alta-. Nunca entendí por qué no terminaba con Laurie y me quería sacar los ojos cada vez que lo veía emparentado con la pavisosa de Amy (hermana pequeña; sí, me sé y recuerdo todos los nombres).
Lo curioso es que, al final, he terminado con un émulo de profesor alemán que me prepara café cuando escribo y se burla de mis querencias goticoides.

Anónimo dijo...

jajajaja... el pobre de laurie... demasiado cobarde como para soportar una mujer inteligente a su lado... se quedó con el sucedáneo

Anónimo dijo...

pa echarte

Luis dijo...

Cobarde o quizas lo suficientemente inteligente como para saber que no estaba a su altura. Cuanto tiempo habria tardado Jo en abandonarlo. En fín uno ha de conocer sus limitaciones.

Unknown dijo...

Completamente de acuerdo con Luis aunque, ¿no fue Jo la que dio calabazas a Laurie? Pa mí que sí...

Luis dijo...

Reconozco que no lo recuerdo. Hace más de veinte años que me leí el dichoso libro y nunca he visto la película completa. Y es que si me dan a elegir, es otra la literatura que prefiero. Por aquella epoca de la colección de novelas completas que tenía Salgari, Kipling, London, Verne, May, Zane Grey todos estos autores me gustaban mucho más que Luisa May. Lo normal vamos. Enlazando con un post anterior. Supongo que de estas lecturas sale mi visión de lo que es un heroe, sobretodo de las novelas de Zane Grey.