miércoles, 15 de febrero de 2012

Qué poco lo decimos, ¿verdad?


Tengo veinte años y nada puede salir mal.
Mi jefe es un maravilloso periodista de pelo rizado y canoso que seguiré añorando durante años. Escucha música que a mí no me suena y grabo compulsivamente discos que hoy por hoy llevan años acompañándome. Entre ellos está esta magnífica canción que sale a mi encuentro cuando no me lo espero. En ese momento amo mucho y pienso, en ese momento, que no puedo amar más. Pero sí que puedo. Mucho y diferente. Amar a gritos y en secreto. Amar un minuto, dos meses, años, amar para siempre. Puedo amar de mil formas diferentes y con mil intensidades.
Dice María que amar es una cuestión de supervivencia, que lo dice el Punset y que también está relacionado con el perdón y el olvido.
-Pues uno de mis grandes miedos es que me dejen de querer de repente, en dos segundos.
-Sí, puede pasar. Y tú también puedes dejar de querer a alguien. Pero nunca olvidas la capacidad para hacerlo ni para recibirlo. No lo olvidan ni siquiera los enfermos que pierden la memoria, reconocen que alguien les ama y devuelven ese afecto.
Ahora tengo 32 y algunas cosas han salido mal, otras no tanto y me las he tomado fatal, o han salido mal y ha sido para bien… Un lío.
Ahora tengo 32 y esta canción vuelve a salir a mi encuentro.
Para quitarle el frío a mi mejor amigo.
Para quitarme el frío a mí.
Para que el corazón lata al compás de todas las personas que he amado, que sigo amando y que amaré.
Para que mi corazón lata.
Escondida entre las 493.

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