martes, 13 de octubre de 2009

Cuerpos celestes y blísters de paroxetina

Tengo un amigo -desde hace poco establecimos que podía llamarlo así- a quien le gusta dividir el mundo en fenómenos celestes. Y, habrán intuido, que no por la tonalidad del azul con que se viste. Según este individuo a quien a pesar de la teoría todavía no tengo demasiado claro en qué lugar del arco iris encuadrar -la galaxia hay que ganársela-, la sociedad se divide, astro para acá, cometa para allá, en un espectro custodiado por los agujeros negros y las supernovas. Dos misteriosos prodigios de la naturaleza que definen a las personas que nos rodean como aquella atávica etiqueta del dentro o fuera de la tribu, del pío o impío, del cosmopolita o rural, del apocalíptico o integrado.

Un agujero negro -wikipedia dixit- es una región espacio-tiempo provocada por una gran concentración de masa cuya altísima densidad provoca un campo gravitatorio del que ninguna partícula puede escapar. Una especie de vampiro de energía capaz de tragarse todo aquello que planea alrededor de su órbita, partículas de luz incluidas En el apartado de las tan inexactas ciencias humanas, o mejor dicho, en el apartado de las tan inexactas ciencias humanas de los sabios-sabiondos-sabietes que me rodean, el agujero negro es aquel individuo disfrazado de inexplicable fuerza magnética que un día te roba la tarde, otro la semana y un día la vida sin que te hayas dado cuenta.

Primero bajo el profiláctico perfil de un encantador de serpientes, encantadora, en el 50% de los casos, el agujero negro aparece en tu vida como una agradable oportunidad del destino que primero campa en tus sueños para más tarde hacerlo en tus pesadillas. Fuerza arrolladora unas veces, campo de atracción suavemente meditado en otras, el agujero negro, como el amigo que nunca compra tabaco, va arrancando objetos a su paso -unas veces con violencia, otras con meditadas caricias- hasta dejarte habitualmente en pelotas en medio del cosmos, insondable de por sí, imagínate en pelotas. Momento en el cuál -a falta de un buen cordón de acero- debes elegir si llamar toc-toc en la puerta de alguna nave -metáfora galáctica de terapia psicológica individual o colectiva- o dejarte tragar por su irrefrenable -que no por ello agradable ni voluptuosa- energía. Es entonces cuando el agujero negro es marido dominante y poco afectuoso, novia absorbente recelosa de los amigos, cuñada envenenada siempre descontenta, jefe psicópata con problemas de pene o madre enfermiza con tendencia al victimismo.

El problema del agujero negro es que, para cuando descubres que sólo te quedan los calcetines, ya dependes de él económica, emocional o biológicamente -esto es, casos de matrimonios mixtos entre estrellas comunes y agujeros negros con descendencias trágicamente abocadas a su oscuridad-.

En el origen del agujero negro, cómo no me dirán algunos, está la fuerza inconmensurable de un cosmológico complejo de inferioridad que cualquier astrónomo, después de pegarme un cosquis por mi osadía, no tendría más remedio que confirmar. Y es que el agujero en cuestión, con todo su peligro y su mala uva, no es más que residuo, la consecuencia de la muerte de una estrella de gran masa también conocida como Gigante Roja. Una especie de Clitemnestra que lo tiene castrado y tarado para siempre. Un astro de magníficas dimensiones de cuya agonía crece el que será luego el tan temido chupóptero de tu luz y tu energía. Ese agujero negro que -atentos al nombre- antes de serlo no es más que una Enana Blanca. Y aquí, en la semántica y en la pragmática, y en todas las maldades que puedan pasársete por la cabeza, tienen la respuesta.

Frente a los agujeros negros, queridos, sólo nos quedan la rebeldía, la paroxetina de 20mg y la suerte, la fortuna, el destino, el azar de encontrarnos a tiempo, y en disposición de agarrarnos a su cola de luz blanca, con una supernova suficientemente incauta como para no pasar de uno. Habida cuenta de la ciénaga contaminante en la que desde hace meses o años chapoteas. Este estado es fácil de determinar si atiende a la frecuencia con la que cuenta con usted su habitual grupo de amigos. Si hace demasiado tiempo que ninguno descuelga el teléfono para escuchar sus retahílas, asúmanlo, y a falta de otro astro más luminoso, miren al horizonte por si surge al rescate alguna nave nodriza. Aunque lo advierto, por muy débil que te deje la cercanía un hoyo oscuro, puede ser mucho más nocivo, habida cuenta de la vulnerabilidad de tus dependencias, que te pongas a chupar teta.

Bueno, sin perderme, las supernovas son una suerte de explosión estelar que se manifesta llamativa y ostensiblemente en lugares de la esfera celeste donde antes no se había detectado nada en particular. Es decir, es una persona refulgente -los ojos muy brillantes, los dientes muy limpios- que se cuela en tu vida o está ya de antes y, más allá de tu deplorable estado de depresión constante, te anima. Te salva, te da, hasta cuando no la pides, una oportunidad. Pueden descubrirse en las carcajadas de ciertos niños, en el amigo que no se cansa, en la amante imprevista, en el amor nuevo o que se renueva, en el médico suplente, en el estrenado compañero de trabajo, en la esperanza de que es posible otra cama, otras respuestas, otro final, otra vida. Las supernovas pueden liberar varias veces 10 44J de energía y sus destellos de luz, intensísimos, pueden durar desde varias semanas a varios meses. Más tarde, por lo general y si no hay concentración estelar que lo remedie, su fulgor se va apagando, haciéndose más suave hasta que, como cualquier criatura más expuesta al riesgo del tedio, desaparecen. Se rinden, se templan, se vuelven conservadoras y burguesas. Hay que tener cuidado, como con las rosas, cuando uno se cruza con una estrella de éstas.

No obstante, y mientras ha durado su brillo, su explosión ha provocado -en un prodigio de carcajadas, caricias, consejos, neutrones, protones y empatía- la expulsión de sus capas externas enriqueciendo tu espacio con elementos pesados. Nubes de polvo y gas con las que cualquiera puede cubrirse, protegerse y resguardarse del paso por los aledaños de cualquier agujero negro de pacotilla. Porque no todos los agujeros negros son iguales, porque los hay super masivos y mini agujeros -estos parece ser que chupan menos pero mortifican- tampoco es plan de ir exponiéndose por ahí con lo cortita que es la vida.

Así que tengan cuidado con quién, cómo y por dónde van por la galaxia -por una de esas galaxias que a veces nos regalan las supernovas- . Tengan cuidado y bien apretado el traje ignífugo, bien tensado el cordón que ha de regresarlos a su nave. Los agujeros negros -con esto de la prolongación de la esperanza de vida- son muchos y sibilinos, arteros y encantadores, como para embaucar a cualquiera, por muy fuertes, solteronas e inteligentes que nos creamos.

En esos casos, saquen la cabeza por la ventana en busca de luz brillante y no permitan que se escape. Si aún así, y por torpeza, la dejan extinguirse, pueden contactarme por este blog, creo que puedo agenciarles un par de blísters de paroxetina.

10 comentarios:

Jaume Llagos dijo...

me encantan tus metánforas...

Unknown dijo...

jajajaja... y a mi tus poemas!! :b

Lazarov me marea dijo...

pues a mí lo que me gusta es la paroxetina!!! por cierto, no crees que deberíamos llevarnos algún tipo de comisión por management o argo??

Anónimo dijo...

Toda una explosión termonuclear !! Si al final todos somos polvo de estrellas, no?

Un besito,

"El individuo"

Anónimo dijo...

eso lo decía jorge drexler, no??????

Luis dijo...

Oye Fatima, que lo de "Soy una supernova agarrame la cola..." no funciona, lo intente ayer y antier pero no, no me hicieron ni caso.

Unknown dijo...

jajajaja... chaval... para todo hay que tener arte. O tú te crees que los prodigios cosmológicos se dan solos?????

Luis dijo...

Umm falta de arte, eso tb puede ser. Yo lo achacaba a que como Pluton ya no es Pluton, aquí no hay quien entienda de arrimamientos planetarios...

Eva T dijo...

Eso es que tu amigo, el satélite, es mu joven; a medida que se acerque verá que es imposible catalogar los fenómenos del universo, y se preguntará cada noche qué cojones de estrella es la que emite unas rayos gamma tan deslumbrantes o tan pachuchos o tan oblicuos y al final, el pobre, se acostará sin saber en qué caja meterlas.

Me ha encantao este viaje estelar

Unknown dijo...

jajajaja... Eva qué buena eres, pero qué requetebuena eres!!