E l lenguaje significa cosas distintas según las estructuras culturales, económicas y hasta emocionales que una maneje. Se traduce en realidades diversas y se escapa de las soluciones unívocas cuando es tu vida la que está en marcha. Así, la verité es que estamos en Cádiz y aquí todo significa cosas complejas. Por ejemplo, aquí hay calidad de vida. Que no se traduce en buenos sueldos, ni en existencias amables, ni vidas de película. Se entiende más como que es mejor que no te estreses porque cada parto tiene su tiempo. Que más le vale no traer prisa porque las cosas son como son y porque «Chiquilla.,.. ¿qué vas a ganar si encima te da un infarto?». Así las cosas, la pasada semana me resigné a que nuestros son los treinta minutos de rigor, esos que tarda la cita en llegar a recogerte, el médico en recibirte, el del gas en llamar a la puerta. Y no es impuntualidad, es, sencillamente, calidad de vida... la que le entra a una cuando montada en ese vólido urbano que es el autobús número cinco piensa que podría desafiarle si correr no fuera de cobardes y una no fuera tan, pero que tan, valiente.Y es que en esta tierra de la salada claridad y la penumbra de olor a moho, lo de los tiempos del Comes no son sino metáfora transportística de la vida en cadi: «¿Para qué te vas a apurar si el chófer tarda lo que tarda, si los pisos están como están, si los sueldos son los que son? Mejor deja de sofocarte y vamos a tomar unas cervecitas que ha vuelto el sofoco y los del aire acondicionado llevan como tres semanas de retraso». «Venga vamos -respondes- pero cogemos tu coche».
Publicado en La Voz de Cádiz el 19 de septiembre de 2006
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