jueves, 8 de febrero de 2007

Gentleman

Dice mi amiga Sonia que en Cádiz se ha perdido el gentleman. Ella es así de exquisita, y de certera. Lo dice con su acento mestizo y una cierta desidia hacia lo vulgar, lo vulgar sin medida, sin acotaciones, ni complejos. «Una sube al autobús y la empujan, da igual si eres una chica, te conviertes en una competidora por el asiento», se queja. Y una se pregunta si es por ser chica o por ser ser humano, individuo, ciudadano de primera porque ya no hay clases. Y es que el fin de las ataduras sociales parece que nos ha librado también de ciertas costumbres del buen hacer que más que clasistas respodían a ese sentido común que hemos convenido llamar educación. En el mundo del todo vale, nos cubrimos de gloria a golpe de empujar viejas, ignorar a las embarazadas o poner los pies sobre el asiento del Comes. Y lo hacemos creyéndonos más libres, con más derechos, despojados de uno de los instrumentos básicos para caminar por el mundo.Dice mi amiga Sonia que se ha perdido el gentleman que es algo así como la cortesía, la caballerosidad, aunque no se refiera unicamente a la parte masculina. Dice que se ha perdido el gentleman y añora un poco esas lecciones de vida que ciertos ancianos reparten como elegantes bofetadas en mitad del autobús -metáfora de la vida sobre ocho ruedas-. «Señorita, disculpe, siéntese aquí que debe encontrarse muy incómoda», le susurra desde su asiento a la joven encinta que le mira moverse con dificultad. «Gracias», le responde anonadada. Desde atrás un adolescente se recalza la gorra antes de escurrirse por el verde plástico del asiento. «Ya está ligando el viejo», se le oye mascullar.

Publicado en La Voz de Cádiz el 31 de octubre de 2006

1 comentario:

Luis dijo...

Es lo que pasa cuando se promueve la zafiedad y se busca la igualdad. Fueraparte esta el tema, de que si ahora competimos en pie de igualdad, ya no hay que levantarse para que se siente una femina.