No sé cómo entraron. Podía notarlas, en cada movimiento.
En mi cuello de un lado a otro, en la cara interna de mis rodillas, de mis codos. Justo en ese sitio donde la piel es casi transparente. Justo en ese sitio. Entre los dedos. De las manos, de los pies. ¿Cómo que te gustan las cosquillas en las manos? Sí, por favor, házmelas justo ahí. ¿Ves? Es la misma piel. Podía notarlas mientras andaba hacia ninguna parte porque el destino no tenía, creo, especial importancia. Las notaba en el agua, donde no se perciben las caricias porque estás sumergida en una caricia, inmensa y tibia. Bajo el agua todo pasa más despacio, se distorsiona el tacto y el sonido. Sentía cierta paz.
Me duele mucho, decía muy bajito. Le hablaba a alguien, a alguna persona que no recuerdo porque la compañía no tenía, creo, especial importancia. Levantaba mi mano y, respirando muy hondo, apretaba los puños. Veía salir una punta de plata, escondida y muy callada entre las brevísimas arrugas de los nudillos. Conseguía atraparla con la uña y tirar de ella suavemente. El acero no se rompe, no hace falta que lo hagas tan despacio. Ese alguien que me observaba me hablaba. Miraba fascinada cómo salía y me entregaba al alivio. La piel se me ha erizado y siento un leve cosquilleo en las costillas. Me doy cuenta de que el alivio es una forma de placer. Un levísimo éxtasis tras el dolor, un instante inquietante. Seguía caminando, creo, porque lo que hacía no tenía especial importancia. Paraba un segundo. Volvía el dolor. Paraba y sacaba otra. Y otra. Y otra más. Entre los pliegues del codo, en un lugar inverosímil detrás de la oreja, en los tobillos. Las ponía todas en la palma de mi mano. Metálicas, finas, frías, brillantes. Sentía un delicioso y plácido alivio.
En mi cuello de un lado a otro, en la cara interna de mis rodillas, de mis codos. Justo en ese sitio donde la piel es casi transparente. Justo en ese sitio. Entre los dedos. De las manos, de los pies. ¿Cómo que te gustan las cosquillas en las manos? Sí, por favor, házmelas justo ahí. ¿Ves? Es la misma piel. Podía notarlas mientras andaba hacia ninguna parte porque el destino no tenía, creo, especial importancia. Las notaba en el agua, donde no se perciben las caricias porque estás sumergida en una caricia, inmensa y tibia. Bajo el agua todo pasa más despacio, se distorsiona el tacto y el sonido. Sentía cierta paz.
Me duele mucho, decía muy bajito. Le hablaba a alguien, a alguna persona que no recuerdo porque la compañía no tenía, creo, especial importancia. Levantaba mi mano y, respirando muy hondo, apretaba los puños. Veía salir una punta de plata, escondida y muy callada entre las brevísimas arrugas de los nudillos. Conseguía atraparla con la uña y tirar de ella suavemente. El acero no se rompe, no hace falta que lo hagas tan despacio. Ese alguien que me observaba me hablaba. Miraba fascinada cómo salía y me entregaba al alivio. La piel se me ha erizado y siento un leve cosquilleo en las costillas. Me doy cuenta de que el alivio es una forma de placer. Un levísimo éxtasis tras el dolor, un instante inquietante. Seguía caminando, creo, porque lo que hacía no tenía especial importancia. Paraba un segundo. Volvía el dolor. Paraba y sacaba otra. Y otra. Y otra más. Entre los pliegues del codo, en un lugar inverosímil detrás de la oreja, en los tobillos. Las ponía todas en la palma de mi mano. Metálicas, finas, frías, brillantes. Sentía un delicioso y plácido alivio.
No sé cómo entraron.
Soñé que sacaba de mi piel finísimas agujas. No salía ni una gota de sangre.
Mi vida bajo el agua
Te espero en la esquina tomando café
Ingle depilada, negro corsé
Fin de verano y no sé porque
La brisa susurra que viene es
los acaban por ser
caprichos que el viento volvió a deshacer
Son pequeños dolores
entre pálidas flores de puntas de alfiler
y aun no le quise el me quiso a mi
hicimos un año precioso rubí
enloquecí por salvar ese amor
pero el barco hacia aguas y el barco se hundió
creí que moría en la profundidad
y de sorpresa aprendí a bucear
son pequeños dolores
entre pálidas flores de puntas de alfiler
son pequeños dolores
entre pálidas flores de puntas de alfiler
puntas de alfiler
puntas de alfiler
metamorfosis no sentí dolor
creció una cola y de distinto color
ahora quien muere por oírme cantar
pero al que yo espero me hace esperar
la tarde ha caído y le veo llegar
pero decide nadar
son pequeños colores
entre pálidas flores de puntas de alfiler
poco amor necesita
pera esquivar la marea al atardecer
mi pequeña odisea no tendrá quien la lea
que se le va a hacer
son pequeños dolores
entre pálidas flores de punta de alfiler
puntas de alfiler
puntas de alfiler
Ingle depilada, negro corsé
Fin de verano y no sé porque
La brisa susurra que viene es
los acaban por ser
caprichos que el viento volvió a deshacer
Son pequeños dolores
entre pálidas flores de puntas de alfiler
y aun no le quise el me quiso a mi
hicimos un año precioso rubí
enloquecí por salvar ese amor
pero el barco hacia aguas y el barco se hundió
creí que moría en la profundidad
y de sorpresa aprendí a bucear
son pequeños dolores
entre pálidas flores de puntas de alfiler
son pequeños dolores
entre pálidas flores de puntas de alfiler
puntas de alfiler
puntas de alfiler
metamorfosis no sentí dolor
creció una cola y de distinto color
ahora quien muere por oírme cantar
pero al que yo espero me hace esperar
la tarde ha caído y le veo llegar
pero decide nadar
son pequeños colores
entre pálidas flores de puntas de alfiler
poco amor necesita
pera esquivar la marea al atardecer
mi pequeña odisea no tendrá quien la lea
que se le va a hacer
son pequeños dolores
entre pálidas flores de punta de alfiler
puntas de alfiler
puntas de alfiler
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