Es el primer día de frío, en muchos sentidos. Nos hacemos casi quinientos kilómetros juntos. “Fíjate bien, si tomas este desvío hacia Puerto Real te ahorras más de media hora. ¿Te estás fijando? Luego dices que no te atreves sola”. Desde hace años soy su segunda conductora aunque me haya sentado poco tras el volante. Nos hacemos una buena tirada de kilómetros. Lo he elegido yo. “Así vas entretenido, será como una excursión juntos”. Cruzamos Andalucía en busca de algo que no sabemos qué puede depararle. Tomamos un café en compañía. Es una visita relámpago. “Qué bien veros aquí”, nos dicen desde el otro lado del mapa. “Os tendríais que haber quedado a dormir”.
Tras el almuerzo tomamos café. Mientras juega al Pájaro Pollo con el pequeño rubiales, cansada después de una semana de poco sueño y muchas emociones, le miro despacio. Contemplo sus rizos cortos, las canas salpicadas en las sienes, las marcas de expresión. Está muy guapo. Hace ya un par de años que está muy guapo. Siempre lo fue por dentro, ahora también por fuera. En los últimos tiempos él –el duro, el seco, el inflexible- nos ha dado una lección de vida y yo decidí que quería aprenderla. Otra más. Aprender que nunca está todo dicho sobre nosotros mismos, que ninguna idea es tan importante como para llevarse nuestra vida, nuestra felicidad, con ella. Los ojos se me llenan de lágrimas pero nadie se da cuenta. “Bueno, ¿nos vamos? Vamos a llegar tardísimo a Cádiz”.
Por la carretera hago muchas fotos. “Estás enviciada Vila”. Él sabe que me gusta que me llamen así. Dejamos el paseo de palmeras atrás y la carretera, con el mar a un lado, nos acoge azul y llena de nubes. Juego a adivinar las formas. Un perro que se estira, un ratón. Alrededor, los verdes son más verdes, los colores, contrastados, revelan otra intensidad sobre las cosas. “Dios mío, ¿has visto qué día? Esto es precioso...” Él me sonríe. Me sabe intensa, le gusta y lo sé. Entonces todo estalla. Bueno, yo estallo. Emociones descorchadas por una carretera de colores formidables. Le cuento todo lo que he pensado mientras tomaba ese café. Los recuerdos que se me han agolpado en la cabeza.
Su cara redonda de quince años atrás, las tardes de domingo en mi casa, los viajes, los novios pencos del instituto, las carcajadas cómplices. Mi madre. Su amiga. Los momentos brutales, muchos felices, algunos terribles. El miedo, las dudas. "Mete en una mochila el bikini, una toalla y la muda y espérame abajo. En 15 minutos te recojo, vas a salir de esto, tranquila". Las fotos de cuando era un señor mayor. Conocer al minúsculo Javier por el cristal del quirófano de la clínica. Los atracones de Nochebuena. Aquella tarde de noviembre en la cala de Roche. Escribo ahora y los ojos se me llenan de lágrimas. Sentada en el coche empiezo a gemir y el pecho se agita. “Tengo mucha suerte de que formes parte de mi vida”.
Lloro y lloro y también río. Soy consciente, por primera vez, de que hemos crecido juntos. Nos hemos hecho mayores. Yo me he hecho mayor. Y estamos ahí con nuestras vidas abiertas sin saber qué será de nosotros, si podré seguirle al cine la mañana de los domingos, si volveremos a nuestro idilio telefónico. Con la vida inexacta, indeterminada, pero juntos. Con esa unión que no exige, que no tiene prisa, que no ansía, que sólo disfruta de disfrutar de quien has elegido, de quien te ha elegido. Espera a que me calme, me agarra la mano. En el coche suena el cedé fetiche de este año:"Te reirás pero esta canción tiene toda la razón. Es cuestión de feeling... Eso nos unió desde el principio y eso es lo que nos une", me dice muy serio. Sube la música. "Eso es lo que hay que buscar en el otro Fatima, el resto de cosas tienen arreglo, el feeling no puede dártelo cualquiera".
Tarareamos la canción mientras me sorbo los mocos. Rendirse a los consejos de Mina ha sido la lección de hoy pero sé que habrá muchas otras. Con él he aprendido lo que es tener palabra, palabra callada, palabra sin golpes de pecho, sin promesas, tener palabra a secas. He aprendido como llorar en los nacimientos y reír en las misas de difuntos. A ser honesto, a ser cascarrabias, a escaparse a la francesa sabiendo que nadie se enfada. He aprendido cómo quiere alguien que quiere incondicionalmente. Que nunca estamos hechos del todo, que puede llegar alguien muy especial que merezca darle la vuelta a tu cabeza, abrir tu escafandra, dejar que entre el agua, los peces, las sirenas. Alguien con quien tengas feeling y que te enseñe que bajo tu piel hay una versión mucho mejor de ti mismo. Contemplo ahora la versión mejorada de este hombre guapo en el que se ha convertido y vuelvo a dar las gracias. A cada persona, a cada cosa, que nos ha empujado a estar en este momento, en este coche, preguntándonos adónde nos llevaran los caprichos del destino. Y cómo nos organizaremos para vernos.
Sí, sé que una primera escucha causa estupor pero... a LI, EV y a mí nos encantaaaaaaaaaaaa
No hay comentarios:
Publicar un comentario