A los que somos miedicas el sobrevivir un par de años sin ver sombras por los rincones puede convertirse en una hazaña que muy pocos, gente madura acostumbrada a relativizar, entenderían. En los últimos días y gracias a un libro que ha sacudido la conciencia de quiénes me rodean, extraños sonidos invaden mi casa. Ligeros susurros que a mí me espantan el alma y que a mi perra, organismo peludo de naturaleza zalamera, parecen no inmutarle. Hacía mucho tiempo, podría remitirme a mis años de estrenada veinteañera, que no apagaba las luces mirando con los ojos como platos alrededor.
Plantea Sánchez Piñol -en La piel fría, para más señas- un terror que raya el pánico y que algunos, los críticos comparan con las imágenes más horribles de Lovecraft y Hodgson. Una no tiene capacidad para tales filigranas y admite, sencillamente, que las pasó sobrecogida. Del argumento no contaré nada dada mi personal animadversión hacia las sinopsis pero sí que terminó recordándome algo que escuché una vez de boca de una amiga psicóloga. La cabeza tiene filtros para asumir grandes desgracias, para quedarse impasible hacia ciertos miedos, mientras es capaz de horrorizarse, de rayar la crisis nerviosa ante la más nimia de la pequeñeces.
Tal vez por eso, al culminar la metáfora que era el fin de la novela -terrible, real y definitivamente realista-, tuve menos miedo que en los momentos más fantásticos e irreales de cuando la leía. Quizás porque es mejor pensar en monstruos deformes bajo la cama, que en mentalidades monstruosas vestidas de traje y corbata, que hablan de cada mujer y de cada hombre, que pueden, si se da el caso, llevar nuestra cara.
Publicado en La Voz de Cádiz el martes 11 de septiembre
4 comentarios:
¡Qué bien escribes, joia!
Hay que ver!!
No puedo vivir ahora sin conocer "La piel fría". Me voy a poner manos a la obra en cuanto libere un poco mi agenda.
Háganlo, lean La piel fría o se habrán perdido una de las historias más inquietantes, educadoras y necesarias que he leído.
Háganlo, lean La piel fría o se habrán perdido una de las historias más inquietantes, educadoras y necesarias que he leído.
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