viernes, 31 de agosto de 2007

Respuestas


Ella: Últimamente no me pongo perfume. Queda poco y hay que guardarlo...
Él: Hueles muy bien cuando hueles a ti.
Ella: ¿Incluso cuando huelo mucho mucho a mí?
Él: Entonces hueles excesivamente bien.
Ella dejó el bote precintado en la repisa del Duty Free y, en un gesto infrecuente, le buscó la mano. Podía ser altiva y esquiva, podía nadar entre las brumas de dudas absurdas que no llevaban a ningún sitio. Podía aparentar frialdad y un ademán infantil de estar de vuelta. Podía ignorar el teléfono y jugar a no necesitarle. Él pudo notar el tímido calambre que se filtró entre sus manos. Ella podía perderse en un sinfín de estrategias, pero no hay piel que no ceda ante una buena respuesta.

jueves, 30 de agosto de 2007

Aún quedan románticos...

INDIA-CURIOSIDADES ELEFANTE SALVAJE ROMPE VALLA CIRCO PARA RESCATAR ELEFANTA Y SE FUGAN JUNTOS
[R]
399 Palabras
30/08/2007 17h 04

Nueva Delhi, 30 ago (EFE).- Un elefante salvaje protagonizó una curiosa historia de amor, al romper la valla de un circo en la región de Bengala (este de la India) y marcharse con una de las elefantas de la empresa circense a la que ayudó a escapar, informó hoy la agencia IANS.

El suceso ocurrió este martes por la noche en el distrito de Raniganj (a unos 175 kilómetros de Calcuta), donde el Circo "Olympic" había situado la carpa hace diez días.

Un macho salvaje de 26 años arribó al lugar, rompió una valla protectora y se coló en el establo donde se encontraban las elefantas de la empresa, atraído por las llamadas de éstas.

El elefante escogió a una de ellas, "Savitri", que, pese a la insistencia de un cuidador, rompió las cadenas con las que estaba atada para escapar con el macho hacia la selva, donde ambos fueron avistados "jugueteando" junto a un lago, según IANS.

(...)

Melodía de la semana

Hace muchísimo tiempo, en una tórrida ciudad de la que siempre he estado enamorada, en mitad de una tarde esas en las que campanean las ausencias, una amiga, una de mis mejores amigas, tecleó para mí algunas letras de esta canción. Entonces, requeteenamorada y recién desgajada de la tierra, me pareció simplemente bonita, una sorpresa de la mano de un tipo al que nunca, ahora tampoco, había escuchado. De un cantautor demasiado meloso que, sorprendentemente dado mi nivel de azúcar por sangre, no me gusta.
Algún tiempo después me di cuenta de que es un consejo en forma de música. Una especie de decálogo de los afectos que habla del amor romántico pero también de muchos otros. A veces, los más importantes. Los que, aunque arrancada, pérdida, recién salida de bruces a la vida; te sostienen y te regalan manos, flores, presencias. Sin pedir nada.
Como ando rodeada de mujeres de mudanzas, aliviadas, asustadas, sorprendidas y expectantes por estar solas, acompañadas o en proceso de cambio, vaya por delante el requiebrito de este cantante cursi.
Hay muchos miedos dispuestos a paralizarte pero, en el fondo, lo único cierto es que jamás, jamás de los jamases, y sólo si tu quieres –si te vuelves oscura y fea, caes en el miedo y los alejas a todos de tu vista– vas a estar sola.
Siempre habrá quién se parta en dos en cada despedida...


No estarás sola

No estarás sola,
vendrán a buscarte batallones de soldados
que a tu guerrilla de paz se han enrolado.
Y yo en primera fila de combate
abriendo trincheras
para protegernos, mi guerrillera.

No estarás sola,
te saludarán a tu paso en mil idiomas, con mil lenguajes,
la gente a la que despertaste en cada viaje,
los que dormían en las calles,
a los que preguntaste,
por su esperanza, por su desastre.

No habrá distancias
que no cubra cualquier hombre que te busque.
No habrá rincón en que tu nombre no se pronuncie.
No habrá misterio o duda en que tu presencia no luzca,
faro solidario en ausencia de paz,
en tiempos difíciles Estrella Polar.

Sola nunca, nunca estarás.

No estarás sola,
siempre habrá quien se parta en dos en cada despedida,
quien te de aliento cuando te des por vencida.
Tu revolución llenará sonrisas,
yo la incorporé a mis aperos
de trabajo, a mi vida.

Clava hoy tus raíces en mí.
Quién pudiera retenerte en Madrid.
Visitaremos lugares a los que hemos
ido antes juntos,
antes de conocerte,
antes de encontrarte.

No estarás sola,
siempre habrá quien te ayude a hacer las mudanzas,
quien te regale manos flores presencias sin pedir nada.
Y allí estaré para amarte,
y aunque no esté,
allí estaré para amarte.

No estarás sola.
No, no estarás sola.
No estarás sola.

Ismael Serrano

Adiós, agosto, adiós

Último martes de agosto. Examen de conciencia. Verano atípico, tregua del Levante y más de un 95% de días de playa. Tú te dejaste las marcas y, vencida, no pasaste del naranja. Tu boicot al foranean family volvió a poder contigo y tus mañanas de mar volvieron a estar teñidas de vastas estirpes de interior, armadas con mesas y sillas, dispuestas a conquistar la playa. «Para el año que viene, prometo plantar cimientos en una cala», dices, furibunda, ante la prole numerosa que pudo contigo en la La Victoria, que te dejó acorralada.

En los escaparates ya campan los abrigos de lana y tú, arruinada, despistada y algo pava, no llegaste a las rebajas. «Mujer, has tenido un mes », te dice la amiga resabiada, la que tiene jornada intensiva y se ha renovado el armario a base de gangas. Vaya, con eso ahorro, te engañas.

Entrada ya la temporada de lluvias, caes que se olvidó aprovechar el solano para atajar el arreglillo bricoestetico de la casa. Amenaza con llegar la astenia y te levantas de la siesta con la cabeza como una matraca. «Claro, guapa, ¿qué creías? La resaca », te dice el angelito bueno que hoy te pilló por banda. «¿Qué fue de los libros en la reserva? ¿De correr por la mañana? ¿De conseguir un vientre perfecto y demostrar que eres inmune a la ecuación chiringuito=cubata?». ¿Perdona, querubín, no tenías otro alma errante a la que dar la lata?

A punto de sucumbir a la depre colectiva, la de los que se vuelven a casa, y de los que se quedan aquí -los que viven en la costa, es lo que pasa-, te das cuenta de que agosto es un mes hortera con demasiada gente libre, un parque temático con nada que ver con sentirse en casa. Esperanzada, corres al crápula de turno: «Oye, crees que el sábado ya abrirá el Hassan?».

Publicado en La voz de Cádiz el 28 de agosto de 2007

viernes, 24 de agosto de 2007

Melodía de la semana


UBP:¿Qué os vais a comer por ahí? ¿Y no os doy pena?
NCCH:¿Pena? Si te vas a Mallorca... ¡Lo que nos das es asco!
UBP:Tienes razón...

(Escena teñida de verde envidia a la salida de la Redacción)

miércoles, 22 de agosto de 2007

La mirada implacable


¿Las mujeres son más criticonas mirando que los hombres?


La cuestión no está en si se mira, en quién mira o a qué se mira. La cuestión, la que diferencia polos, géneros y estructuras sociales, está en la intensidad con la que se mira... Ni más ni menos, solo y sin sifón, licor puro de la verdad para explicar porqué él sabe quién es tu amiga la de los grandes pechos pero no la de los ojos verdes, el pelo grasiento o el grano en la frente. Una cosa divina, por otro lado, si tenemos en cuenta que toda una tarde pactando con el maligno -degollando animales vivos y prendiendo velas negras- para conjurar un incómodo forúnculo facial puede quedar en nada frente a una mirada absorta: «¿Qué dices que tienes qué? Anda ya...»

Que la mirada masculina es infinitamente más económica nadie lo discute. Es capaz de atisbar una idea general y resumirla en una frase perogrullesca que permita pasar pronto hacia otro tema. Esa diferencia frente a la implacable visión femenina, durante años interpretada como una tendencia a desollar a las demás miembros de nuestro género, tiene poco que ver con el afán competidor y sí con una inexplicable tendencia hormonal a complicarse la vida.

Ejemplo: «Este tío está rebueno», dice una. «Bueno, tú sabes... -añade la otra- Si te fijas bien la nalga izquierda anda caída, usa camisetas de cuello de pico y lleva perilla. Y mira, mira... Dos años, y la cabeza como una bombilla.»

La cuestión es que esta otra parte de las inspecciones, las que tienen que ver con hacerle la ITV al maromo de turno, tiene lugar en la más estricta intimidad femenina. En esas reuniones en la que alguno pagaría dinero por escuchar. En ésas, creanlo, a solas y sin espías, las celulitis de ésta o de la otra nos importa poquísimo. Estamos en nuestro terreno y, caballeros, no es entre nosotras donde nos mola destripar, que digo, observar. Glups.

Publicado en La Voz de Cádiz en La guerra de sexos el 19 de agosto

El aroma, el recuerdo y la porquería


Lo de que los sentidos están íntimamente ligados a los recuerdos es un Mediterráneo que yo no voy a descubrir. Asociamos los aromas a una persona, a un momento, a un sentimiento que nos hace sentir mejores o peores de acuerdo con el instante asociado a tales partículas odoríficas.

Miope desde chica a pesar de las beldades de la técnica láser, soy de las narices especialmente sensibles. De esos apéndices exquisitos capaces de detectar el mal estado de un alimento en la nevera mientras subo por el ascensor hacia mi casa. «Creo que dejaste descubierta la fiambrera del gazpacho», «¿Pero qué dices? Joder...» El último taco –que también puede traducirse como interjección exclamativa– es la respuesta del interlocutor pasmado de turno, flipado por encontrarse ante una especie de híbrido entre mujer evolucionada y perro de presa.

Lo malo de ser tan sensible a los aromas es que junto a un maravilloso catálogo de recuerdos sensoriales –el primer amor, las primeras margaritas y el maravilloso tacto de las sábanas limpias, por citar– una se encuentra a merced de todo tipo de crueldades de la insensibilidad odorífica colectiva. La última de ellas se llama depuradora y está situada a escasos cincuenta metros de la vivienda de la firmante. Todo un derroche de porquería que amenaza mis experiencias actuales tiñéndolas de hedor a cañería.

Con la casa cerrada a cal y canto, y dada mi actual plenitud de vida, me pregunto si la crueldad municipal ante los vecinos de La Laguna terminará por crear en mí una especie de desviación sensitiva. Quizás, en unos años, detenida en una ciénaga cualquiera, me diga,: «Ummm... aroma inmundo a porquería... Cómo añoro aquel verano,años dorados, pestilentes, de mi vida».

Publicado en La Voz de Cádiz el 21 de agosto de 2007

El cine, la música y el empacho


El fin de una carrera en el cine lo marca una revista femenina». La frase no es mía, es de un profesor de teatro -todo el mundo tiene un pasado- que me destruyó la autoestima y me dejó, a cambio, un amplio espectro de frasecillas recurrentes. Hablaba sobre la falta de profesionalidad de las actrices del cine español. Uhhhhhh... Habrá quién desee atizarme después de tan gratuita generalización. No es mía, no me responsabilizo de su impertinencia, pero la comparto. Sabrán si me atizan o no.

Se refería el hombre a que el problema de las actrices patrias es que muy pronto, segundos después de su primera gala de los Goya, a algún redactor jefe de revista multicolor se le ocurría explotar su cara de ángel para convertirla en líder de opinión de la cosmética. Un Los secretos de belleza de... y, por arte de birlibirloque, sin que mediaran un par de pelis con las que sustentar una carrera, la nena se convertía en el rostro del cine nacional. Flor de un día para ser devorada, meses después, por otra cara bonita tampoco dispuesta a molestarse por dar un mísero cursito de interpretación.

El rollo viene -alguno se lo habrá preguntado- porque últimamente, en la música, pasa algo parecido. Hasta el alma está una de leer, festival tras festival, los mismos nombres abocados a redimiensionar la industria cultural. Abocados y abortados, tres entrevistas chorras después.

Morir de éxito es muy fácil. Se lo digo yo que no lo he tenido nunca y deseando estoy de cegarme de super yo. Ciertos gurús deberían hacer un repasito al panorama progre de la música bien vista, ésa que no es OT y marca estilo. Ésa que en ocasiones adolece de energía para encarar como se debe el reto de un segundo, un tercer disco. Ésa de la que todo el mundo habla bien y, a base de halago, empieza a producir empacho.

Publicado en La Voz de Cádiz el 14 de agosto de 2007

sábado, 18 de agosto de 2007

Elogio a la lágrima fluida


Soy llorona. No lo confieso. Lo sabe todo el mundo. Acudir al cine sin ir adecuadamente equipada puede terminar un trágico episodio de empacho por mi propia flema si nadie me avisa que en la cinta peligra un perro, dos ancianos se enamoran o se derriba un cine. Si el final es muy feliz, también lloro. Cosas de la catarsis, el happy end y el desamparo colectivo. En mi vasto catálogo de lágrimas las tengo de múltiples registros: de rabia, de pena negra, de pena mía, de pena de otro,de estallido sensorial y de alegría. Las mejores son las penúltimas, unidas a segundos memorables, habitualmente compartidos. Llorar a solas no es recomendable por eso, se me olvidaba, también tengo lágrimas telefónicas y algunas que pongo por escrito – :'( –.

Lo de la reticencia masculina hacia el salado caldo emocional es para mí una soberana tontería. A pesar de toda la industria del complejo de Elektra, eso de que el machote prescinda de las beldades del divino sollozo me parece de una crueldad infinita. Ser varón sensible en este mundo de Testosterona Inn tampoco es fácil. Y lo de las lágrimas es una de las chinas. Hace años salí con un chico que no sabía llorar. Así, simplemente, tan masculinamente Bosé como parece. Cuando le asaltaba la pena, se limitaba a encoger el tórax en una extraña mueca. El pobre sufría, lo mismo que cualquier otro, pero sin la bendita redención del llanto.

También he conocido a llorones mercaderes –una lágrima por una excusa– y llorones auténticos. Los mejores. Los más plenos. Capaces de convertir un DVD casero en una íntima catarsis de hipidos y preparar el cuerpo, destensado, para el siguiente intercambio de fluidos. «No sé que pasó, es que estaba tan tierno...» Los que se quedan con la chica, mientras el macho de gimnasio, embravecido, gasta otros fluidos. Sudoríficos. Los de la carita de morir, los más listos.

Publicado en La Voz de Cádiz, en La guerra de sexos, el sábado 11 de agosto.

miércoles, 8 de agosto de 2007

La Mujer Hiedra


Como estoy a pique de que se me considere una pseudofeminista de revisteo frivolón voy a detenerme en seco para vocear otra realidad social, esta vez, especialmente ligada a mi sexo, con el que, como ya sabréis, también se pueden hacer correr ríos de tinta a base de teorías nada científicas como las mías.
Hace unos meses, en medio de una debacle inter-intro-mega-ultra emocional, en un bar de Lavapiés.
-Estoy super pillada, todo el día pendiente del teléfono.
-Lo que tienes que hacer es llamar a otro.
-¿Estas loco?
-Por favor no te me vayas a convertir en Mujer Hiedra. Llama al chico ése tan majo y relativiza.
-Anda ya...
-Esperaba mucho más de ti, la verdad.

El diálogo tiene lugar como si tal cosa. Entre una ensalada extraña y un cous cous algo duro, antes de tomar un té de buhardilla y escuchar al maestro, antes de que tu amigo, ese rubiales políglota y polígamo cuyos útiles consejos nunca sigues, te ponga frente a la cara la terrible definición que persigue a las mujeres de tu tiempo.
Para I. T. –esto es, autor, inspirador y protagonista de la escena antes definida– la Mujer Hiedra es esa que, de manera sibilina y camuflada, se cuela en la vida de un hombre adhiriéndose con disimulo a sus tobillos, subiéndole por las piernas, hasta convertirse en una especie de apéndice al que le viene la regla cada 28 días.
Es una realidad cuya incidencia azota a la población de mi género con distinta intensidad. Es decir, a través de variables formas y modelos de acuerdo con el tipo de mujer y su lugar en la vida. Que todas –todos alguna vez– podamos tener episodios de adherencia vegetal a otros seres no nos convierte necesariamente en un miembro de la especie. Ténganlo en cuenta para evitar alarmas.
Hacen falta muchos años de entrenamiento, muchos de mirar hacia otro lado para ver la paja en el ojo ajeno, para convertirse en un representante de ese grupo de individuos capaces de mimetizarse con la vida, la piel y la existencia ajena. Y es que una de las más llamativas cualidades de la Mujer Hiedra es que no sabe que lo es. Ni siquiera cuando toca fondo es capaz de echar cuentas y ver los nocivos efectos del adhesivo para su vida.
La Mujer Hiedra es ésa que desaparece en el mismito momento en el que le sale novio. Momento, por cierto, que suele darse semanas, días, segundos después, de que corte con el anterior. La que decide, de repente, hacerse presidenta del club de fan del Atlétic porque el chorbi le salió rojiblanco. La que siempre está cansada cuando, por fin, y después de meses de cuadrar la agenda para asistir una cena, a la juergas de turno se le ocurre pronunciar las terribles tres palabras: ¿Y ahora qué?¿ Cubata?.
Las estrategias de la mujer hiedra para evitar separarse de su chico son numerosas y variadas. Van desde modificar sus gustos hasta hacer verdaderas filigranas de horarios para adaptar toda su vida, y si cuadra las de los que están al lado, y unirse como sea al personaje en cuestión.
Lo fascinante de la Hedera Helix o Hiedra Común es que no deja de sorprenderte. Una obvia la posibilidad de encontrarla en su círculo de amigos y la imagina hecha una marmota, esponjada de tanto ver la tele mientras acompaña a su chico mientras curra al otro lado de la barra del sarna del barrio (por remitirnos a un tipiquísimo ejemplo); sin embargo, cada vez más, el fenómeno salta a modelos modernos y actualizados. Véase mujeres con pearcing, ropa de marcas tarirfeñas y varios géneros de tatuajes. Máscaras para esconder que tras el modelo Soyindependienteyescuchoabebe, a una la educaron para tener un hombre al lado y no pretende, ni por asomo, desatar el entuerto.
Entre las características propias de la Mujer Hiedra está su regusto por contagiarse. Por rodearse de otras plantas trepadoras, capaces de ramificarse por sí mismas.No en vano, dicen los botánicos que, si se les elimina el ápice vegetativo, ellas mismas producen de inmediato dos o tres nuevos más abajo, y continúan con lo suyo. Implacables.
Lo peor de conocer a una Mujer Hiedra es que sea tu amiga, tu compi, tu vecina. Y que tú seas una de esas plantas entrometidas empeñadas en que nadie sufra por gusto. "Mira, nena, todas tenemos la tentación... Todas hemos tenido relaciones absorbentes... Necesitamos darnos tiempo, espacio para nosotras. Hay que saber estar sola, disfrutar de tus amigos... " Bla, bla, bla... La Mujer Hiedra te mira con cara de haba –rarísimo fenómeno de injerto- antes de escupirte: "Si yo hago muchas cosas, no voy a estar todo el tiempo contigo". Mustia, pagas el café en el bar de abajo y te muerdes la lengua. Has cruzado la línea y la has puesto a prueba. Has notado el tono de desprecio de la última sentencia. Si nunca más vuelve a llamarte; si, de repente, se cambia de pandilla para pedir "el colacao y la media tostada", no te equivocabas. Desgraciada y penosamente, esa amiga tuya no tiene arreglo. Otro arbusto trepador de hoja perenne. Otra chica hiedra, de increíble resistencia y tremenda y dura mollera.

martes, 7 de agosto de 2007

Oración de la semana

Escolar de mi vida
eres periodista como yo
por eso te quiero tanto
y te doy mi corazón
tuyo es
mío no


Esto es lo que pasa cuando la desesperación colectiva transforma a un periodista de carne en una figura mística.

Canícula y perversión


Lo maravilloso del periodismo es que siempre estás aprendiendo cosas nuevas. Lo maravilloso del cotilleo es que siempre estás aprendiendo cosas nuevas que sirven para relativizar el periodismo. En esos momentos vitales en los que un plumilla devora su alabado rotativo nacional, escudriña a los columnistas y se enchufa a la versión on line de CNN para «enterarse mejor de las cosas», siempre hay una inestimable amiga que, sin proponérselo, te devuelve al suelo con una cachetada de realidad.

El último episodio de Nosabesdequévalavida tuvo lugar el sábado mientras, medio atontada por el conflicto espaciotemporal de encontrar un coro mientras sudaba la canícula, la inestimable amigademiamiga me contó su velada de la noche anterior.

«Estuve en una despedida de soltera». «No me interesan ese tipo de eventos», escupes antes de que la tercera en cuestión te tome del brazo. «Eh... Escucha, esto te va a interesar». Levantas la barbilla y acercas la nariz, solícita, para escuchar, como si también hediera, el prometedor cotilleo.

Segundos después, cuando la cerveza ha dejado salirte por las narices y las carcajadas te aplacaron el corazón, interrumpes la elevada charla de tu mejor amiga para ponerla al tanto: «Nena, ¿sabes que en Cádiz hay streapers que se despelotan con música y tipo de Juan Carlos Aragón

Como tú vives en Babia y no eres carnavalera -Sólo de calle. Sirva de disculpa para los lectores que se sientan ofendidos por mi incultura- el lunes, te metes en internet para ver el disfraz que a la criatura le resultaba tan erotizante... Tipo: inmortal. Carnaval: 2004. Vampiros románticos liberales. Ojeras y negras pelucas incluidas. Mmm... Perversiones... Oscuro mundo de bajas pasiones que nunca dejará de sorprenderme.

Publicado en La Voz de Cádiz el martes 7 de agosto de 2007

viernes, 3 de agosto de 2007

Qué venga Dios, y la vea...


(última campaña publicitaria de Vuitton. Naturalmente obvio colgar a Gorbachov)

miércoles, 1 de agosto de 2007

Hombre + Proyecto + Viceversa


Entre las grandes mentiras de la vida de cada cual se cuentan un ramillete de sentencias que pertenecen al ideario colectivo. Si el cómo los padres de una se las ingeniaban para hacerle comer los higadillos o evitar que andara descalza daría para escribir un ensayo sobre fabulaciones familiares, frases como "Trabajando duro lo conseguirás", "Todos los cerdos tienen su San Martín" o "El tamaño no importa" sirven de ejemplo para ese catálogo de expresiones con las que a una le perforan la cabeza para que, ya de adulta, se gaste los cuartos en un psicoanalista que le explique que, sencillamente, todo es mentira.
Una de las expresiones más recurrentes, aderezada además con el gustillo de la ciencia matemática, es la de que el el "Orden de los factores no altera el producto", cosa harto falaz que, en el caso de las relaciones, deja curiosísimas muestras de ingeniería del cuchipandeo. [Esto es, toda clase de expresiones, frases hechas y otras beldades del lenguaje con las que un grupo de individuos aprende a distinguirse del resto creando para sí una identidad colectiva]
Últimamente el orden de los factores se antoja importantísimo cuando, en mi círculo de cuchipandeo, nos referimos a dos realidades cada vez más habituales en esta sociedad moderna de las relaciones express y el complejo peterpanesco. Me refiero al Hombre Proyecto y al Proyecto de Hombre. Dos maneras parecidas lingüísticamente pero diametralmente opuestas en lo que al objeto referido se refiere.
El primero de ellos es ese individuo que se cuela en tu vida y te la llena de planes. Esa persona un poco friki que, de repente, aterriza en tu existencia y, ante tu propio estupor, te soluciona los fines de semana de aquí a tres años, paraliza el resto de tus citas y termina proyectando una especie de vida multicolor de la que tú eres la actriz principal y él un especie de galán enamorado agradecido al mundo por haberte conocido.
El Hombre Proyecto es una especie de Guía del Ocio de carne que al principio te repele y, después, si andas con la defensas bajas y con un cierto regusto por que te mimen, termina alicatando con su decálogo de frikadas tu vida. Se le detecta por la naturalidad con la que, de repente, no utiliza otro tiempo verbal que la primera persona del plural, por su furor por presentarte a su familia, comprar un perro o, en su defecto, montar un negocio a medias para alimentar a la cohorte de retoños que, algún día, tendréis juntos.
El Hombre Proyecto es ése cuya naturaleza hiede a kilómetros aunque tú seas la única que no se da cuenta. Ése con el que tus amigos hocican porque te ven contenta. Un individuo de sonrisa profidén al que todo le parece de perlas hasta que un día, de repente, decide hacer proyectos por otro sitio.
Si una no ha conocido hasta el momento a ningún Hombre-mujer Proyecto -siento desatar las iras de los -istas de poca monta pero la incidencia de esta especie es mayor en el género masculino- el paso de un personajillo de este tipo por la vida de uno puede ser desolador. Litros de llanto y borracheras varias para lograr entender qué narices pasó con "lo nuestro" y determinar una salida viable a la cantidad de fines de semana que, de repente, se te quedaron cojos.
Lo del Proyecto de Hombre es otra historia. Tiene que ver con la madurez tardía, la salida del regazo materno y la inicapacidad de ciertos individuos para enfrentarse a esa amalgama de facturas y lavadoras por poner que es irremediablemente la vida. Es ese hombre-mujer -aquí la cosa se va igualando- que uno sabe que terminará mereciendo la pena pero que anda... ¿Cómo decirlo? Un poco verde.
El Proyecto de Hombre -permitidme -istas del mundo que me refiera mi género reflexivo- es ése que una cree que conoce demasiado pronto. Un individuo de aparente buena pasta, que bien podría algún día arrebatarte el corazón si no fuera porque aún no practicas el canibalismo y lo de dar hervores ajenos te parece fuera de tus competencias. Del Proyecto de Hombre una se despide con un saborcillo agridulce en los labios. Si tienes suerte, y no vuelves a verlo, su imagen -difuminada en la amalgama de recuerdos de tu mollera- se convierte en un altar recurrente al que regresar cuando el novio de turno la caga mortal. "Ay... con zutanito de tal hubiera sido diferente". Como los amores platónicos, el proyecto de hombre puede instalarse en tu catálogo de personajes de ficción y servir de requiebro eterno. En estos casos, resulta útil.
No obstante, en la mayoría de las ocasiones y para pena de tu imaginación, el Hombre Proyecto continúa apareciendo en tu vida de vez en cuando, confundiéndote algunas veces, decepcionándote otras tantas, hasta comprobar que, una vez más que después de soportarle la enésima perorata sobre el sentido de la vida o el funcionamiento de su PSP, lo tuyo era una exagerada confianza en el ser humano.
Finalmente, y como bien señala mi amigo Pablo -defensor de la inexistencia biológica de la diferencia sexual y tamiz crítico de este tipo de teorías- a esta amalgama de expresiones podría unirse la de Proyecto Hombre, asociación de ayuda a los toxicómanos que, en ciertos individuos, constituye la tríada magnífica del lenguaje.
Si chocas con uno que aglutine las tres puntas, te llevaste el Bingo.

Dialéctica bucal

–¿A qué te dedicas?
–Soy proyector.
–¿De cine?
–No, de mi vida.