"Hay muchas cosas que no puedo decir a nadie, casi todas se refieren a las matemáticas". Carlos Edmundo de Ory
martes, 29 de mayo de 2007
Cuestión de estilo
Es color crema, con rayas y un lazo negro bajo el pecho, coronando el corte imperio. El traje de la discordia, el que ocupa las galerías fotográficas de los periódicos digitales, se ha hecho célebre por lo tremendo de la faena. Jane Fonda, la grande, la fantástica, la que sabe convivir con las arrugas y ser, todavía, una envidia de mujer; asistía a Cannes, a entregar la Palma de Oro, con el mismo trajecito que Anne Consigny, actriz francesa que unos días antes se había calzado el modelito para la presentación de una película.
Además de en la brutal colleja que le acaba de caer al responsable de RRPP de la actriz, el suceso me ha hecho pensar en los cientos de casos en los que, sin que a ningún personal assistant le llueva un despido, hacemos el pavo en escenas similares.
La globalización fordista, la masificación de productos, la vida moderna, hace que nada sea nuestro del todo. Ni los trabajos, ni las casas, ni los amores, ni, por supuesto, los patrones. La clave está en asumirlo con clase y, a falta de otra opción, con buen humor.
Hace unos años, en una boda, una gran mujer que conozco se topó con tres vestidos idénticos al suyo. Acostumbrada a ir contracorriente en más de un asunto que las féminas perdonan con dificultad, se pasó toda la noche de mesa en mesa, localizando a las de su tribu para una foto. Una pija remilgada que también había caído en la trampa la huyó hasta esconderse, sola, en un rincón. Tengo grandes recuerdos de aquella noche. En ninguno aparece la rubia horrorizada y sí las otras tres, muertas de risa.
Saber nuestro lugar en el mundo, conocer de qué va el juego y reír a tiempo siempre ha sido una buena muestra de estilo, de personalidad y buen gusto. Es algo que me enseñaron en casa y vi claro aquella vez. Aunque dudo que al asistente, esta humilde reflexión -pequeña, lejana y a destiempo- le salve el pellejo.
Publicado en La Voz de Cádiz el 29 de mayo de 2007
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4 comentarios:
NADIE ha conseguido explicarme por qué dos mujeres se sienten tan violentas cuando llevan el mismo vestido (quiero decir dos vestido iguales: si se meten en el mismo vestido se explica un poco la incomodidad).
Creo que si los hombres nos vistiéramos de manera más variada, en el caso de encontrarnos con alguno con una indumentaria igual nos jartaríamos de reír (¡anda, qué coincidencia!) y nos haríamos un montón de fotos juntos (y nos llamaríamos de "primo" desde ese día).
¿Puede Usted despejarme esa incógnita, Boquita? No lo entiendo.
Básicamente es que siempre váis igual. Con un repertorio de básicos tan reducido la probabilidad de coincidencia se hace altísima.
Lo digo con toda la envidia del mundo... otro riesgo más que no tenéis que correr... ;)
Pues yo fui a una boda donde dos hombres coincidieron con la misma camisa, y uno de ellos estuvo toda la fiesta acordándose de los familiares difuntos del otro.
Pues qué raro.
Sáquenme del "insisto" del poeta rebuscado:
¿Qué tiene de malo?
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