Aquí estoy enseñando a comer nieve a la gente,
dando estrellas a la gente…
“¿De dónde vengo yo?”, se preguntaba el joven poeta. Le preguntaba a sus amigos, a sus primeros colegas, a aquellos locos con los que intentaba arrancar los velos grises de la posguerra. “¿De dónde vengo yo para ser así?”. Apenas unos días después de su muerte, muchos amigos -conocidos, desconocidos- se lo siguen preguntando. Se preguntan si ahora tendrá la respuesta, si la encontrarán ellos mismos buscando y rebuscando entre su prodigioso paisaje de letras. Mapa de imágenes mágicas, entre lo místico y lo profano, entre lo real y lo inventado, entre el orden y el desorden. Imprevisible, creativo, trasgresor. Poético, en definitiva. Carlos Edmundo de Ory (Cádiz, 1923) moría el 11 de noviembre a los 87 años de edad pero todos sabían, todos los que un día rozaron el efecto de su palabra, que esa pareja numérica no era más que otra trampa de los convencionalismos. La de Ory era una edad plástica, detenida al filo de algún poema, en el borde de un apunte metafísico en algún cuaderno. [sigue leyendo en Revista de Letras]
1 comentario:
Bonito homenaje a un gran escritor
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