martes, 28 de abril de 2009

Tener la última palabra

No podemos escapar de ella, no podemos ignorarla porque está ahí, como ese pecadillo de juventud que nos persigue, como el primer amor que se esfuma dejándonos a merced del platonismo, como esas palabras mágicas que no dijimos a tiempo y que nos separaron de alguien para siempre. Ella planea sobre nosotros y juega a esconderse para que la olvidemos. Nos da regalos: instantes de plenitud, aromas de bebés nuevos, orgasmos, caricias. Esperanzas de eternidad que nublan la consciencia y el entendimiento. Tanto, que la mayoría de las veces, cuando reaparece, nos encuentra desnudos, indefensos, muertos de miedo. Esta mañana me ha erizado la piel comprobar cómo la única manera de escapar a su juego es mirarla de frente, hablarle a los ojos, nombrarla y arrebatarle su velo de palabra maldita. Javier Ortiz se fue esta madrugada y ha dejado escrito su obituario, entre tierno y cómico, cualquier cosa menos resignado. Él ha sabido ser el último en tener la palabra, reírse un poco de ella, quitarle el velo y nombrarla. No dejar que otros dijeran lo que podía escribir él mismo. Estás ahí y te espero. La muerte.

lunes, 20 de abril de 2009

El pacto

–Sólo te digo lo que pienso.
–Pues te agradecía que fueras un poco hipócrita. Nadie dice lo que piensa, todos mentimos un poco para aguantarnos los unos a los otros.

A partir de aquel momento iniciaron un muy feliz ascenso vital por los caminos del matrimonio, la familia y el estatus social. Recorrieron el mundo en viajes veraniegos, se fotografiaron frente a los principales monumentos internacionales, cambiaron varias veces el mobiliario de su casa, nombraron a sus hijos con nombres de parientes fallecidos, se mudaron de casa y destinaron un porcentaje de sus ingresos a organizaciones no gubernamentales. Cuidaron de sí mismos durante las gripes, apendicitis y otras enfermedades, ahorraron para un buen coche, redujeron la hipoteca, les premiaron -uno primero, el otro más tarde- con un ascenso. En el ocaso de sus vidas, tan perfectas y deliciosamente neutras, pudieron comprobar los beneficios de aquel pacto. Se dieron cuenta de que sus otroras malidicentes ingenios se habían desactivado y que, verdaderamente, habían encontrado una receta cercana a la felicidad. Una que, en medidas estratégicas y sin llegar completamente a abrazarla, rozaba indecentemente la mentira.

miércoles, 8 de abril de 2009

Vuelven las gafas

J. siempre dice que lo que más le revienta de que le manden a hacer cosas es precisamente eso: que le manden. A mí, con mi complejo de perro de Paulov siempre dispuesto a babear por el hueso de turno, me resulta difícil de entender tal rebeldía que indirectamente también me revienta cuando mi tendencia al mangoneo y su adicción alnoporsistema chocan en un chispazo de malas pulgas.

Es curioso que una pueda ser mandona y fordista a mezclas iguales, que pueda andar manejando los factores y elementos como si de mi casita de muñecas se tratara y al mismo tiempo necesite, ansíe, ser una pieza más de la cadena de montaje, recibir órdenes, tener ciertos compromisos que ayuden a marcar el ritmo.

Hoy me acuerdo de su rebeldía sin causa al calzarme por primera vez mis nuevas gafas graduadas para mi residual astigmatismo. Una dolencia que no quedó eliminada en la intervención quirúgica que, creía, me había librado para siempre de las gafas y que hoy se revela molesta a la hora de conducir por las noches.

Desde hoy, bueno, técnicamente desde ayer, vuelvo a lucir gafas para "ciertas ocasiones", lo cuál me suma a la nómina de fashionvictimistas que juegan a ponérselas y quitárselas de acuerdo con la ocasión. Toca velada de cineforum con los amigos culturetas. Me las pongo. Toca feria de pueblo con las amigas golfas. Se quedan en casa.

Después de pasarlo taaaan mal por ser una miope de ojos achicados, hoy alucino siendo una más de la que pueden elegir llevar montura o no. Y vivo con auténtica delicia el presumir con mis gafaspasta de las que, si la ocasión lo mereciera, podría prescindir.

Así que, vale, lo reconozco, no hay sensación que iguale a hacer las cosas por gusto.

martes, 7 de abril de 2009

La euforia

-Creo que no me quieres a mí, creo que buscas a otra persona.
Ella permaneció muda dejando que la frase cayera en el absoluto silencio de aquella noche demasiado calurosa. Él se arrepintió enseguida de haber dejado, otra vez, que su lengua fuera más rápida que su cabeza, de aquella nueva cesión a los impulsos. De haberse pasado con el whisky y con la euforia. Ella permaneció callada mientras acostaba a los niños y terminaba de recoger algunos trastos que habían quedado desordenados antes de salir. A la mañana siguiente, él intentó inútilmente una caricia de sondeo al cruzarse en el pasillo, mientras uno salía y otro entraba en el baño. Por la tarde, pudo comprobar que había dejado algunas camisetas viejas antes de hacer las maletas. Le comentaría, meses después, que aquella frase suspendida en el ambiente había resultado demasiado reveladora, después de meses, años, de toda una vida plagada de inútiles expectativas. Él maquinó una versión que repetir a los otros pero no pudo evitar que le machacara la duda: ¿Y si no lo hubiera dicho?


La imagen: Las maletas de papá, Michael Johansson, 2006

Improvisaciones cibernéticas

Te quiero mucho
Amor en la pantalla
No es suficiente



El haiku de María

lunes, 6 de abril de 2009

Cosas

... que apestan

Final feliz

Más allá de cuentos de hadas y cenicientas posmodernas, al final, lo verdaderamente necesario para un final feliz es un chico listo que sepa leer entre líneas. Alguien que intuya lo importante que es tu gato aunque nunca le hagas caso, aunque no tenga nombre y juegues a ignorarlo. Alguien que se empeñe en cuidarte aunque no te haga ninguna falta.

Alguien imperfecto que pueda ver bajo la máscara el miedo que tienes y sepa borrarlo con un beso de película...

viernes, 3 de abril de 2009

La importancia de una S

Aunque conocida por mi desorden, mi escasa capacidad para la retentiva social y mi pereza generalizada, la verdad es que acabo de darme cuenta de que soy una persona a quien le preocupan los detalles. Más aún después de haber comprobado, como una revelación, que si se escapa una S al apuntar la dirección de este blog aparece un macabro site de interpretadores de la Biblia que, si bien puede estar más limpio que una patena, tiene toda la pinta de guardar más bacterias informáticas que el despacho de Koch. Una S puede significar muchas cosas. No es lo mismo tener un amante que tener amantes, no se les quiere igual ni se les presta la misma atención y tampoco es lo mismo para que el que tiene un amigo señalarlo a él por encima del resto, que se llaman amigos, pero no son lo mismo. Ya se sabe.

La S es importante por su ausencia y al revés, por eso tiene más quien tiene dinero que quien sólo guarda dineros y la política es algo muy complejo mientras que la gente aplica políticas para hacérnosla entender. Bueno, esto no pretende ser un juego lingüístico porque no tengo ni ingenio ni paciencia para construirlo, pero sí una pequeña reflexión sobre porqué hay detalles que, ocurridos o no, pueden cambiarlo todo. Desde las caricias a ciertos tipos de sonrisas, desde una llamada telefónica a diez euros que, en lugar de permanecer doblados en tu monedero, decides gastarte en otra persona que no se lo espera. Los detalles son importantes, y lo son mucho cuando hablamos de tonos de voz, palabras pronunciadas y volúmenes. De la ternura a la crueldad y viceversa.

Por eso, supongo, y a pesar de la pereza y de los días grises e igualitos que se acumulan en nuestros calendarios, las S pueden salvarnos la vida. Ponerlas o quitarlas, como se eliminan los besos cuando el amor va pasando. Ponerlas o quitarlas como se manda un tq en un sms... Ponerlas o quitarlas y elegir entre interpretar la Biblia o colarse en este blog en el que, dicen algunos -qué vergüenza ¿no?- a veces se pueden leer las S de aquello que me está pasando.


Siiii... la imagen es muy ñoña... Estoy blandita.