viernes, 13 de abril de 2007

Palabras mágicas


Dice mi estimadísima compañera María Almagro que, después de exhaustivos estudios de campo y muchas investigaciones, encuestas y grupos de discusión, ha llegado a la conclusión de que existen dos vocablos capaces de despertar, casi de manera automática, el beneplácito del personal. Lexatín y Thermomix son las palabras mágicas que unen irremediablemente al auditorio apenas segundos después de ser pronunciadas.
Como los frikis que comparten héroes de papel, los grupies músicas raras o las almas descarnadas historias de desamor, la población civil tiene en ambos productos una especie de asidero sociopsicológico con el que entenderlo todo.
Cada cual -diga lo que diga- tiene su propia movida en torno a ambos productos, cada uno tiene algo que decir dentro de la variadísima escala de intensidades con las que podemos unirnos a sus destinos. Cada uno tiene su historia, en definitiva.
Con el robot perfecto tengo una relación básicamente indirecta, de leyendas que una oye y fantasías que se inventa. Una vez, cuando era aún más pardilla que ahora, oí decir a mi histórico que el trabajo que estrenábamos serviría para que él se comprara una tabla de surf y yo la Thermomix. Sé que no calibró los efectos de aquella sentencia, pero pronunció aquella frase y, entonces, cambió todo. La imagen de mí misma haciendo cremas mientras él se peleaba con las olas me resultó tan insorportable que eliminó al electrodoméstico de mi lista de deseos. Para siempre.
La relación con los ansiolíticos es más delicada. Hablar de ella, sobre todo si es en primera persona -a veces el recurso de "Tengo una amiga que", "Una vez oí que"... no cuela- supone reconocer ciertas debilidades que, sobretodo en los albores de los treinta, no están bien vistas. Después, con los años y los divorcios y las decepciones y la insoportable levedad del ser, todo cambia... Con los años, eres un bicho raro si no consumes. Si frente al Lexatín, el rey de la casa, no tienes tu propio relato.
Mi historia con la pastillita atlética tiene que ver con algo que mi jefa llama esatranquilidadquedasaberquellevasunaenelbolso... Durante un tiempo, en mitad de una historia que casi acaba en una arritmia cardíaca, recurrí a la táctica de La Pildora Presente para tranquilizar los latidos de mi alma arrebolada. Un día, la historia pasó y la pildorilla quedó ahí, como el jersey hortera y los proyectos de fin de semana, como alguna maquinita para niños que mis amigos continúan reclamando para sí.
A veces, cuando recurro al pastillero y la veo ahí, tan pequeña y bicolor, rodeada de enormes ibuprofenos y soluciones para la alergia. Nos miramos con cierto aprecio. Llevamos algún tiempo juntas y, como los amigos descastados, jugamos a saber que estamos ahí.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo realmente estelar, lo de tu histórico... conversación sacada como mínimo de alguna serie de los 60, no?

Haber convivido con el robot perfecto me llevó a pensar que asimov desaprovechó demasiadas neuronas para que los consumidores se conformen con una finísima mezcla de verduras calentita.

Visto lo visto, mejor una inversión en algo parecido a "cocktailmaster". Doble utilidad!!
J

Anónimo dijo...

Interesante idea por oposición esa de un ejército formado por frikis, grupies y almas descarnadas. Ideal para invadir Polonia sin botiquines.

Anónimo dijo...

Impagable. Y me has retroalimentado: tengo que desarrolar mi teoría de que la Hermandad de la Thermomix reúne visos de secta.