Hoy el menú izquierdo (o es derecho??) del gmail me ha hecho un regalo. Ha aparecido MR, desde tan lejos, aunque tan cerca. Gmail me trae un regalo y comparto letras, palabras completas e incompletas porque faltan de ese abrazo nervioso y apretado que siempre suele darme agitando la cabeza. Ese abrazo que las letras no pueden darme aunque casi consigan que lo sienta.
Desde muy lejos, MR cruza sus sueños, camina paso a paso, sorteando esquinas vacías llenas de cosas que no le interesan. Anda con el alma en un puño desde que se sentó a oír su corazón -si es que alguna vez no lo oyó, si es que alguna vez dejamos de oírlo el resto- y apostó todo por un sueño. Ése al que todos renunciamos a costa de cobardías.
Hablamos de colaboraciones malpagadas y gratuitas, de VISAS de las buenas y de las malas, de blogs recién nacidos. Hablamos de decepciones y de libros que viajarán en el próximo envío, desde Sevilla a Jerusalén. Estrellas invitadas que, ahora que caigo, viajarán sin dedicatoria, faltas de letras manuscritas que habrá que escribir a destiempo. Pero, ¿no ocurren a destiempo la mayoría de las cosas bonitas? Los chats de gmail, el mensaje de aquella amiga, el amor que, de repente y aunque ya sea demasiado tarde, un día ya no vacila...
Le escribo a MR desde la cama, con mi mantita eléctrica en el cuello y el valum 10 mg en la barriga. Intercambiamos claves, no hace falta mucho, ya hace tiempo que somos esa cosa tan rara que se conoce como amigas. Yo me lamento un poco, ella, por fin, después de meses de papeles y luchas periodísticas, da buenas noticias.
-Mándame fotos, no te olvides.
-Tú cuídate, pero no cambies.
Después de tantos años, media hora de chat puede resumirse en un par de frases. En el aire, queda un grupo de palabras -una clave íntima y compartida-:
"Pase lo que pase, que no te manchen".
1 comentario:
Me gusta esa frase de despedida. encierra muchas cosas
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