-No, estás confundiéndote. Estás hablando de querer y querer es aquí y ahora- dice él mientras hunde la cuchara en el bizcocho caliente. El camarero, que ya ha escuchado un rato la extraña conversación de la pareja, los mira de reojo. Los ha visto reencontrar la complicidad perdida, compartir confidencias, noticias amargas y dudas. Los ha visto entenderse con el misterioso código de los amigos, poner al día meses de revelaciones en hora y media de comida.
-¿Te has fijado alguna vez en el verbo? -le insiste- Querer. Implica tomar, desear, un posicionamiento activo. No es algo sentido, es algo vivido, lo quiero, lo tomo, lo agarro, lo hago mío. No tengo dudas, y si las tengo, lo quiero por encima de esas dudas.
-Ya.
-A veces pienso mucho en estas cosas cosas, hablamos de querer y no medimos la fuerza de ese verbo, no calibramos el concepto y, claro, nos equivocamos. Puedes tener afecto a alguien, puedes amar a alguien, desearle, incluso, pero quererlo... Querer implica acción, voluntad, apropiarse de algo. "Lo quiero". "Te quiero". Por favor, deja de mirarme con esa cara...
-¿Qué cara?
-Esa cara, me miras como si pensaras que soy un flipado.
-Qué va... Supongo que me estás mostrando algo en lo que nunca había pensado...
-Bueno, no sé... Es cuestión de coherencia... "El me quiere". Nadie quiere algo por lo que no lucha... De todas formas, no hay que ponerse triste cielo, querer no es siempre un verbo positivo. A mí no es que me guste demasiado.
-¿Por qué?
-Porque implica posesión, egoísmo...
-Ya...
Acaban de entregar la carta de postres y la pareja debate si compartir dos platos o pedir uno para cada uno.
-¿Te importa si te hago una pregunta?
-No, dime.
-Tú... ¿Quieres?
Él permanece unos segundos en silencio. Ella se arrepiente de ponerle contra las cuerdas. Después del almuerzo confuso, de su paciencia, de la suya, de saberle confuso, preocupado, lleno de dudas.
-Sí.
-¿Cómo lo sabes?
-Supongo que es el verbo que lo explica todo y que hace que no me rinda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario