Muchas décadas de lucha por la igualdad femenina después, las mujeres seguimos arrastrando la atávica costumbre de ser madres, enfermeras, psicólogas , brujas, expertas cortesanas, adivinadoras de la fortuna y resucitadoras varias. Todas, alguna vez, tuvimos un episodio de "Suproblemaesquenadielehaqueridocomolequieroyo" o "enrealidadsóloyosélomuchísimoquevale" o "aypobrecito, aypobrecito". Cómo buscadoras de oro, como buscadoras de tendencias o coolhunters -un trabajo que ahora, mira por dónde, está muy de moda- vamos por el mundo a la caza y captura del ejemplar más desvalido, del más necesitado, el que aglutine más problemas o resulte más tóxico emocionalmente hablando. A la caza, en definitiva, del cordero degollado. Como un mandato divino, como un estúpido reto.
"Sí, Manolito será muy bueno y muy santo, será limpio y cocinilla, tendrá formación de género, adorará la poesía, admirará a Virginia Wolf y respetará religiosamente el reciclaje, pero es que... me resulta taaaaan aburrido..."
Aunque las hay que aprenden a tiempo -Hombre de mediana edad adorador de su madre/esquivador del compromiso=Uy... tú no me convienes-, el número de mujeres adictas a ir salvando vidas y rescatando corderos se repite en todos los países y todas las sociedades. Parece innato a un género al que desde muy pequeñas le enchufaron la bata de enfermera, la tiza de maestra, la cocinita o el bebé de plástico.
Hace un par de días, leía en una muy cuestionable revista científica cedida amablemente por Spanair que hay un tipo de arañas macho que se hacen los muertos para provocar la curiosidad de ellas y, acto seguido, trincarlas vilmente para el apareamiento. Qué decepción... Cuánto daba yo por un mundo animal en el que -como en la alta sociedad- destacan siempre los de mejores plumajes, los más grandecitos, los que bailan mejor, tienen mejores coches o más largo el pico... Cuánto daba yo por las arañas... tan arpías y tan listas ellas... Pues no.
Los muy canallas de los araños se echan al suelo con expresión victimista -si es que la mímica cabe en el universo gestual de este tipo de invertebrados- propiciando que la hembra se acerque para pillarle desprevenida y hacerles, no sé, pues unos 400 o 500 niños... La verdad es que no me fiaría demasiado de la competencia científica de mis cifras.
Sólo me queda el consuelo de que otra especie más baqueteda, más dura y más herida, ha dado la vuelta al sistema devorando al macho tras el coito en plan Mantis Religiosa.
"¿Pero cómo que dices que te vas? Si no eras nada antes de que yo te conociera..."
Ñam.
7 comentarios:
ay, qué sería de nos...
¿qué seria? eso digo yo... ahora que lo releo... ¡Mi que me he puesto mala!
jejeje...
Nos tienes desenmascarao y acorralao.
Bién por Fátima, entre las líneas de tu prosa parece entreleerse que estás en el buen camino. Bién por Fátima.
Pero cuánto hubiera aprendido de la vida de tirarme por las ciencias naturales. Aunque no sé yo, no sé. La bióloga-guionista-actriz-presentadora más apabullante de la televisión mundial parece haberse saltado la lección esa de las arañas.
jajajaja...
pero, ¿quién te asegura a ti que la biologa no se los coma? Nunca vuelven a ser los mismos...
a mi siempre me han dado un repelú enorme las arañas...pero tb los araños
yo siempre con la igualdad
felices fiestas en Barna
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