Campa la tragedia y arrecian los titulares. Cazadores a la búsqueda del gesto más dramático, husmeadores de la lágrima y el shock postraumático. Alcachofas intrépidas tras la declaración que más impacte. Programas del corazón trasmutados en reporterismo bajo presión, programaciones enteras sacrificadas al morbo del desastre.
¿Dónde está el límite que convierte el dolor en espectáculo?
Suerte que los muertos ajenos no duelan, que desaparezcan cuando uno termina de locutar la crónica lacrimosa.
Hoy, como muchas veces, vuelvo a no sentirme orgullosa.
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