Sí, la tengo, es mía, se desliza por mi cuello, me sube por la espalda y los pliegues de las piernas. Es la dama seductora a la que mi cuenta bancaría, pírrica y esquelética, jamás podrá coronar aunque lo merezca. Es mi objeto de deseo, mi sueño, mi horizonte. El nombre que resuena cada mañana aunque la triste realidad me empuje a la cocina, abra y cierre la nevera, sirva el cola cao y me expulse sonámbula a la parada del bus sin darme una tregua.
Es mi paraíso soñado que, a falta de poder cortar por lo sano con mis laborales quebraderos de cabeza, campa por mi inspiración internauta arrancándome ideas como malas hierbas.
Sí, paso las horas entre el curro a destiempo, mi dvd portátil y la inducción química a la siesta... Sí, lo reconozco, tengo wifi pero me dejo vencer, acariciar y dormir, en el limbo de la pereza.
Sí, tengo wifi, y una pata en alto, y un montón de trabajos pendientes, y un teléfono que no para, y un blog abandonadito, y mil ideas que se mueren, resecas, en mi mollera. Pero es que nadie me advirtió del calor insoportable que da un portátil sobre las piernas...
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