lunes, 30 de junio de 2008

Pereza

Sí, la tengo, es mía, se desliza por mi cuello, me sube por la espalda y los pliegues de las piernas. Es la dama seductora a la que mi cuenta bancaría, pírrica y esquelética, jamás podrá coronar aunque lo merezca. Es mi objeto de deseo, mi sueño, mi horizonte. El nombre que resuena cada mañana aunque la triste realidad me empuje a la cocina, abra y cierre la nevera, sirva el cola cao y me expulse sonámbula a la parada del bus sin darme una tregua.
Es mi paraíso soñado que, a falta de poder cortar por lo sano con mis laborales quebraderos de cabeza, campa por mi inspiración internauta arrancándome ideas como malas hierbas.
Sí, paso las horas entre el curro a destiempo, mi dvd portátil y la inducción química a la siesta... Sí, lo reconozco, tengo wifi pero me dejo vencer, acariciar y dormir, en el limbo de la pereza.
Sí, tengo wifi, y una pata en alto, y un montón de trabajos pendientes, y un teléfono que no para, y un blog abandonadito, y mil ideas que se mueren, resecas, en mi mollera. Pero es que nadie me advirtió del calor insoportable que da un portátil sobre las piernas...

jueves, 12 de junio de 2008

A por la izquierda...

Segundo asalto. Una tiene más experiencia y, que se sepa, ni un pie más. El calor aún no es insoportable y a alguna mente preclara del SAS le ha dado por volver a confiar en el nunca suficientemente valorado Nolotil de un gramo. ¿Alguien no confiaba en que la siniestra fuera más benévola?
Parafraseando a Heráclito parecía el mismo río, pero no era la misma agua... La frase de la semana es "Coño, qué buena cara" y que lo siga siendo... buff...
Hasta el alta definitiva, con wifi en casa, una nueva heladería situada en el camino de bajada de las visitas, un disco duro con mando y un montón de trabajo, seguiremos informando...

lunes, 2 de junio de 2008

Síntomas

Tener el cuello tenso.
Inexplicables nauseas, el corazón que se sale.
Los dedos fríos, las palmas húmedas.
Un desazón inexplicable en el centro de la barriga.
Tener miedo y querer que todo pase. No poder dormir. Sentir tensión en la mandíbula, una tensión antigua, como de niña chica.
Tener miedo como cuando de niño te acercas al enfermero que tiene que sacarte sangre.
Tener miedo como quien teme lo oscuro, que la puerta se cierre, y nos quedemos solos, en silencio, en el lugar dónde campan las pesadillas.