Una piensa que hay días que no van a llegar nunca y vacíos que nunca va a tener que notar. Por desgracia, en esto, como en otras muchas cosas, una se equivoca. Quizás también me equivoque en el descreimiento y haya un vergel de agua fresca, trocitos de queso y cortezas de jamón donde nos esperan todos los buenos amigos a que un día, tan arrugados y viejos como prematuramente les despedimos, nosotros les acompañemos. Si resulta que el vacío no existe, y me equivoco, y nos volvemos a encontrar, me encantará volver a acariciarte la tripa, pequeña.
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