Aunque posaron sonrientes para la portada del cuento, narran las crónicas que el príncipe y La Sirenita nunca alcanzaron una sana vida marital.
Antes del choque romántico que reunió sus destinos en aquella regata, ella siempre se había definido abiertamente anarcosindicalista y él, lo confesaría sólo a los íntimos, jamás consiguió zafarse de la repulsión que le daba ese olorcillo a pescado pasado que exhalaba ella, último resquicio túnido que ninguna hechicera había conseguido quitarle.
Antes del choque romántico que reunió sus destinos en aquella regata, ella siempre se había definido abiertamente anarcosindicalista y él, lo confesaría sólo a los íntimos, jamás consiguió zafarse de la repulsión que le daba ese olorcillo a pescado pasado que exhalaba ella, último resquicio túnido que ninguna hechicera había conseguido quitarle.
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