Perder los hábitos es una cosa malísima. Ya lo dice el dicho, las personas somos animales de costumbres. Hasta los animales como yo, acostumbrada como estoy a cambiar de hábitat, de manada, de guarida… [O eso creía]. Perder los hábitos es una cosa malísima por eso comer en casa, al menos, saber por la mañana que vas a comer en casa, puede parecer algo aburrido pero termina siendo bendecido por una exquisita regularidad intestinal. Por eso el pescuezo duele menos cuando duermes en tu cama, aunque también sea muuuuucho más aburrido. Las personas somos animales de costumbres y perder los hábitos es un riesgo malísimo, que puede desquiciarla a una si el hábito sustitutivo no resulta gratificante o si, directamente, se va al pairo. Es por toda esta verborrea previa que me siento orgullosa de haber vuelto al gimnasio –si es que mis tres meses escasos de asistencia el año pasado pueden considerarse como una costumbre… Sí, mujer, más con lo inconstante que tú eres-. Ayer me volví a subir a la bici de spinning y, gracias a mi deportista colega J, en primera fila. Primero tuve que comprobar que mi ropa sigue desfasada -¿es que no hay vintage en estas cosas?-, que tengo que comprarme el cojincillo para que no me duela el culo, que sigo sin tener guantes, ni botellita de esas del Tour de Francia, ni toallita corporativa. Que en mi gimnasio apagan la luz a las bravas porque aún no han comprado las luces ésas de discoteca… Sí, es mortal. Llevaba tanto tiempo sin ir que eso de mirarme durante una hora sudando frente a un espejo volvió a parecerme un poco obsceno.
Luego, en el vestuario, satisfecha por no haber desfallecido y después del cuarto de hora de vapor en el baño turco, coincidí con una pandilla de señoras de regreso de la piscina y tuve uno de esos momentos mágicos de comunión colectiva.
Señora rubia con mechas: Bueno, no ha sido tan duro...
Señora rubia con mechas y gafas: Qué va… Ha estado estupendo. Y, sobre todo, –pausa necesaria para que la señora rubia con mechas y gafas coja a la señora rubia con mechas por el brazo y la mire a los ojos- siento que vuelvo a recuperar mi vida. Estoy tan contenta de haber vuelto.
Empujo las cosas en la taquilla y guiño a J.
Pues eso, a darle a los pedales.
1 comentario:
Pues yo he dejado el pilates... qué rollazo.
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