Ya me advirtió mi amiga Ana que lo de hacer obras en casa era un riesgo que se contaba entre las tres principales causas de depresión -en las otras dos, para qué pararse-. No obstante, y a pesar de la advertencia, desde que hace unos meses me lancé al imperio del Mujeryaquetemeteslohacesdeuntirón, mil y dos veces -mil y tres, si me apuras- me he acordado de su advertencia. "Así que ya sabes, si te pones triste, relativiza...".
Con la mitad de la casa respirando cierta ordenación humana y la otra mitad sumida en el desastre, una empieza a comprobar cómo tanto polvo, tantos euros gastados unos tras otros, tantas noches durmiendo en un ladito de la cama, tienen cierto efecto narcótico o depresor. Cierto efecto telaraña que, como las ramas, te impiden -tarjeta de felicitación dixit-, "ver el bosque en todo su esplendor". Un bosque que, ahora lo sé, es, en esta metáfora doméstica, fresco, verde y bonito aunque a veces una lo imagine lóbrego y oscuro cuando se propone - en mitad del caos- hacer un ejercicio de relajación. "Hija mía, ¿No puedes imaginarte una playita llena de cocoteros?".
Mi bosque, detrás del laberinto de cajas y plásticos blancos de Todo a un euro, se deja ver entre entre las visiones espectrales de lo que fueron mis muebles, mis trastos, mi vida -tan pesada ahora que lo pienso- metida en cajas de las que traían Iván y María como una colecta diaria después de la jornada de playa. Entre las ramas del bosque -de las pastillas de cetiricina, de los relajantes musculares- sobresalen las dos Anitas agrupando bultos y haciendo albaranes para el Punto Limpio: el de los Trastos Inservibles, en el de los Absurdos, el de los Potencialmente Dañinos para la Neurosis... "Mira, mira, aún guarda esto. Lo de ésta es grave. Mira, mira".
Sobresale Alberto, el pintor y perlitero que se llevó bien merecido el corazón de Leica -"Ella y yo somos amigos, compartimos el bocadillo, ¿verdad chica?", me anunció un día, uno de los pocos en los que coincidimos: "Trabajas demasiado, ¿así como te vas a poner buena?". Sobresale Jaume, tan entregado en su faceta de chapuzas, que fue capaz de romper y hasta superar muros. Javi moviendo muebles: "Loca, que sepas que esto lo hago por lo pides con arte". Y, finalmente, Juanma y Darío, colaboradores milagrosos y especialistas en la ingeniería mobiliaria de IKEA. Este fin de semana salí de Mostar para volver a una casa. Y hoy, a pesar del volumen de la ropa pendiente de plancha, a pesar de cajas por abrir, del cemento por rascar, me siento en el sofá que queda, desde donde se puede ver el bosque, y doy las gracias.
Trabajo en equipo, que se llama. Generoso, desinteresado. Trabajo de pizza a domicilio, trabajo de comida china, de olla que llega de Sevilla para ser calentada. "Ya sabemos que en tu casa hay poco plan de almuerzo". Todo para enseñarme que no todo es dolor de cuello, dolor de hígado o de espalda, que hay alivios humanos, ramas verdes, fuertes como brazos, en un bosque que tiene que ver conmigo, con los afectos voluntarios, que una se gana a pesar de ser tan petarda.
Antonio dice que hay una teoría sobre el trabajo colectivo que se basa en las pautas de conducta del pato mandarín. Uno dirige, los otros le animan. Luego se cambian, uno es líder, luego descansa. Desgraciadamente, no he podido encontrar ninguna referencia a la teoría aunque, referenciada o no, la cito porque me encanta eso de imaginarnos a todos como una bandada. Al fin y al cabo si es de patos lo de colaborar en el proyecto, muchos patos llenan mi vida, mi bosque doméstico, estas semanas.
Es una suerte que hoy me siente delante del ordenador y sea capaz de verlo. Al fin y al cabo, obras de por medio o no, podría relamerme las heridas, entregarme a las grietas de los zócalos y seguir mirándolo todo a través de otros bosques que no son míos. Perderme, al fin y la cabo, el espectáculo de afectos que sucede cuando observo a través de los plásticos.
Lo dicho, muchas gracias.
7 comentarios:
Fátima aquí te mando un enlace sobre la teoría de los gansos voladores (supongo que los patos también la practican, los seres humanos difícilmente..): http://www.istagosthi.com/es/messages/81/653.html?1044550797
también tengo un ppt; te lo mando a tu correo ( no sé colgarlo en tu blog).
Tal vez sería bueno hacer el ganso más de la cuenta.
Muy mona la foto del pato..
Antonio
No me gusta sentirme un pato,
Pero si es en tu bandada,
no me importa nada :b
Me has hecho llorar de emocion...No sabes como te comprendo.Esta sera la primera noche para nosotros en la casa de nuestra vida,y ayer por fin,nosotros tambien vimos un maravilloso bosque.Besos y enhorabuena por un libro fantastico!!!
Muchas de nada
;-P
Aprendiz de Arpía (o una de las dos Anitas)
Siguiendo la importa de Konrad Lorenz y su teoría de la etología, cualquier patito recien salido del cascarón,seguiría a un ser humano,(veáse a tí misma), y la adoptaría como madre. De esa manera...serías "una pata madre".Y por tanto estarías más cerca de ser..."Una tía de puta madre". ¡Y es que los animales no paran de ensenarnos cosas!.
Lo fácil que es relacionarse con los demás, sin tantos prejuicios, así, como uno sale del cascarón, debería salir de casa y seguir a la buena gente, confiar en la gente de verdad,disfrutar de la vida. Y pasar de los patos mareados y abogar por los patos de verdad,los de pata negra.
He recordado cierto artículo en El País de Arturo Perez Reverte, años ha, en el que hacía una especie de oda al carpintero que le montó una preciosa estantería en su despacho. Tus carpinteros son más simpáticos y enrollados, tú eres más guapa que el deslenguado Arturo y escribes mejor que él, me consta.
Los patos volando se turnan en la cabeza del pelotón, como los ciclistas. Creo que en eso los humanos deberíamos aprender, siempre son los mismos los que dirigen y por supuesto los que hacemos esfuerzos por no dejar la cola del pelotón exhaustos.
Me ha sacado una sonrisa este texto. Y eso que nunca ha habido obras en mi casa, aunque visto lo visto, es una experiencia que, a pesar de esa tendencia depresiva, es muy enriquecedora. :)
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