No sé si alguien dijo alguna vez que los héroes se construyen a la medida de nuestras debilidades. Una frase de tintes redondos que, de no existir, creo firmemente que alguien debería enunciar lo más pronto posible. Sólo para que el resto la reproduzcamos en nuestras entradillas periodísticas, sólo para poder repetirla cuando analizamos los mitos con los que sobrevivimos a, ante, bajo, con, contra nuestro tiempo. Los héroes -sobre todo los inventados aunque, analizándolo bien, todos los héroes tienen algo de inventados- son como las retribuciones pías, una especie de entelequia necesaria para creer que todo tiene un orden, un sentido. Si eres bueno, te pasarán cosas buenas; la maldad siempre tiene su castigo; el tiempo pone a todo el mundo en su sitio...
Necesitamos a los héroes como necesitamos repetir el cuatro esquinitas, echar cada jueves la primitiva o meter un sobrecillo de azúcar en la cartera. Necesitamos a los héroes para perpetuar esa estúpida fábula humana en torno a la idea de justicia. Varias mujeres que conozco, después de años de vagabundear alrededor de difusos discursos sobre lo femenino, acaban de encontrar el suyo.
Proviene de los libros -lo que es más que curioso en los tiempos que corren-, es una hacker esmirriada que no teme al dolor físico y gasta un cerebro prodigioso capaz de descifrar enigmas matemáticos. Todo ello estratégicamente mezclado con una independencia que roza lo antisocial, una sexualidad misteriosamente indefinida y una deliciosa moralina del ojo por ojo a la que nadie puede permanecer indemne. La heroína creada por Stieg Larsson para su trilogía Millenium terminó devorando al avezado periodista asalta camas del primer volumen para protagonizar el fenómeno literario más importante de los últimos años. Un conjunto de tres libros preñados de tensión, misterio, acción y venganza justiciera de corte femenino pero, para descanso de muchas, despojadas de género. O al menos, de esa pátina de cursilería, sentimentalismo y complejos con las que machacan a mi género.
Que las novelas no vayan a pasar al canon, que sus argumentos sean sospechamente cinematográficos y su prosa facilona y nulamente poética no le quita mérito a estos colosales libros/thriller que han reconciliado a más de uno con la lectura. Ha llegado ya el verano y muchos ya incluyen el pesado volumen con la crema de la playa, la toalla y el bocadillo. Literatura fast food para consumo masivo. Muchas son mujeres que se sonríen íntimamente cuando el varón indeseable que no ama las mujeres se lleva su merecido. En el fondo, el difunto autor no ha inventado nada aunque lo haya renovado todo. No es más que el modelo de héroe justiciero, el modelo que habla de dejar de ser víctimas para pasar a partir dientes. Alguien debería decir que no es más que una heroína a la medida de las vergüenzas de nuestro tiempo.
Publicado en el Boletín Rivadavia nº 41
(Fundación Provincial de Cultura)
.... y no fui la única
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