viernes, 29 de febrero de 2008

Una de golondrinas, una de rosas


Las rosas tienen un efecto muy curioso en mi vida. También las golondrinas. Especie que este año, otra vez, parece haber encontrado un lugar perfecto para hacer nido en el orificio de ventilación de mi secadora. Como la obstrucción –reventón del motor incluido- ya es un hecho, ahora que el electrodoméstico se ha convertido en atrezzo las oigo cantar con ligereza, tan contenta, sabiendo que es posible que, como las rosas, me traigan luz, oxígeno y buena suerte.
Me han levantado esta mañana y lo seguirán haciendo durante semanas hasta que en verano pueda deshacer la nada romántica plasta de hojas, pajas y barro y confíe en que, para otra, la planta de maternidad avícola encuentre recodos mejores.
Como la racha mala no puede durar definitivamente y, como dijo la sabia señora a la que, secretamente, cotilleaba el otro día en el bus, “después del día viene la noche”, confío en que las golondrinas, como las rosas, sean presagio de una buena temporada. Aunque siga coja y bastante neurótica, aunque se vaya acercando la lista de espera, habrá que apurar sus buenos presagios. No queda otra. Son criaturitas muy monas y, seamos sinceros, por mucho que cueste tender en la azotea, no va a ser una tan salvaje de cargarse la incubadora…

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