"Hay muchas cosas que no puedo decir a nadie, casi todas se refieren a las matemáticas". Carlos Edmundo de Ory
lunes, 15 de diciembre de 2014
martes, 2 de diciembre de 2014
La solidaridad, la adopción y la dificultad para detectar acentos
-¿Dirección para enviarle el carnet?
-Bla, bla, bla, bla, bla... 08022 Barcelona.
-¡Oh! ¿Ves? Luego dicen que los catalanes somos insolidarios...
¡Una catalana aquí haciendo su contribución!
-No soy catalana, soy de Cadi.
Silencio.
-Ah... Bueno... Pero ya llevas mucho tiempo en Cataluña, ¿verdad?
-Nop.
-¿Cuánto llevas en Cataluña?
-No llega a dos años.
-Ohhh... Bueno, ¡pues ya te adoptamos!
-No, gracias. No hace falta.
Demasiado temprano, demasiado shockeada y demasiado piadosa
como para contarle mi vida a esta pobre chica que además debe estar fatal del
oído. Hija mía, es una cuestión de alergia al pensamiento único, fe en la terapia
y descreimiento gadita pero, no, agradeciéndote tu amabilidad, prefiero seguir
huérfana. Si me lo llegas a ofrecer hace unos años…
sábado, 29 de noviembre de 2014
Frases célebres
Claudia: "Los machistas son como los alcohólicos... Los reconocen todos, menos ellos mismos".
martes, 25 de noviembre de 2014
Cosas de la vida
La RAE sabe lo que significa cutre. Sorprendentemente, puede rodearte gente que no.
lunes, 24 de noviembre de 2014
miércoles, 19 de noviembre de 2014
Carlos Quílez: “Los corruptos son verdaderos depredadores aunque no usen una metralleta”
Carlos Quílez |
viernes, 14 de noviembre de 2014
Melodía de la semana
Canciones que salen al encuentro para recordar cosas simples. Si te molesta mi amor, no soy yo quién ha de hacérselo mirar.
miércoles, 12 de noviembre de 2014
Frases célebres
Ulixes: "Yo con las bloguers me pregunto una cosa: de qué viven? De la publicidad? De los padres?"
martes, 28 de octubre de 2014
La repipi se rinde al tributo o cómo hacer que baje la pastilla de matrix
freddie -con minúsculas- se quita la peluca |
Ir a un concierto tributo
es una cosa muy loca. Máxime si tu afición al grupo es relativa, si no has
bebido suficientes cervezas previas o, como consecuencia de lo anterior, caes
en la cuenta de que no te sabes las letras. Ir a un concierto tributo supone rendir
homenaje al sucedáneo y hacer la vista gorda cuando el simulacro no alcanza a
dar sentido y razón al espectáculo. Tiene un punto de concierto sí, pero, sobre
todo, de coreografía y de teatro posible: de cómo bailaría él, de cuántos
selfies te harías si fuera él, de cómo hubiera sido todo si en lugar de nacer en
los ochenta hubieras llegado un poco antes, a tiempo de inaugurar el fenómeno
fan o pasar por encima de la heroína y el VIH. Grandes bichas del
talento en el pasado siglo.
En un concierto tributo la
gente espera ver a su ídolo haciendo los mismitos gestos que el DVD edición
25º aniversario. Aspira a alcanzar ese momento mágico en el que creerse que
todo es cierto. Un momento de karma, varias cervezas mediante, capaz de superar
la malaje de quien lo que es cantar... canta bien, pero la dramaturgia no la domina tanto.
Se espera del imitador que repita los pasos precisos y del técnico de luces que
sepa perfectamente a qué atenerse: "Esta es la iluminación exacta que
usaron en el concierto del ochenta y dos", oyes exclamar con entusiasmo a
unos centímetros de distancia con ese oído licántropo de quién no lleva
suficientes copas. “Se ha puesto la chaqueta, mira, mira, lleva la chaqueta
amarilla”. De repente, estar ahí, en ese despertar de los muertos al que llegas
rebotada, se te revela algo patético. El fenómeno fan descolorido, el sudor
intergeneracional, la invasión de camisetas frikis y el saber que son treinta
euros por tomar un enorme nespresso de música -que sabe a café, pero que no lo
es- te dan un poco de pena.
Sacas entonces tu curso de psicología del CCC para reflexionar sobre esos tipos de la guitarra que eligieron vivir de
triunfos que no son suyos. -¡Qué desperdicio!, piensas, Siempre me ha dado tanta envidia
la gente que sabe tocar la guitarra... - Para entonces me ha hecho efecto la
pastilla de matrix y todo me parece impostado, como ciertas proclamas que me
dan vergüenza ajena, como la gente que ve a su madre en una bandera o piensa
que un partido de fútbol les va a cambiar el mundo. Sobria, despegada y algo
aburrida contemplo con cierto resentimiento a una pareja que se esfuerza por
grabar con el móvil el sainete de pop rock que anima a la muchedumbre
emocionada. Mi juicio repipi está a punto de alcanzar una toxicidad peligrosa
cuando bostezo.
Los aplausos preconizan el
final de fiesta y freddie que no es Freddie –llamémosle freddie con minúsculas-
muestra su corona de reina ante los alaridos del público que tributa. Entonces
es cuando surgen los acordes de mi canción favorita y las tres neuronas débiles
que me quedan despiertas me preguntan si no soy yo la equivocada, la que se
pierde algo y desperdicia la entrada. Como las
hadas de Disney, las tres neuronas me agarran por la chaqueta y me
abofetean a tiempo. Vuelan pajaritos de colores alrededor de mi cabeza. Empiezo a apreciar el timbre de voz -si cierro los ojos es
como si fuera de veras-. Ya estoy moviendo el esqueleto cual posesa y
reclamando el tercer bis. Soy una friki más cuando pillo las manos de mis
amigos y les animo a corear que somos the champions echando a un lado esa mala conciencia que me da todo lo que me suena a la UEFA.
Cuando la luz se enciende
me alegro de haber tributado algo –algo que no sea impuestos, Seguridad Social o IVA, quiero decir- y
procuro no avasallar ojiplática a los que compran la camiseta con esa mirada mía,
sabihonda, llena de honda condescendencia.
Definitivamente, dejarse llevar por la euforia colectiva es un gustazo, me voy diciendo cual señorita pepis porque una no puede renunciar así sin más a su pedantería. Quizás debería ser un poco menos inflexible y buscarme algún grupúsculo afín en el que corear proclamas. Viviría mucho más feliz, canalizaría mi energía y además me sentiría la mar de acompañada.
Esa noche pienso que voy a poner las canciones en el spotify por si me sale otro tributo de estos. Definitivamente, si te medicas con la pastilla chunga de matrix, me digo, al menos, que la música de vez en cuando me haga olvidarla. Entonces me detengo en seco. ¿No sería que ya llevaba tres o cuatro cervezas para bajarla?
Y, por si había dudas... Eh, voilà, mi favorita :D
Definitivamente, dejarse llevar por la euforia colectiva es un gustazo, me voy diciendo cual señorita pepis porque una no puede renunciar así sin más a su pedantería. Quizás debería ser un poco menos inflexible y buscarme algún grupúsculo afín en el que corear proclamas. Viviría mucho más feliz, canalizaría mi energía y además me sentiría la mar de acompañada.
Esa noche pienso que voy a poner las canciones en el spotify por si me sale otro tributo de estos. Definitivamente, si te medicas con la pastilla chunga de matrix, me digo, al menos, que la música de vez en cuando me haga olvidarla. Entonces me detengo en seco. ¿No sería que ya llevaba tres o cuatro cervezas para bajarla?
Y, por si había dudas... Eh, voilà, mi favorita :D
martes, 21 de octubre de 2014
Melodía de la semana
Creo que llevo demasiado tiempo sin esto...
Y, parece raro, pero no tengo nada más que decir.
Y, parece raro, pero no tengo nada más que decir.
jueves, 16 de octubre de 2014
La sobremesa de la apátrida
-Espero que no te ofendas con lo que te digo, pero creo que esa pertenencia se educa. La prueba es que yo no la siento.
-¿No sientes que tengas una nación?
-No, no exactamente.
-Pero tu nación es el sitio de dónde eres, es tu tierra, tu casa, tu familia…
Su rictus se ha vuelto triste y ha agitado su melena rubia. Antes de salir a apurar con un café la hora escasa de la comida, se ha girado para mirarme primero con cierto desconcierto y finalmente con lástima. Yo me he quedado sola en la oficina, y me he mirado en el espejo de esa pena sabiendo su bonhomia. La he sabido sincera, bienintencionada. Tu nación es tu tierra, es como tu familia, tu casa. Y todos nacemos con una, ¿no? Te imaginas que se afirma mientras pulsa el ascensor. Yo me he quedado, apátrida y sola, en la oficina y he pensado en mi casa. La casa de Cádiz, las casas de Sevilla, las de Madrid, la de Barcelona. La casa oscura de mi abuela en la calle Nicaragua. He pensado en la tierra húmeda de la casa de mis tíos en Lavadores. En todas las casas que una vez quise que fueran mías. En la casa calentita de mi amiga Mariaeugenia. Puedo recordar cómo olían, cada una de ellas. Me he quedado sola en la oficina y he pensado en mi casa. La de aquí y la que está a mil kilómetros y me he preguntado si se ha de elegir para encontrar el origen, el inicio último.
He revisado a fondo a modo de inventario, he hecho cuentas y determinado que es posible que naciera con algún tipo de una tara. Me sale una casa mestiza, compleja, que no tiene nombre, ni forma casi. Me sale que soy de cientos de lugares y que transito miles de caras. Soy de los brazos fuertes que me hacen de almohada, de la letra espigada de las dedicatorias, de las fotos viejas y de las fotos que nunca borro del móvil. De cuando se pone el sol y empieza a hacer frío en la arena húmeda de la Victoria. De las esquinas secretas de Santa Catalina. Santa Catalina la de aquí, aunque la de allí también. Mi casa está en las cartas de los amigos que aún me escriben cartas, en los pasodobles de Miguelange oídos por youtube, en un buen puñado de poemas -muchos escritos antes de que yo naciera-, En la pequeña y vieja Leica siempre de mudanza. Mi casa está en cualquier puchero que sepa como sabía el puchero de mi abuela, o que me lo recuerde o que se le parezca; en el gallo empanado de los miércoles, en aprender a pronunciar la ele doble y distinguir cómo hay que hacer el corte para frotar el pa amb tomaquet. Mi casa está en cualquier mesa que rinda culto a la sobremesa. ¿Puede considerarse tierra la arena de la playa?
Debe ser cosa de la familia corta, rota y pegada que yo sienta este vacío de sobremesa de no tener patria, o de tener demasiadas y, por tanto, añorarlas. A muchos le doy pena. Desde que estoy aquí les veo mirarme como a bicho raro con esa mezcla de cariño con un posito de lástima. Debe tener algo de repliegue, de autodefensa en mitad de este paisaje de banderas varias, una especie de orgullo del apátrida, pero, inexplicablemente, me siento afortunada.
He revisado a fondo a modo de inventario, he hecho cuentas y determinado que es posible que naciera con algún tipo de una tara. Me sale una casa mestiza, compleja, que no tiene nombre, ni forma casi. Me sale que soy de cientos de lugares y que transito miles de caras. Soy de los brazos fuertes que me hacen de almohada, de la letra espigada de las dedicatorias, de las fotos viejas y de las fotos que nunca borro del móvil. De cuando se pone el sol y empieza a hacer frío en la arena húmeda de la Victoria. De las esquinas secretas de Santa Catalina. Santa Catalina la de aquí, aunque la de allí también. Mi casa está en las cartas de los amigos que aún me escriben cartas, en los pasodobles de Miguelange oídos por youtube, en un buen puñado de poemas -muchos escritos antes de que yo naciera-, En la pequeña y vieja Leica siempre de mudanza. Mi casa está en cualquier puchero que sepa como sabía el puchero de mi abuela, o que me lo recuerde o que se le parezca; en el gallo empanado de los miércoles, en aprender a pronunciar la ele doble y distinguir cómo hay que hacer el corte para frotar el pa amb tomaquet. Mi casa está en cualquier mesa que rinda culto a la sobremesa. ¿Puede considerarse tierra la arena de la playa?
Debe ser cosa de la familia corta, rota y pegada que yo sienta este vacío de sobremesa de no tener patria, o de tener demasiadas y, por tanto, añorarlas. A muchos le doy pena. Desde que estoy aquí les veo mirarme como a bicho raro con esa mezcla de cariño con un posito de lástima. Debe tener algo de repliegue, de autodefensa en mitad de este paisaje de banderas varias, una especie de orgullo del apátrida, pero, inexplicablemente, me siento afortunada.
sábado, 11 de octubre de 2014
Restarting II
A veces el éxito está en no olvidar quién eres, en ser capaz de salir adelante con el esfuerzo de tus propias manos cuando no hay portadas de Vogue, ni neones, ni musas a sueldo multiplicadoras de la plusvalía. Mi primer artículo para Economía Digital habla de un artesano de los zapatos al que la crisis le quitó todo menos su oficio. Un placer contar el regreso de Juan Antonio López... Y un placer también reencontrarme con una redacción joven, profesional y despierta como la de Economía Digital.
Artículo completo: El regreso de Juan Antonio López, de las pasarelas al taller de zapatero .
Artículo completo: El regreso de Juan Antonio López, de las pasarelas al taller de zapatero .
viernes, 5 de septiembre de 2014
25 años de besos
El tiempo pasa rápido e intenso. Cambiándonos la piel, los ojos, los oídos, las personas y escenarios. Mutando las miradas a un mundo que nunca dejamos de descubrir. Como aquel niño de ojos enormes escondido en la sala de proyecciones. Hoy hace 25 años de una película que me marcaría para siempre. Muchas gracias señor Tornatore. No sé si tengo besos suficientes para agradecérselo...
lunes, 1 de septiembre de 2014
Restarting
La vida te devuelve a caminos que creías que ya no estaban en tu mapa. Pero ni tú, ni el camino, ni el mapa sois ya los mismos. O sí?? En descubrirlo está lo más interesante...
miércoles, 30 de julio de 2014
Frases célebres
Pilar: "Sí, mujeres. Mi mundo ahora mismo está formado por mujeres y tíos raros. A los tíos supuestamente 'normales' no los entiendo y, por lo tanto, no los soporto".
sábado, 26 de julio de 2014
miércoles, 16 de julio de 2014
La magia de hacer visible
Hay personas capaces de hacer un tipo de magia frente a la que solemos pasar de largo. La magia de hacer visible lo que antes nadie vio. O nadie quiso ver.
La fortuna es caprichosa y las historias pueden cambiar mucho si las coordinadas se mueven apenas unos grados. Por eso, y por más cosas, este documental es tan importante...
La fortuna es caprichosa y las historias pueden cambiar mucho si las coordinadas se mueven apenas unos grados. Por eso, y por más cosas, este documental es tan importante...
jueves, 22 de mayo de 2014
Crónica vital
A veces con miedo, a veces extremadamente indecisa, creo esta triple negación Made in Andalucía podría resumir bien cierta actitud que me mantiene viva.
lunes, 17 de febrero de 2014
La reputación online y la invicta malicia
Palabras e ironia |
Quien me conoce sabe que, como buena curiosa, adoro los temas de reputación online. También offline, ¿no es al final lo mismo? Ya me iba la marcha cuando hace años desgastaba los apuntes de comunicación de crisis y reveía los vídeos de aquella ministra que hundió la industria cárnica. Hoy he escuchado emocionada la conferencia de Óscar Trabazos en la Social Media Week lamentándome no acceder -y presumiblemente, no entender-, esos volúmenes de datos inmensos que manejan en las grandes cuentas los especialistas en decodificar chismes en estos tiempos de internet. Dejando volar mi imaginación, he imaginado esas pantallas llenas de algoritmos donde se monitorizan los cientos, miles de menciones a una marca, persona o producto intentando dilucidar dónde está la crítica y dónde la oportunidad. “La reputación online no se gestiona, se crea o se destruye”, afirmaba epatante Trabazos y una no tiene tiempo de hacer un tuit porque hay verdades de la vida -y también profesionales- que es mejor mascarlas que retuitearlas.
Lo dicho, imaginaba un complejo algoritmo en la que se interpretaban palabras. Ceros, unos, combinaciones binarias cruzadas por la mente de algún genio para descifrar las querencias humanas. Líneas y líneas de letras porque, y en esto quizás no habrán caído, todo audio y toda imagen han de transcribirse para su procesamiento y posterior estudio. Qué curioso que al final -y al principio decía la Biblia- todo se reduzca a la palabra.
Se devanan los algoritmos -más bien los programadores que los sustentan- en afinar resultados semánticos para la reputación de las marcas en internet. En saber qué porcentajes de tuits aparentemente positivos esconden la exquisita maldad del sarcasmo, la elegancia aguda de la malicia, la complicada pragmática, el humano mundo de la fina ironía.
“La ironía, actualmente, no es vencible, no es interpretable”, afirmó Trabazos mientras se me dibujaba una sonrisa. Me encantó el momento. Me encantó el verbo. “No es vencible”. Vence la ironía por muy poco seguida de cerca por los detectives cibernéticos de IBM, fantaseo.
“Quizás es una esperanza todo esto, hay un espacio al que no puede llegar la máquina…”, se oye al otro lado de la sala plagada de freaks de la Social Media Week. Compruebo que al experto online se le ha escapado la misma sonrisa cuando responde: “No debía ser yo quién lo dijera… Pero sí“.
En casa, ahora, pienso en la ironía no vencida en los tiempos de la monitorización global y el Big Data, en los significantes equívocos para el software de reputación digital. Pienso en la palabra que quiebra el significado lógico, en la emoción, en la poesía, en las cosas que son quebrando significados. La ironía escapando al análisis de la máquina. Un humilde trozo de malicia humana. Mezquina, imperfecta y diminuta, pero todavía, invencible.
viernes, 17 de enero de 2014
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